VIERNES 22 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Luis Javier Garrido Ť

La lección

los años que vienen no estarán marcados sólo por la llegada a Los Pinos de Vicente Fox, primer presidente panista, sino porque no habrá frente a él una gran organización de izquierda que tenga una propuesta alternativa.

1. El PRD fue uno de los grandes perdedores del 2 de julio, pero sus dirigentes lejos de hacer un ejercicio autocrítico han culpado de la debacle al gobierno de Zedillo, a "una conjura misteriosa", a los votantes que no supieron lo que hacían y sufragaron por "la derecha", o a "la traición" de muchos de sus cuadros. Nadie se interrogó por qué los mexicanos no vieron en el PRD al factor del cambio y por qué, si en las cifras oficiales en 1988 Cárdenas obtuvo con el FDN 31 por ciento de los votos, con el PRD no obtuvo en 1994 más que 17 por ciento, y 16 por ciento en 2000.

2. Las burocracias perredistas en el partido o en el gobierno capitalino no han tenido autocrítica alguna ante las experiencias de los últimos meses y satisfechas de conservar el enclave del DF parece que no aprendieron la lección y a todas lucen persisten en la misma vía, como se ve ante los próximos procesos electorales o en el caso de la UNAM (1999-2000). El PRD se asumió ante el movimiento estudiantil como una fuerza política "institucional" que aceptaba colaborar con el régimen para reprimir una expresión social situada a su izquierda que no podía controlar, por lo que avaló las cuotas que, desde antes de la huelga, negoció con Rectoría a espaldas de los estudiantes, y más tarde desató una feroz campaña contra el CGH y no tuvo límites para reprimir a los estudiantes y fabricarles en diciembre monstruosas acusaciones.

3. Nadie puede ignorar, como tantas veces se demostró, que a lo largo de todos esos meses el gobierno capitalino en abierto peculado y teniendo una injerencia inaceptable en los asuntos propios de una universidad pública, utilizó bienes y recursos de la ciudad y todo su inmenso aparato de propaganda en abierta connivencia con De la Fuente, tratando de aplastar al movimiento estudiantil a fin de conservar a la UNAM como un coto partidista.

4. El discurso del PRD se fue haciendo cada vez más doble como en el caso de los partidos socialdemócratas europeos y, paradójicamente, como en el del PRI: el partido al cual el PRD se dio la misión histórica de vencer y al cual ha terminado por parecerse tanto por la falta de principios de sus dirigentes, más preocupados antes de las elecciones por la compra de votos, que por gobernar después de éstas de manera diferente.

5. El caso de la despenalización del aborto mostró ese doblez del perredismo. El gobierno capitalino se opuso tajantemente en 1998 a que se reformara la legislación penal en la materia, como se hizo hace 30 años en la mayor parte de los países europeos al reconocerse el derecho de las mujeres a la libre interrupción del embarazo durante las primeras semanas --pudo haberlo hecho porque contaba con una amplia mayoría en la Asamblea--, argumentando que se concitaría la oposición del clero en 2000. Y hace unas semanas, tras el caso de Guanajuato, el gobierno de Rosario Robles desarrolló una campaña propagandística descomunal al proponer modificaciones a las leyes penales, pretendiendo evidenciar sus diferencias con el panismo, pero en los hechos una vez más se opuso a la despenalización del aborto en los términos que existe en decenas de legislaciones en el mundo. Es decir, que pretendió hacer lo que no hizo.

6. La estrategia de un partido político que se asume "de izquierda" no puede sustentarse en la pretensión de capitalizar los errores reales (o inventados) de quien gobierna (o como acontece ahora de quien apenas va a gobernar), tratando de disimular lo que ya se sabe: su carencia de una propuesta alternativa a la de las otras fuerzas políticas. Los dirigentes perredistas han acusado a Fox luego del 2 de julio de querer privatizar Pemex y la industria eléctrica o simplemente de ser un neoliberal, siendo que su propuesta no se distingue en los grandes rubros de la del guanajuatense o de la del PRI, y sobre todo cuando no se puede ocultar que en los últimos años los líderes del PRD no tuvieron más preocupación que convertirlo en un partido funcional al FMI y al Banco Mundial.

7. El PRD actual, sin un proyecto de cambio real y carente de una ética política, tiene ya serios problemas para diferenciarse de los restos del PRI y de los otros partidos "socialdemócratas", que con seguridad obtendrán el registro en el nuevo sexenio: desde el PSD salinista hasta la organización que conformarán políticos y fuerzas "de izquierda" que apoyan a Fox y están en vías de organización (Milenio Diario, 21/09). Todos ellos, como el PRD, con una plataforma vaga e imprecisa, pero desde luego funcionales al FMI y al Banco Mundial y, al igual que éste, dispuestos a negociar su inserción en espacios políticos cada vez mayores.

8. La situación es harto significativa para el futuro inmediato del país, después de las experiencias de gobierno de representantes perredistas, de la huelga en la UNAM y de las elecciones de 2000. El PRD, a pesar de lo que pretenden varios de sus dirigentes, no tiene un proyecto alternativo y es claro que buena parte de sus cuadros carece de autoridad moral para pretenderse la dirigencia de "la izquierda mexicana" y para hablar en nombre de las organizaciones populares.

9. El 2 de julio trajo como hecho fundamental, además del triunfo de Fox, que muchos mexicanos estén entendiendo de manera más clara lo que ya se había discutido en particular tras el surgimiento del EZLN, y es que el cambio real tiene que venir de la sociedad y no de los dirigentes políticos, y mucho menos de aquéllos que en el ejercicio del poder reproducen las prácticas políticas del PRI, hablan en nombre de los mexicanos, aunque no consultan ni a las bases de su partido y ya han aprendido a negociarlo todo a espaldas y en contra de las propias comunidades, como se vio en el caso de la UNAM.

10. La propuesta alternativa para el país está delineándose desde hace varios años, lo mismo en los diálogos de los Altos de Chiapas que en las aulas de la UNAM o en los foros de los trabajadores que buscan romper el control corporativo del Estado, y ésa es la lección de estos meses: el cambio no pasa por los partidos políticos. Ť