MARTES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť José Blanco Ť

La transición

Hay quienes piensan que la transición ya terminó en México. Coincido con otras voces: la transición continúa en tránsito. Se trata, sin duda, de un asunto de definiciones. ƑDe dónde a dónde marcha la transición?

El siglo XX mexicano está marcado por la era de la Revolución Mexicana: un Estado con fuertes rasgos corporativos, una ideología dominante, un modo particular de ejercicio de la dominación política, un estilo de crecimiento y desarrollo, un modo particular de relación entre la economía y la política y entre sus actores, un modo, en fin, de conducción de los asuntos económicos por el gobierno.

Nada de ello permaneció todo el tiempo idéntico a sí mismo; hubo diversas variantes, pero el examen racional puede distinguir cambios en la continuidad fundamental, y transformaciones que tienden cambiar al conjunto de la era de la revolución. Puede proponerse a la década de los años setenta como el momento en que se inician cambios que devendrían mutaciones fundamentales que tendieron a poner fin a la era de la Revolución Mexicana. La transición se inicia, por tanto, como ha dicho Perogrullo, desde el arreglo socioeconómico y político de esa era. Es más difícil, en cambio, establecer la estación de llegada, entre otras razones porque se trata de una transición no pactada.

La transición abarca a todos los componentes, aunque es claro que cada uno tiene su propio tempo, lo que la vuelve particularmente compleja. Es claro que la institucionalidad política ha sufrido una mudanza fundamental, con la consolidación de las nuevas instituciones de la democracia electoral. Es claro, asimismo, que la conducción de la economía por el gobierno también ha alcanzado un cambio sin retorno en el futuro previsible. Pero el cambio estructural de la economía no está consolidado, el cambio estructural social fundamental consiste en la inclusión de los excluidos, y la ambiciosa reforma del Estado al menos está ya en la orden del día de los partidos políticos y sus bancadas en el Congreso.

ƑHacia dónde conducen esas transformaciones? Nadie podría anticipar la arquitectura completa y específica del nuevo arreglo socioeconómico y político del México resultante del cambio fundamental en las dimensiones señaladas de la vida social, ni nadie tampoco, seguramente, cuándo se habrían hecho ya todos los cambios en esas mismas dimensiones. México ha estado avanzando hacia una sociedad con instituciones liberales tanto en la esfera política como en la esfera económica. Por ahora en esa dirección apunta el consenso de los mexicanos, aunque hay, organizados, opositores a la dirección hacia la que apunta esa marcha: en el marco de una sociedad de mercado, y dadas las características del desarrollo histórico de México, por tanto, también podrían ser alcanzados diversos arreglos socioeconómicos de carácter socialdemócrata. La transición camina en la dirección de esas posibilidades.

Puede proponerse: dada la normalización básica de la democracia electoral, la transición podría darse por terminada cuando: 1) los actores organizados hayan llegado a un acuerdo sobre la reforma del Estado; 2) se hayan puesto las bases para un crecimiento sostenido de largo plazo de la economía; y 3) se hayan establecido las políticas de Estado necesarias para incorporar a los excluidos. Por supuesto, siempre será objeto de debate si ya fueron alcanzadas las metas señaladas en cada uno de esos tres capítulos, o aún no.

No hay novedad; es apenas un modo de sistematizar una guía. Pero ésta es indispensable cuando se quiere inscribir cada análisis, cada decisión, cada acuerdo, en el marco de la transición, para contribuir a ella.

Llegar a un acuerdo sobre la reforma del Estado significa que los actores pactan una agenda y unos tiempos para su desahogo. Es previsible que los actores no alcancen acuerdos de contenido en todos los temas y también deberán, por tanto, pactar la elaboración de una nueva agenda con los temas sin consenso y unos tiempos adicionales para intentar tales acuerdos.

La amenaza principal al crecimiento de largo plazo de la economía ha sido, durante más de medio siglo, el desequilibrio comercial externo. Eliminar esa amenaza o reducir al mínimo el riesgo de la misma es, por tanto, el tema central. La tesis, por supuesto, conlleva amplias implicaciones. No tengo espacio para desarrollarla; pero es necesario, al menos, superar el dualismo estructural productivo y sostener el consenso de los inversionistas nacionales y extranjeros, sosteniendo la norma internacional sobre los fundamentals.

Si los dos primeros capítulos comportan graves dificultades de acuerdo, el de la inclusión de los excluidos resultará mucho más difícil. Por lo pronto no estamos de acuerdo ni en el número de pobres de este país. Pero ésas son las condiciones del problema.