DOMINGO 24 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť El informe de la CIA sobre Chile lo confirma
Sí sabía EU de la operación en AL para asesinar opositores
Ť Es una historia sórdida y vergonzosa: investigador Kornbluh
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 23 de septiembre Ť El gobierno de Estados Unidos estaba enterado desde 1974 de la creación de una conspiración internacional promovida por Augusto Pinochet y otros regímenes militares cuyo propósito explícito era asesinar opositores políticos, y los resultados de este proyecto, que sería conocido mas tarde como Operación Cóndor, hoy día están bajo investigación como crímenes contra la humanidad.
En un informe público de la CIA presentado esta semana, la agencia de espionaje estadunidense reconoce que Washington estaba enterado desde 1974 de que los regímenes totalitarios de la región estaban colaborando sobre asuntos de inteligencia y que un resultado directo de esta colaboración era un programa de asesinatos políticos.
A pesar de este conocimiento, al año siguiente el FBI participó directamente en este esfuerzo multilateral de represión indiscriminada, en lo que poco después se conocería como Operación Cóndor.
Un año después del golpe, la CIA y otras agencias estadunidense estaban enteradas de la cooperación bilateral entre los servicios de inteligencia regionales para rastrear actividades y, en algunos casos, matar a opositores políticos.
Este fue el plan precursor de la Operación Cóndor, un convenio para compartir inteligencia entre Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay establecido en 1975, declara la agencia en el informe titulado Las actividades de la CIA en Chile, donde se habla por primera vez de lo que hizo en ese país en los años 60 y 70.
Los detalles de la Operación Cóndor en América Latina han sido documentados por la corresponsal de La Jornada en Buenos Aires, Stella Calloni, y el investigador estadunidense John Dinges, pero la CIA y Washington han insistido que aunque reunieron información sobre este proyecto de represión, no colaboraron conscientemente con los que lo implementaron.
La información difundida por la CIA esta semana, junto con algunos documentos oficiales dados a conocer anteriormente, parecen poner estas aseveraciones en duda.
Los detalles completos de la colaboración de Estados Unidos con la Operación Cóndor aún no se han dado a conocer en este país, pero el hecho de que se haya admitido el conocimiento, por parte de Estados Unidos, de la construcción de un proyecto para asesinar y perseguir a opositores, además de evidencias de que oficiales estadunidenses participaron en estas actividades y que promovieron el establecimiento de la Operación Cóndor, indican que Washington podría estar implicado en los abusos de derechos humanos que hoy en día son investigados por varios gobiernos, incluyendo al juez español Baltasar Garzón.
Colaboración y exterminio
Documentos secretos estadunidenses obtenidos por la organización no gubernamental National Security Archive incluyen una carta fechada 6 de junio de 1975 firmada por el agregado del FBI en la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, Robert Scherrer, al general chileno Ernesto Baeza, director de la Dirección General de Investigaciones del gobierno de Pinochet, que registra explícitamente la colaboración estadunidense con las fuerzas de seguridad de Chile, Paraguay y Argentina.
Scherrer escribe que el ciudadano chileno Jorge Isaac Fuentes, miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, fue detenido el 17 de mayo en Asunción, Paraguay, e informa que además de confesar que era miembro de la Junta Coordinadora de ese grupo, el detenido tenía un libro de direcciones con anotaciones de individuos y direcciones en los Estados Unidos.
Scherrer escribe al general chileno que "el FBI comenzó una investigación en Estados Unidos concerniente (sic) a las personas y direcciones mencionadas... Le informaré los resultados de la misma tan pronto los tenga en mi poder".
La Comisión Nacional de la Verdad y la Reconciliación de Chile estableció años después que Fuentes fue torturado en Paraguay, entregado a la policía secreta chilena y figura como "desaparecido". El gobierno estadunidense no ha divulgado más información sobre esta "investigación" del FBI.
No obstante, el hecho de que el FBI estaba dispuesto a colaborar con una investigación de este tipo, aun después de que el gobierno estadunidense estaba enterado (co- mo lo confirmó oficialmente la CIA) de que estas colaboraciones estaban vinculadas a asesinatos políticos, sugieren un nuevo nivel de complicidad de Estados Unidos en las acciones de las dictaduras.
John Dinges, investigador y periodista que ha examinado estos temas durante varios años, cree que Estados Unidos no sólo estaba enterado de la colaboración regional, sino que la promovió activamente.
"Estados Unidos, a través del FBI, estaba alentando a que estos servicios de espionaje coordinaran su inteligencia", comentó Dinges a La Jornada. "Así me lo explicó el propio Scherrer cuando lo entrevisté antes de que muriera", dijo.
Agregó que entonces el ex funcionario del FBI negó que Estados Unidos hubiera alentado asesinatos políticos, pero Dinges, quien actualmente escribe un libro sobre la Operación Cóndor, cree que Scherrer tuvo un papel importante al promover la formalización de esta colaboración regional entre dictaduras del Cono Sur.
Estas revelaciones, junto con el reconocimiento esta semana de que el jefe del servicio de inteligencia de Pinochet, general Manuel Contreras, tuvo una relación con la CIA, han provocado nuevas demandas por la divulgación de más información oficial sobre el papel de la CIA en los abusos de los derechos humanos cometidos en América Latina en los años 70.
"Este informe (de la CIA) dejó salir al genio de la botella --consideró esta semana el investigador Peter Kornbluh, director del proyecto sobre Chile del National Security Archive, al diario The Washington Post--. Y no lo pueden meter de nuevo".
El y otros investigadores creen que Washington aún no ha rendido una cuenta total del papel de este gobierno en la represión desatada en Chile después del golpe militar de 1973. "Esta es una historia sórdida y vergonzosa, pero tiene que ser contada", concluyó Kornbluh.