DOMINGO 24 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť El festival de San Sebastián tributa homenaje a la trayectoria del actor
Michael Caine: la voz de Dios se oiría como la de John Huston
Ť "Fui un hooligan hasta que un sacerdote me sacó de la calle; tras ello encontré mi vocación"
Angel Vargas, enviado, San Sebastián, 23 de septiembre Ť Sir Michael Caine deja aflorar su carisma y reconoce que de no haber aparecido la actuación en su existencia, hubiera sido un gángster, muy similar al personaje que interpreta en Shiner, la más reciente película de John Irvin.
Proyectada fuera de concurso en la sección oficial de la 48 cita fílmica de San Sebastián, esta película enmarcó el homenaje que por su trayectoria se le tributó esta noche al prestigiado actor inglés con la entrega del Premio Donostia, galardón que la dirección del festival decidió concederle a la par que a su colega estadunidense Robert de Niro, quien tendrá su propia ceremonia en los próximos días.
Mejor actor de reparto en la pasada entrega de los Oscar por su participación en The cider house rules --también de John Irvin--, Caine comentó que su reciente papel como Billy Shiner Simpson ha sido uno de los favoritos en su carrera, cuyo inicio se remonta a 1956.
Entre otras razones, mencionó que vivió en un barrio y en un ambiente similares a los del tramposo, obsesionado y hasta sicótico promotor de box que encarna en la cinta.
"Probablemente yo hubiera podido ser un Shiner, porque en mi juventud fui un hooligan hasta que un sacerdote me sacó de la calle y en un club de la juventud me encontré, gracias a un taller de actuación, con la que habría de ser mi vocación."
La cinta de Irvin relata la historia de un hombre que centra todas sus esperanzas de gloria y riqueza en su hijo, un boxeador que sin estar lo suficientemente preparado disputa una pelea de campeonato mundial con trágicos resultados no sólo para él, sino para su propia padre y demás gente que lo rodea.
Al termino de la proyección, Caine, cuyo nombre verdadero es Maurice Mickelewhite, relató a la prensa algunas de sus variadas experiencias tanto en filmes como con directores. Por ejemplo, narró que adoptó su nombre artístico en homenaje a una de sus películas favoritas: The Caine Mutiny.
Tres o cuatro películas cada año
Respecto a los dos premios Oscar que ha obtenido, señaló que le han representado la ventaja de mejorar la calidad de los papeles que le han ofrecido: "No he trabajado durante dos años y medio después del primer Oscar porque no me ofrecían guiones que quería interpretar, pero desde que recibí el segundo hago tres o cuatro cintas al año".
Si alguna vez se oyera hablar a Dios, sonaría como John Huston, pues éste "tenía ese acento que cuando decía algo ya sabías que iba a ir bien, que iba a funcionar bien y que Dios estaba de tu parte.
"Eso es lo que me gustaba a mí de trabajar con él. Recuerdo que un día le dije: 'John, nunca me das indicación alguna, no me dices lo que tengo que hacer', y me contestó: 'šMichael!, se te paga mucho dinero para hacer este papel, deberías poder hacerlo sin ningún consejo mío'".
Luego negó que Woody Allen sea un cineasta que permita amplias libertades e improvisaciones, imagen que deja en sus películas.
"Para él la palabra improvisación es el gran mito. Woody es el guionista, el director y la estrella, y tienes que decir las líneas que te ha dado; si añades algo, corta la escena".
Alto, regio, Caine peina canas que disimula entre su rubia cabellera y está convencido de que los actores británicos nacen y punto: "Los estadunidenses se destrozan antes de cada escena, nosotros simplemente apretamos el interruptor".
Agregó que los ingleses desempeñan los roles que desprecian los estadunidenses, como los de lisiados, homosexuales o malos.
El actor británico de 67 años recibió en 1996 en San Sebastián el premio a la mejor actuación masculina por su papel en Sangre y vino, de Bob Rafelson.
No obstante sus indiscutibles valores interpretativos, luego de su debut en el cine en 1956, tuvo que bregar mucho para conocer la popularidad, la cual le llegó al encarnar al agente Harry Palmer en la trilogía Icpress (1965), Funeral en Berlín y Un cerebro de un billón de dólares (ambas de 1967).
Informó que en noviembre comenzará a rodar Last orders y que ha aceptado protagonizar el remake de Quiet American. Mientras, entre película y película se dedica a escribir un thriller que algún día le gustaría dirigir él mismo.
"Tengo muy buenos amigos en el mundo del cine, con quienes me gustaría concretar este proyecto". Recordó especialmente al escocés Sean Connery, con quien rodó El hombre que pudo reinar, bajo las órdenes de Huston.
Subrayó que cuando un artista es reconocido con un premio tan importante como lo es el Donostia "se puede pensar que es tiempo de ir a oler rosas", pero aseguró que eso no ha pasado ni pasará en él, ni aún con los dos Oscar ganados, y aseguró que habrá Michael Caine en las pantallas todavía para mucho rato: "Aunque estén aburridos de mí, voy a seguir trabajando".