LUNES 25 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť Se cumplieron 35 años del ataque guerrillero al cuartel militar


Ciudad Madera, un legado con raíz viva

Ť Ramón Mendoza Torres, uno de los sobrevivientes, narra los hechos y su fuga de las Islas Marías

Blanche Petrich, enviada, Ciudad Madera, Chih. Ť Son tantas las cosas que ha vivido Ramón Mendoza Torres, que a la distancia ''hasta me parecen una mentira''. Está recargado en el muro de piedra del panteón de este pueblo, rememorando, rudo y grandote; sus manos como palas, curtidas. Es uno de los cuatro sobrevivientes del asalto al cuartel militar de este lugar de manzanos, pinos y reses, la primera acción guerrillera de los años sesenta. Sobrevivió también a una fuga de las Islas Marías. En su pueblo es un héroe.

Mientras se congrega la gente que participará en la conmemoración del 35 aniversario del asalto al cuartel de Ciudad Madera ?13 años después del asalto al cuartel Moncada de los barbudos cubanos?, Ramón reconstruye los acontecimientos. Señala hacia el otro extremo del pueblo, donde en medio del patio de un aserradero quedan los restos del viejo destacamento militar. Apenas un montón de escombros de concreto.

''Esa madrugada les llegamos por ahí, por el sur. Procedimos a rodearlos''. Eran 14 hombres. Sabían que el cuartel ?estratégico para el Ejército Mexicano porque Madera es la puerta de entrada a la Sierra Madre, ya en las cercanías con Sonora? albergaba no menos de 120 soldados. El plan era un asalto rápido para recuperar armamento, desplazarse después a la radioemisora local, tomarla, transmitir un mensaje explicando los motivos de la lucha y retirarse. Una típica acción de guerra de guerrillas en su primera fase de acumulación de fuerzas.

''Tanteo que eran las 5.45, todavía oscuro. De lo que más me acuerdo es de las muchas ganas de pelear que yo llevaba. Al poco, se desató la balacera y no amainó hasta mucho después. No sé cuánto tiempo, en esas cosas cuando uno va a acordar el sol ya estaba bien alto. Los primeros muertos los tuvimos a los 15 o 20 minutos de haber empezado. Desde el principio de la acción la balanza se nos volteó''.

Ocho de los 14 que integraban el comando de asalto cayeron. Otro pequeño contingente nunca llegó al lugar, porque una crecida de río los entrampó.

''Ya estaba todo perdido cuando decidimos retroceder. Pero ya no se podía. Los que quedábamos vivos estábamos rodeados. A mí me salvó que en ese momento pasó el tren. Me fui parapetando detrás de las ruedas de la máquina y un garrotero me echó una ayudada. Pasé del otro lado y corrí la llanura a campo traviesa. Cuando llegué al lugar donde habíamos acordado reunirnos sólo estaba el Lupe Scobell, hostigado por cinco o seis soldados, atrincherado detrás de un pino. Juntos repelimos y logramos hacerlos retroceder por lo menos el tiempo necesario de llegar hasta la sierra. Ahí ya nos remontamos y no nos dieron alcance''.

Entre las ropas de uno de los líderes, Amadera-ni–os-jpgrturo Gámiz, se encontró la siguiente relación de armas: ''Grupo 3. Hugo: molotov, granada 30-05; Alex: molotov, granada 7 mm; Carlos: molotov, 30-05.

''Grupo 2. Alfredo: 7 mm; Ernesto: rifle 22, y Víctor: 30-06.

''Grupo 1. Luis: 7 mm; Daniel: rifle 22; Manuel: escopeta, y Martín: 30-06''.

Durante años, la historia oficial sostuvo que después del asalto al cuartel Madera, el 23 de septiembre de 1965, aquel brote de lucha armada que encabezaban los profesores Arturo Gámiz y Pablo Gómez había sido aniquilado. Ramón Mendoza dice que no fue así. ''El grupo se fortaleció'', asegura, al menos hasta un año después que cayera el segundo núcleo, con Oscar González a la cabeza. Ese fue el momento en el que Ramón Mendoza fue capturado.

Iban los dos de avanzada a un operativo, también en Madera. Fueron sorprendidos, se desató la balacera y Ramón se llevó a un policía de por medio antes de caer herido. Todavía tuvo tiempo de pactar con González. ''Echame la culpa de todo. Yo pago para que tú te puedas pelar y seguir''. Así se hizo. Oscar salió libre en esa ocasión. Poco tiempo después sería brutalmente asesinado y Mendoza sentenciado a 24 años, más otros ocho, y luego otros cuatro, acusado de todo tipo de delitos. ''Echenle más'', les decía socarrón a sus jueces. ''Y es que cuando uno es luchador social se acarrea muchos problemas'', reflexiona hoy, al cabo de los años.

La leyenda del maderense no acaba ahí. En la ceremonia luctuosa permanece solemne, con el sombrero en la mano. En las tumbas, galardonadas con una manta que dice ''Primeros Vientos'', están sus compañeros de armas de hace 35 años. El tuvo una pizca más de suerte. Hay cerca de 500 personas entre los pinos y las cruces del panteón. Llegaron de Chihuahua, Juárez, Delicias y varios sitios más, hasta del Distrito Federal. Como moscardón, un helicóptero del Ejército sobrevuela y vigila la ceremonia. El aire tibio huele a manzanilla.

Después de los actos oficiales de conmemoración, los familiares y amigos de los caídos se congregan en un bosquecillo en torno a un par de braseros, bien pertrechados con carne, elotes y chilacas. Los hijos de los guerrilleros ya son adultos. Para los nietos, una gran tropa de primos y primas, es fiesta; se celebra el día de sus abuelos, los héroes de Madera. El cofre de una camioneta es bueno como mesa de centro. Ahí reina una botella de sotol ?especialmente bueno, el destilado de sereque (especie de maguey) de esta región? y el parco Ramón resulta ser un gran narrador.

Alguien le pregunta sobre su fuga de las Islas Marías. El veterano sentencia: ''Las ganas de libertad son más fuertes que cualquier prisión''. Con esa frase empieza de nuevo su relato.

Después de pasar dos años en la penitenciaría de Chihuahua, una cuerda de reos llegó hasta las Marías. Apenas llegó empezó a planear su fuga. El serrano sólo conocía de montañas y desiertos. Nunca había visto el mar, mucho menos convertido en muros de agua, como diría José Revueltas. Así que buscó una mancuerna con quien fugarse, alguien que supiera del mar y sus pescaditos. ''Casi de buenas a primeras me gustó una persona muy seria, moreno, de nariz aguileña. Estaba ahí por un asesinato. Era de Tabasco''.

La disciplina conspirativa de Ramón se echó a andar. Después de las 11 de la noche, pasada la última ronda de los celadores, se ponían a trabajar labrando un tronco. Cuando amanecía, ya habían borrado todas las huellas del trabajo nocturno, hasta la última astilla. Así hasta que llegó el día. ''Varios reos estaban al tanto del plan. Algunos nos ayudaron, sabiendo que cuando se notara nuestra ausencia iban a sufrir las consecuencias. Creo que nadie rajó''.

Se lanzaron al mar una noche en la canoa. El tabasqueño aseguraba que 90 nudos los separaban de la libertad y el chihuahuense no tenía ni idea de lo que eso significaba. El costeño sabía leer las estrellas y las olas. El norteño no sabía ni remar. Había que hacerlo con extrema precaución, porque cualquier golpe de remo mal dado podría delatarlos.

''Cinco días con sus cinco noches'', repite Ramón. A su alrededor se congregan cada vez más escuchas. Al segundo día de la fuga, calcula que entre las 10 y 11 de la mañana apareció en el cielo la primera avioneta de la policía. ''Y a taparnos con la manta que llevábamos, ¿qué más podíamos hacer?''. Como los niños que cierran los ojos para que no los vean, ha de haber ocurrido, porque en ningún sobrevuelo el tercero, cuarto y quinto día fue descubierta la pequeña canoa en la inmensidad marina.

El último día de navegación los fugitivos, recocidos por el sol y la sal, tenían ''tortas de sangre'' en los muslos, los hombros, la espalda, la cara. La costa, quién sabe si de Jalisco o Nayarit, se veía bien cerca cuando al quinto día ''se deja venir un banco de tiburones. Ora sí, compadre, me dijo aquél. No, pues ora sí, le dije. Y un remo que le pega al bote. Y un animal de esos se espantó. ¿Sabes qué?, me dijo aquél, pégale al bote, dale así, bien duro. Y así estuvimos pegando con los remos hasta que los méndigos tiburones se desperdigaron''.

La botella de sotol da otra ronda.

''Entramos a la costa por un brazo de río y ahí nos escondimos. Y que vamos viendo pasar un guardacostas. Se estuvo ahí un momento y no nos vio. Ahí sí quisimos echarnos a correr. Pero no podíamos''. Borrachos de insolación, llevaban ya dos días sin agua y cinco sin comer. Se internaron en un maizal y Ramón sacó de sus shorts un pequeño bulto de plástico. Sus cerillos iban secos. ''¿Cuántos elotes nos echamos, compadre? ¿Unos veinte? N'ombre, sólo unos cuantos granos pudimos comer. Ni el agua podíamos tragar''.

Repuestos y libres, aunque a salto de mata, continuaron su camino. ''Pero ya en las fronteras con Sinaloa me di cuenta que era peligroso seguir juntos. Ahí me despedí del tabasqueño. Quién sabe qué habrá sido de él''.

Durante décadas, el guerrillero usó varias identidades. Muchos años vivió en los yunaites. Regresó a Madera, a su nombre verdadero y a su ganado. Su participación en la guerrilla de Gámiz y Gómez la considera bien empleada. ''No se crean que fue una revueltita chiquita. Estuvimos 14 en la acción del cuartel, pero llegamos a ser un núcleo grande. Quisimos una reforma radical para las clases trabajadoras. En cuanto a la ideología y la preparación, yo no la tuve. No se necesitaba hablar tanto para ver las injusticias que estaban al claro. En esa primera pelea nos barrieron, pero con el tiempo la acción tuvo su resonancia. Tuvo sentido político. Y lo tiene, a pesar de todo''.
Cuidados anónimos

Durante años, la tumba de los caídos en el asalto al cuartel de Ciudad Madera, el 23 de septiembre de 1965, fue cuidada por manos anónimas. Cuando la lluvia y el sol se acaban la pintura de la cruz de madera, alguien la pintaba. Y cada aniversario aparecía cubierta de flores.

En 1978, tres mujeres de luto aparecieron por el camino de tierra que lleva al panteón. Rosario Ibarra quería ''conocer la tumba de los muchachos'' de aquella desastrosa acción armada que, a pesar de su derrota, había dejado un legado que en los años setenta renació como inspiración de media docena de brotes guerrilleros que sacudían al país. En uno de esos grupos, la Liga 23 de Septiembre, había militado su hijo Jesús, hasta su desaparición. En la visita la acompañaba su hija y una amiga.

Al año siguiente volvió. Nerviosos, tras sus pasos, caminaban varios soldados. En el panteón, entre los pastos crecidos, asomaban cascos militares y cañones de ametralladoras por las cuatro esquinas. En 1980 regresó, pero esta vez con un grupo grande de miembros del Frente Nacional contra la Represión. El acompañamiento militar fue masivo. De entonces a la fecha, Rosario viaja cada año a Chihuahua, desde donde esté. El pasado sábado 23, tampoco faltó a su cita con ''los muchachos'' que, de vivir, serían abuelos, como ella. Esta vez sólo hubo un helicóptero militar supervisando la conmemoración de cientos de personas que rendían homenaje a los guerrilleros del 65. Mirando hacia el cielo, la defensora de derechos humanos ríe: ''¿Pero qué tanto nos espiarán éstos?''

Los herederos y sus tareas pendientes

Marta y Alicia de los Ríos eran alumnas de Arturo Gámiz en la Normal Rural de El Sauzal. Marta lo adoraba: ''Era tan dulce'', refiere. La cátedra entonces tenía una fuerte raíz floresmagonista. La propia Marta había mamado esas ideas. Su abuelo había combatido al lado de los hermanos Flores Magón y había estado preso con ellos en San Juan de Ulúa. Su madre era agrarista.

Con la muerte de los hombres de Madera, sus discípulos y algunos de los sobrevivientes pronto se empeñaron en seguir sus pasos. Unos continuaron con acciones armadas, como el incendio del aserradero de Tomochic, en 1968. Sin un cauce orgánico definido, los años siguientes se formaron grupos que integraban el Movimiento 23 de Septiembre. De ahí se desprendió otro núcleo al que denominaban simplemente Los Procesos. Esa fue la organización matriz de la Liga 23 de Septiembre, que en 1977 se declaraba abiertamente por la vía armada.

Marta y Alicia estuvieron en el grupo fundador. Durante el echeverriato, capturada por soldados de la brigada blanca, Alicia pasó a formar parte de la larga lista de desaparecidos. Marta actualmente forma parte del Comité Eureka, con Rosario Ibarra.

''Fuimos otra generación, la del post-68 ?explica la diputada Alma Gómez, ex dirigente del Movimiento Armado Revolucionario?. A pesar de que soy hija de Pablo Gómez, tengo que decir que no todos salimos directamente del proceso del Movimiento 23 de Septiembre. Claro que nos influyeron sus ideales, pero también tuvimos otras fuentes''. Ya en los años setenta, no sólo en el norte, sino en toda la República, la lista de siglas de grupos armados era larga: el MAR, la L-23, el FUZ, Lacandones, ACNR, Unión del Pueblo, FRAP, etcétera.

Esa historia pasó con su saldo sangriento por la década de los setenta y su análisis y estudio sigue siendo, para muchos de esa generación, una tarea pendiente.

Pero para los seguidores de los ''maderianos'', el legado de ese grupo sin nombre no es sólo pasado sino raíz viva. ''La memoria del 23 en Madera ?sostiene Alma Gómez? ha tenido vigencia e influencia entre la gente, al menos en Chihuahua. Puede que en el resto del país no se reconozca todavía el significado de ese proceso, pero no hay que olvidar que desde sus primeros documentos el subcomandante Marcos reconoció que parte de las raíces del Ejército Zapatista de Liberación Nacional están en Madera''.

Del estigma al mito y al homenaje

En algunas ciudades del estado de Chihuahua ?particularmente en Juárez y la capital? hay colonias que llevan el nombre de 23 de Septiembre, en memoria del asalto al cuartel de Madera. Y calles que llevan los nombres de los guerrilleros caídos en esa acción. En este pueblo de rancheros, los hombres de aquel grupo armado, al que hoy identifican como ''Primeros Vientos'', son héroes locales. Quien más quien menos, todos vivieron una parte de los acontecimientos de hace 35 años. Y si no, los inventan. Nadie quiere quedarse fuera del mito.

En estos días está en marcha una iniciativa de la Asociación de Comerciantes de Madera, que quiere rebautizar la calle principal, la Avenida Tres, y llamarla 23 de Septiembre. Lejos de ser un estigma la revuelta de aquellos años es un orgullo local. En su momento, lo ocurrido el día 23 de septiembre de 1965 fue una conmoción. No fue para menos. Los muertos eran líderes reconocidos y las consecuencias para el pueblo fueron graves.

Lucha magisterial

Miguel Quiñones ?director de la Normal Rural de Ariseáchic? y Arturo Gámiz se oponían desde el magisterio a la pretensión gubernamental de cerrar las escuelas rurales, a la supresión de las becas estudiantiles y al cacicazgo del dirigente sindical de los maestros, que para entonces ya llevaba el mote de Porfirito, porque se había hecho reelegir en el cargo durante 19 años. Salvador Gaytán era dirigente agrarista y había sido electo, contra viento y marea, presidente seccional de Dolores. Pablo Gómez, además de líder magisterial era un médico de fuerte vocación social. Como en todas las zonas rurales del país, en los sesenta imperaban los cacicazgos y el único periodista crítico de la época, Guillermo Gallardo Astorga, director del semanario Indice, estaba preso en la penitenciaría de Chihuahua.

Orillados por la represión formaron una guerrilla en la sierra, pero en el pueblo todo mundo sabía de su existencia. En sus acciones de autodefensa armada dejaban siempre libres y desarmados a los soldados capturados, después de un aleccionador sermón.

Marta de los Ríos, quien entonces era estudiante de normal y admiraba a su profe Gámiz, recuerda que la sociedad maderense apoyaba abiertamente con alimentos y cobijas a los insurrectos.

El 23 de septiembre, después del catastrófico asalto al cuartel, el pueblo vivió el horror. Para el mediodía, sobre los maizales que rodean el poblado descendieron cientos de paracaidistas. Decenas de aviones llegaron uno tras otro a la pequeña pista militar. A pesar de que el grupo armado fue literalmente aplastado en las primeras horas, todas las casas fueron minuciosamente cateadas.

Sin bendición ni mortaja

Se conjetura que además de los ocho guerrilleros muertos y las siete bajas que reconoció el Ejército hubo muchas víctimas más. Los generales Praxedis Giner, gobernador del estado, y Tiburcio Zamora, jefe de la zona militar, dirigían personalmente los interrogatorios. Un piloto del Ejército que llevó esa misma tarde a varios oficiales heridos a la ciudad de México, informó que en la pista aérea de Madera había amontonados, desnudos, cientos de detenidos atados de pies y manos.

Los familiares de los caídos no lograron que les entregaran los cuerpos y el cura del pueblo se negó a darles la bendición en la fosa común a donde fueron arrojados sin mortaja alguna. El general Giner, con los cuerpos destrozados a sus pies, acuñó una frase que ni siquiera el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz pudo superar: ''¿Querían tierra? Pues dénles hasta que se harten''.

Ya para 1995, la conmemoración del 23 de septiembre cobró carta de naturalización en el estado de Chihuahua. Con motivo del 30 aniversario, el comité ''Primeros Vientos'' organizó una jornada de conferencias y mesas redondas, en la capital estatal y en Madera, con la participación de Rosario Ibarra, Carlos Montemayor y escritores y activistas locales como Alma Gómez, Rogelio Luna, Luis Carlos Fong, Víctor Orozco y Marta de los Ríos.

Y este año la fecha se conmemoró con el lanzamiento de la página de internet madera1965.com.mx, a la que Rogelio Luna, también normalista, abogado y director del semanario El Martillo (1972-1982), llamó ''un nicho para desempolvar las ideas maderianas, herederas del floresmagonismo''.

madera-helicoptero-jpg''LA IDEOLOGIA YA LA TRAIAMOS POR NATURALEZA''



Blanche Petrich, enviada, Ciudad Madera, Chih. Ť La lucha de Arturo Gámiz era ''simplemente una chulada'', dice Salvador Gaytán, viejo correoso y sonriente. El, como Ramón Mendoza, vive horas extras desde hace 35 años, como sobreviviente del asalto al cuartel Madera. En la acción murieron su hermano Salomón y su sobrino Antonio Scobell. En enfrentamientos posteriores murieron otros dos hermanos suyos, de once que eran. Ellos eran agraristas y aunque cuenta que en el campamento guerrillero de aquel núcleo se estudiaba mucha economía, mucho movimiento revolucionario, y a Marx y a Lenin, ''la ideología ya la traíamos cada uno de naturaleza''.

El recurso de las armas fue constante en la vida posterior de don Chava. Primero se fue con Oscar González. Luego participó en la Liga 23 de Septiembre. Cuando en Guerrero Lucio Cabañas se levantó en armas, para allá se fue Gaytán. Y a pesar de la historia y las derrotas, sostiene que todas aquellas luchas ''siguen teniendo su resonancia''.

Después de cada acción guerrillera, Gaytán solía escribir una carta explicatoria al gobernador Praxedis Giner.

En una de ellas, rescatada por José Santos Valdés en su libro Madera, razón de un martirologio, relata cuando decidió defender a unos indígenas pimas que eran esclavizados por un cacique, dueño de una fábrica de licor y que había asesinado a una joven del pueblo. El 17 de mayo, él y seis amigos cogieron preso al cacique Roberto Jiménez, quemaron su vinata, rompieron sus libros de raya donde anotaba las impagables deudas de sus trabajadores y llevaron a su reo a la cárcel pública, dejándole a la autoridad un recado pegado en la puerta:

''Hágase justicia, castíguese a los criminales o recaerá contra las autoridades correspondientes. Atentamente: Los Guerrilleros''