SABADO 23 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Nueva York bajo el volcán
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Nueva York, 22 de septiembre Ť "Dicen que van a vender el Popocatépetl, que lo van a privatizar", relata Jorge sin ironía, sólo compartiendo la noticia.
Mesero poblano en Nueva York, Jorge se crió a un costado del volcán. "Los extranjeros", insiste, están interesados en los minerales del cráter.
Llegó a la ciudad hace un par de años. Trabajó en la distribución de vegetales; pasó años en las cosechas de fresas en California. Ahora limpia mesas en un pequeño bar y restaurante: "Aquí, lo único que hace uno es enriquecer a los gringos".
Desea regresar cuanto antes a Puebla para estar con su familia. No le gusta este centro mundial, donde trabaja sin descanso para ganar muy poco. Pero "ese poquito", reconoce, es más de lo que podría ganar en su país.
"Me encanta leer; no me gusta platicar de cosas sin saber de qué se trata", dice Rafael, otro inmigrante reciente de Puebla en Nueva York. "Pero sí sé que las cosas están mal allá, si por esto ando aquí, y ahora me preocupa mucho la llegada de los reaccionarios al gobierno en México. ƑCuál cambio? Para los que son como yo, todo continuará igual".
Para los miles de poblanos, guerrerenses, morelenses y otros mexicanos aquí, las "buenas noticias" del crecimiento económico en México, de las "cuentas sanas" del ejercicio fiscal del gobierno y del creciente comercio internacional, no han significado mucho.
Ello, porque no se les avisa, y menos se les invita, a foros como la reciente Cumbre del Milenio, o los de Wall Street, en los cuales los mensajeros -el presidente Ernesto Zedillo, el secretario de Hacienda, José Angel Gurría, y otros- llegan para anunciar sus logros.
Hace una semana, no lejos de donde trabajan Jorge y Rafael, dos inmigrantes en Long Island fueron golpeados por dos anglosajones que, fingiendo ser contratistas, los llevaron a un edificio abandonado, donde con palas y cuchillos los dejaron heridos. Fueron hospitalizados.
Eso informa una minúscula nota en The New York Times, perdida entre anuncios de ropa fina, zapatos, aparatos eléctricos y otros objetos que abundan en el auge económico más largo de la historia estadunidense (algunos seguramente maquilados en México, tal vez hechos por las manos de familiares de los golpeados).
La nota casi nunca publicada aquí es la lucha cotidiana de los mexicanos que rehúsan ser "víctimas".
Ejemplo de lo anterior son los trabajadores en las tiendas -varias en barrios exclusivos, como Greenwich Village- que buscan sindicalizarse para no ser obligados a laborar hasta 14 horas, con salarios inferiores al mínimo legal, en el país que hace más de cien años fue sede de la lucha por la jornada de ocho horas.
La lucha es también de las agrupaciones de defensa de los inmigrantes, las cuales organizan a sus comunidades para demandar servicios sociales y mayor atención por parte de las autoridades locales, así como de las mexicanas.
Otro ejemplo es el creciente movimiento de los "invisibles" indocumentados a favor de una amnistía general y el de individuos como Jorge y Rafael, quienes luchan por una vida digna aquí, para enviar fondos a sus familias en México, y que mantienen alertas a los periodistas sobre posibles ventas de volcanes bajo cuya sombra nacieron.
Son pocos los asuntos que sirven de consuelo a los mexicanos indocumentados en Nueva York al describir su experiencia personal con la "globalización", pero ya están mudando cosas de su casa a esta ciudad: en los supermercados están apareciendo, por primera vez, chiles chipotles, moles, y hasta flor de jamaica.
Sólo faltaría que trajeran a Don Goyo para competir con el Empire State o la Estatua de la Libertad.