MARTES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Luis Hernández Navarro Ť
Praga: primavera en otoño
Es la guerra de la pulga. Como antes lo hicieron en Seattle, en Bangkok, en Washington, en Davos, en Melbourne, miles de activistas se han reunido en Praga para bloquear la 55 reunión anual del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Su objetivo central es protestar en contra del Consenso de Washington y de las instituciones de Bretton Woods.
A diferencia de otras movilizaciones, lo que está en el centro de las impugnaciones del 26 de septiembre no es sólo la globalización neoliberal. A pesar de la ausencia relativa de organizaciones sindicales, la actual ofensiva en contra de las agencias financieras multilaterales tiene un marcado carácter anticapitalista.
Sus promotores son una variopinta coalición de jóvenes, ecologistas, pequeños agricultores, feministas, integrantes de Iglesias progresistas, desempleados, okupas, sindicalistas radicales, autónomos, punks, ONG, anarquistas y antiguos comunistas, organizados a partir de grupos de afinidad que rechazan tanto la Europa de Maastricht como el pensamiento único. Aunque han establecido redes de acción común son más un movimiento cultural que una plataforma política.
En sus países han organizado iniciativas como el ATACC (movimiento que impulsa la lucha por la aprobación de la tasa Tobin, impuesto al capital financiero especulativo transfronterizo), las Marchas Europeas contra el Paro, acciones directas para oponerse a las empresas que producen alimentos genéticamente modificados, el movimiento de los sin papeles en Francia y los Centros Sociales en Italia. Son activos militantes en la defensa de los migrantes y la globalización de los derechos, y en contra del poder de las grandes compañías transnacionales, así como de la discriminación racial y patriarcal. Han estado en la primera línea de enfrentamiento en contra de las organizaciones fascistas. Más allá de sus diferencias, impulsan un proyecto de transformación social basado en la autogestión, la democracia de base, los poderes locales, la ciudadanía multicultural, la defensa del medio ambiente y la igualdad.
Comparten el desencanto hacia los grandes partidos socialdemócratas. Su tradicional rechazo a la política institucional se ha modificado paulatinamente. En algunos países colaboran con fracciones parlamentarias verdes o radicales, e incluso participan en gobiernos locales. Reivindican la acción directa, la resistencia civil pacífica y la movilización de masas.
Muchos de ellos tienen grandes simpatías con el zapatismo, al punto de considerarse parte de la expresión internacional de este movimiento. Otros reconocen en el levantamiento del EZLN y en los dos Encuentros por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, convocados por los rebeldes mexicanos en 1996 y 1997, el antecedente directo del actual ciclo de protestas contra la globalización. Mil activistas italianos se trasladaron en el tren zapatista al encuentro del FMI-BM en Praga. Según Andrew Flood, anarquista irlandés, Praga puede ser visto como el próximo "día para la acción global contra el neoliberalismo", convocado en la mesa política de Chiapas en 1996. A pesar del desprecio con el que fueron tratados por la izquierda tradicional, los aretudos reunidos en los Aguascalientes del sureste mexicano han sido capaces de generar una movilización de enorme impacto político.
Además de los Encuentros Intergalácticos, desempeñaron un papel importante en la formación de la Iniciativa contra la Globalización Económica (IPAG, por sus siglas en checo); la Alianza Global de los Pueblos, integrada inmediatamente después del Encuentro en España de 1997; la Conferencia Bradford Mayday, realizada en Inglaterra, en 1998; la Coalición Jubileo 2000; el Movimiento de Resistencia Global de Barcelona; las jornadas de lucha en contra del Acuerdo Multilateral de Inversiones; las protestas de los agricultores franceses de la Confederación Campesina, entre muchas otras reuniones continentales. Detrás de la IPAG hay un intenso proceso de asociación y reflexión en contra del capitalismo de miles de activistas de una nueva izquierda europea, que anuncia una nueva primavera en pleno otoño.
Para enfrentar la revuelta de los globalizados en Praga se encuentran 11 mil policías y 5 mil soldados. Irónicamente, sus jefes han establecido una estrecha colaboración con el FBI para detectar a los organizadores de las movilizaciones. El Estado checo no ha escatimado recursos para impedir las protestas y defender a los señores del gran capital: detenciones, impedimento de ingreso de activistas a la República Checa, prohibición de efectuar manifestaciones.
De seguir vivo, Franz Kafka habría escrito una nueva versión de La metamorfosis. Su personaje central no sería ya Gregorio Samsa, sino Vaclav Havel, el dramaturgo presidente que condujo una revolución antiautoritaria en nombre de la ética, la responsabilidad y los derechos humanos, y que este 26 de septiembre amaneció convertido en un escarabajo neoliberal.