VIERNES 22 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 


Ť Alejandro Nadal Ť

El mundo visto desde Praga

En la reunión en Praga del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) domina una idea: la apertura comercial y financiera conduce al crecimiento económico y un aumento en el bienestar de la población. El dogma es simple: mientras la liberalización financiera canaliza flujos de capital y nueva inversión productiva, la apertura comercial permite desarrollar las ventajas comparativas. El resultado sería una nueva y más eficiente inserción en la economía mundial.

Pero los funcionarios reunidos en Praga no quieren ver que la experiencia reciente de la economía mundial no confirme la validez de este razonamiento.

Por ejemplo, para América Latina, el análisis de datos del FMI, UNCTAD y CEPAL para el periodo 1980-1999 revela que los países que llevaron a cabo las reformas estructurales y que recibieron mayores flujos de capital crecen a tasas mediocres, o sufren un deterioro intenso de sus cuentas externas, o experimentan ambas cosas simultáneamente.

En Brasil, aunque la inversión extranjera más que se duplica (pasa de 7.4 por ciento a 16 por ciento del PIB entre 1980-1997), la tasa de crecimiento promedio 1991-1998 es un desalentador 2.8 por ciento. Y el déficit en la cuenta corriente se multiplicó por 2.6 entre 1980 y 1998, alcanzando 34 mil millones de dólares ese último año. Es decir, a pesar de recibir grandes volúmenes de capital foráneo, la economía brasileña ni crece, ni resuelve sus problemas de balanza de pagos.

La economía mexicana es otra gran receptora de flujos de capital (la inversión extranjera pasa de 6 a 22 mil millones de dólares entre 1990 y 1999) pero el crecimiento es un mediocre 3 por ciento en el periodo. A pesar de ello, el deterioro en el saldo de la cuenta corriente aumenta y hoy es casi dos veces el reportado para 1980. Los problemas estructurales de México persisten bajo el modelo neoliberal.

Argentina crece a una tasa promedio anual para el periodo de 5.8 por ciento, pero sufre un fuerte deterioro en las cuentas externas. El déficit en cuenta corriente se triplica entre 1980-1998. Los flujos de capital pasan de 6.9 a 12.3 por ciento del PIB, pero Argentina no puede crecer sin agravar sus desequilibrios en las cuentas externas. El flujo de capital de corto plazo contribuyó a deteriorar más el déficit comercial, permitiendo financiar artificialmente un creciente volumen de importaciones. La vulnerabilidad externa y las crisis crónicas no desaparecieron.

Quizás el caso más interesante en América Latina es Chile, considerado un ejemplo de una economía neoliberal eficiente. El flujo de capital como proporción del PIB alcanzó un impresionante 33 por ciento en 1997 (en promedio anual, entre 1980-1997 fue de 22 por ciento del PIB). La tasa de crecimiento alcanzó 7 por ciento anual, pero se acompaña de un fuerte deterioro en la balanza comercial cuyo déficit casi se triplica en el periodo. Además, los problemas estructurales de la economía chilena y en especial los del sector exportador persisten. Entre esos problemas destaca una explotación cada vez más intensa de recursos naturales.

Estos ejemplos no son aislados. En general, los países en vías de desarrollo sometidos a las recetas del FMI no han podido crecer sin incrementar su déficit externo. Los datos de UNCTAD revelan que los países en vías de desarrollo incrementan sus importaciones al crecer a tasas de 4-5 por ciento anual. En cambio, sus exportaciones alcanzaron un tope por las prácticas proteccionistas de los países más desarrollados.

Este panorama se agrava porque la estructura del comercio mundial ha evolucionado, dejando atrás el tiempo en que sólo un pequeño grupo de países asiáticos forzaba su entrada en los mercados mundiales. Ahora es un gran número de países el que adopta estrategias de crecimiento basadas en las exportaciones y el mercado de manufacturas se asemeja más al de producto primarios, con fuertes episodios de volatilidad en precios.

Aunque los funcionarios del FMI-BM reunidos en Praga no lo crean, las dificultades de balanza de pagos de los países en vías de desarrollo son estructurales y no coyunturales. Como las características del modelo neoliberal impiden el ajuste necesario para restablecer equilibrios, la única manera de convertir un déficit en un superávit de la cuenta corriente en el corto plazo requiere una fuerte recesión (como en México en 1995). El costo social es altísimo y es claro que se necesita una reorientación fundamental en la estrategia económica aplicada en los países en vías de desarrollo.