LUNES 25 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť Oscar Chávez cumplió sin ser complaciente


El caifán y el Piporro, a dueto, en un concierto en el Auditorio Nacional

Arturo Cruz Bárcenas Ť Una canción para Chiapas, para los niños de la escuela secundaria zapatista Primero de Enero, que viene en el disco dedicado a los émulos del Caudillo del Sur y a ese estado tan lleno de miseria y olvido. Todo lo que se recaude, todo, será para esa secundaria, a la que le faltan muchas cosas, dijo Oscar Chávez, antes de interpretar la composición que "a algún presidente municipal no le va a gustar, en apoyo a Oventic-Aguascalientes 2".

Varios momentos de intensidad logró transmitir el caifán durante su concierto del pasado sábado, en el Auditorio Nacional, con lleno total. Sus convicciones hallaron eco en aplausos de un público que lo ha seguido por varias décadas. Oscar cumplió no siendo complaciente. Tiene tantos discos y canciones que el problema no es seleccionar las rolas, sino cuáles no va a cantar, dijo.

En su ya clásica presentación anual en el foro de Reforma interpretó canciones regionales, muchas del cancionero popular, norteñas y jarochas, de la trova yucateca, del barrio, otras de su autoría. Entre cada pieza se oían voces que pedían las de siempre. Paciencia, pedía.

Miedo de amarte: "Miedo me daría ofrendarte mis poemas, mis canciones y mi libertad". Tabaco y café con ron, de él mismo, que refiere algo así como que la medicina para curar lo que dejó tu amor es tabaco, café y ron. El acompañamiento fue de lujo: Los Morales y el cuarteto de Jorge Buenfil, defeños y yucatecos, respectivamente. La obra musical de Buenfil es hoy lo moderno de la trova de la península. Como tal, su música muestra continuidad y ruptura.

Cuando cantó algunos temas de su disco dedicado a la Guerra Civil Española pronunció algunas palabras que a muchos les parecieron fuertes, como en la frase "los empresarios hijos de puta", en relación con la apropiación de la naturaleza. En otra situación, el silencio para disfrutar de la poesía de Violeta Parra, con los efectos maravillosos del percusionista Armando Montiel.

Se puso las botas y entonó varias del meritito norte, como El tecolote, sobre un enamorado que quiere tener las alas del ave para llegar a donde está su amada. Veracruz y su fandango, en El pijuel; de Chiapas, Siempre me alcanza la danza, donde habla de los Acuerdos de San Andrés, de los diálogos de papel, de los diálogos de Babel. Flor de adormideras, con letra de Alfonso Reyes musicalizado por Rafael Elizondo; un paseillo ecuatoriano, Pasional; otra de él, Déjame morir, que grabara hace años Delfor Sombra; Para cuando mueras, con la maestría en la guitarra de Antonio Vázquez, gran chaparro y amigo, al igual que Nieves y Manuel Alcocer, que cada fin de semana deleitan y tocan sus piezas de vanguardia en la Casa de la trova, en Mérida..

Le brotó lo barrio al caifán. "El barrio merece respeto y consideracion". Y que se avienta un popurrí con Lámpara sin luz, Mi razón, aquella de "he perdido para siempre lo que fuera de mi vida una razón"; Luces de Nueva York, la inmortal de la Santanera.

El momento más emotivo fue cuando invitó a subir al escenario a Lalo González Piporro. Cantaron Que viva mi general, del autor de El taconazo. A muchos les dieron ganas de llorar ante tanta historia reunida en ese dueto. Por fin canta Por ti, ese infierno, Macondo, Hasta siempre... comandante Che Guevara. Remata con Un año sin ti, un bolero mexicano.

Quedó pendiente La niña de Guatemala (ya es la abuela de Guatemala, cotorrea Modesto López, de Pentagrama) y... y... que tal vez cante el año que viene en el mismo lugar.