LUNES 25 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Marcos Roitman Rosenmann Ť
Ni solidarios ni progresistas
A muchos puede parecer fuerte definirse en estos tiempos. Más aún si la definición conlleva nadar contra corriente. Parece ser que hay una cierta unanimidad entre los más diversos modos de pensar en asumir, desde cualquier perspectiva, la condición de solidario y progresista. Nadie quiere estar en la izquierda y en la derecha política. La tradicional división no sólo se muestra "caduca", al mismo tiempo identifica personalidades dogmáticas e incluso autoritarias. Todos quieren ser centro político. Pero recordemos que el centro es un punto muerto.
Tras definirse progresista y solidario surge sentir participar de los problemas del mundo actual. A todos nos preocupa la pobreza, el aumento de la violencia doméstica, los abusos de autoridad, la corrupción, el trabajo y la prostitución infantil.
Nadie quiere ser partícipe de las desigualdades y de la explotación. Es más, nadie se siente responsable. Todo es posible explicarlo como un proceso de adecuación de las sociedades modernas a otras posmodernas. La globalización es el fenómeno causante de los males y los beneficios. Como todo proceso resulta ambiguo en sus consecuencias. Nos hallamos ante la aceptación de un fenómeno irreversible al cual hay que sumarse y del cual debemos aprender. Todo está contenido en la globalización. Sus efectos negativos pueden aminorarse. Pero no se puede detener la flecha del tiempo. El progreso marca los límites de las acciones humanas. No podemos luchar contra el futuro. Su camino está diseñado. Todo está preparado para el advenimiento del mundo feliz. Los humanos nada podemos contra la providencia. Perdón, quise decir el progreso.
El mañana, siempre mejor que el ayer, resulta ser un conjunto de políticas prácticas de fines altruistas destinados a superar las miserias, la pobreza, la explotación y la desigualdad. Disculpen tanto adjetivo. Sin embargo, todas las acciones aplicadas van en dirección contraria. Cada vez más pobreza y menos ricos. Digo bien, menos ricos, porque la riqueza se concentra y la pobreza se socializa.
ƑPuede ser de otra manera? Pitirim Sorokin, sociólogo de mediados del siglo XX, tuvo la virtud de definir el significado de una cultura lógico-significativa. Y nuestra sociedad responde a una unidad cultural lógico-significativa. Es decir, resultaría contradictorio una acción social diferente de aquélla que está contenida en los valores emanados del proceso cultural. En palabras de Sorokin: "Una sociedad de multimillonarios que son a la vez sinceros partidarios del sagrado derecho de la propiedad privada y del credo comunista, muestra una extrema falta de integración lógico-significativa con respecto a los ideales económico-culturales".
Lo que quiero señalar es la imposibilidad de pedirle a un orden social fundado en la explotación que fomente la igualdad y la justicia social. Es lo que Sorokin llama inconsistencia y falta de integración. Sin embargo, cada día escuchamos hablar de un mayor y mejor grado de integración, de unidad local-global. Se inventa un concepto para dar cuenta de esta nueva realidad social: sociedades globales. Igualmente se descontextualiza el significado de aldea global propuesto por Marshall McLuhan y Powers. Se llama a pensar globalmente y actuar localmente. Toda una parafernalia que permite comprobar la existencia de un orden sociocultural uniforme, lógico y significativamente estructurado.
Las diferencias se minimizan, privilegiándose una unidad de tiempo dependiente de las formas de pensar del neoliberalismo. Por ello es consistente declararse solidario y progresista. Dos tipos de comportamientos colectivos emergentes en la lógica capitalista. La solidaridad se trueca. Así, resulta que una persona multimillonaria o poderosa se manifiesta solidaria con los pobres y marginados. El Banco Mundial se solidariza con los pobres. Los países ricos fomentan sus ONG y apoyan a los países pobres. Son altruistas. Pero la solidaridad es una conducta específica desarrollada entre iguales no entre sujetos sociales con intereses contrapuestos. La solidaridad puede ser de clase o étnica, por ejemplo.
Igualmente progresista es quien asume la idea de progreso y no cree en los valores degenerativos de la vida, es decir, la muerte, la evolución, las mutaciones y los cambios. Es un sujeto convencido que por el progreso sustituyó a la providencia. Según sus partidarios, siempre será posible bajar el crono en la carrera de cien metros lisos. Llegará un día que los atletas corran los 100 metros lisos en tiempo negativo, menos 8 segundos. Así las juega el progreso y los progresistas.