MARTES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Tesis planteada en un libro de Jane Hurst, editado por la organización CDD
Para la Iglesia católica, el aborto es la ''prueba de un pecado sexual''
Ť El realizarlo implica el ocultamiento de la evidencia de adulterio, lujuria y fornicación, señala
Carolina Gómez Mena Ť La Iglesia católica romana se opone al aborto no solamente porque ''sospeche que puede ser un homicidio'', sino sobre todo porque ''es la prueba palpable de un pecado sexual'', es decir, el aborto voluntario indica que la pareja sostuvo relaciones sexuales con propósitos muy diferentes al de procrear y esto implica ocultamiento de la evidencia de adulterio, lujuria y fornicación. Sin embargo, la institución religiosa adoptó la bandera de la protección a la vida.
Ni siquiera en la Edad Media, época de mayor influencia de esta fe gracias a las Cruzadas, la Iglesia condenó con tanta vehemencia el cese voluntario del embarazo. Por esas fechas el aborto fue considerado un pecado de mediana valía, ya que era castigado por esta religión de forma mucho más leve que el soborno, hurto y la adivinación, y sólo en situaciones muy extremas con la excomunión.
Las anteriores son algunas conclusiones que se exponen en el libro de Jane Hurst titulado La historia de las ideas sobre el aborto en la Iglesia católica; lo que no fue contado, obra edidata por el grupo Católicas por el Derecho a Decidir (CDD).
En el texto se expresa que pese a lo que se quiera aparentar en la actualidad, la Iglesia católica nunca ha tenido la certeza de que el aborto es un atentado contra un ser humano. En torno a este tema, su tradición ha sido poco clara y continua, ya que a lo largo de su historia ha caído en ''grandes contradicciones'', hecho que hoy intenta solapar bajo el principio de defensa de la vida. Aunque no se puede negar que ha sido una de sus principales y legítimas preocupaciones, no sería la razón última para condenar el aborto.
Hoy, la jerarquía eclesiástica está consciente de que la mayoría de los católicos superaron la percepción ''arcaica'' de la sexualidad reflejada en las enseñanzas católicas que atan la sexualidad a la obligación de procrear. Por esto, la Iglesia cambió su enfoque en la forma pero no en el fondo y adoptó la bandera de la protección a la vida.
En una de sus últimas manifestaciones sobre el tema, la Declaración sobre el Aborto, de 1974, es patente la inseguridad sobre el asesinato basada en la falta de convicción de cuándo un embrión se convierte en ser humano completo o se hominiza (momento en que en que el producto de la concepción recibe el alma).
Castigo ''por si acaso''
Allí es evidente la consecuente ''incongruencia'' entre el castigo de excomunión por ejercer esta práctica y las realidades teológicas, y queda claro que en esta proclamación la Iglesia toma una actitud condenatoria ''por si acaso se comete un pecado''.
El documento eclesiástico mencionado asevera que desde el punto de vista moral, esto es cierto; aun si existiera una duda acerca de si el fruto de la concepción es ya una persona humana, es objetivamente un pecado grave arriesgarse a cometer un asesinato''.
En los primeros 600 años de la cristiandad prevaleció la posición encabezada por San Agustín, en la que se sostenía que el aborto en los primeros meses de embarazo no era un homicidio, pero sí requería penitencia por ser pecado sexual. Estuvo basada en la permanencia de la duda de que en los primeros estadios del desarrollo embrionario hubiese presencia de alma en el cuerpo fetal.
En la Edad Media, además de lo comentado reinó la concepción de Santo Tomás de Aquino de la hominización tardía (40 días después de la fecundación para varones y 80 en mujeres). Así, el ser sin alma no fue considerado ser humano sino hasta después de esa fecha.
En la etapa premoderna (1500-1750) la postura cambió y se extendió la idea de la hominización inmediata, esto inspirado por el culto a la Inmaculada Concepción de María, que establecía qué producto de la gracia divina María recibió el alma en el momento de ser procreada, ''hecho que podría ser una constante en todos los seres humanos''.
Empezaba la condena frontal al aborto porque se terminaba con una vida humana completa. Sin embargo, hubo excepciones para los abortos terapéuticos, porque ''el feto era un agresor injusto para la madre''. En adelante, la postura condenatoria de la Iglesia se recrudeció y sancionó todo tipo de detención de la gravidez.