JUEVES 21 DE SEPTIEMBRE DE 2000
? A 18 años de su muerte, sigue el olvido oficial

Martínez Ocaranza es el poeta del diario y de los dioses menores

? Era más afín a Revueltas, que a la academia: González Rojo

César Güemes ? Hoy alcanza, muerto, su mayoría de edad. Michoacano, catedrático universitario y comunista, Ramón Martínez Ocaranza dejó la vida hace 18 años. No tuvo que marchar: le tocó bola blanca en el sorteo. Aunque luego se las vería negras con la frialdad del silencio de sus contemporáneos.

Hermano de algún modo de Juan Bautista Villaseca (''Hoy es el tercer día de un año sin consuelo") y de Miguel Guardia (''Te vas, te vas, te vas, pero te quedas, de mí no te despidas") y por esa misma vía nieto de Espronceda, Marx y Antonio Plaza, el poeta bebió la última antes de irse pero dejó en papel Otoño encarcelado, La elegía de los triángulos, Elegías a la muerte de Pablo Neruda, La patología del ser y La edad del tiempo.

Falso, lo del camello y la aguja

Imposible considerarlo escandalizable para su época. Incluso y sólo por contradecir a las historias oficiales de poesía, Ocaranza es claramente un poeta del diario, de los dioses menores y de las muertes continuas:

''Todos los manicomios están locos./ Del uno al cien. Del cien al infinito./ Cada loco se comunica de su propia cueva./ Cada cueva se comunica de su propio loco./ Que no hay cueva que no se comunique de su imagen./ ¿Quién es ese que va comunicándose de fuego por todo su camino?/ ¿Es el Dante?/ Contéstame, Beatriz. No seas tan perra./ Devuélveme las puertas del infierno que nunca me cerraste."

¿Leído?, sí. ¿Olvidado?, también. ¿Vuelto a la vida?, veremos, porque eso depende de los lectores y de la marisquería a donde acudan a paliar sus necesidades de fósforo. Fue reconocido, sin duda, hay que decirlo. En noviembre de 1995, Enrique González Rojo dictó en Michoacán una amplia cátedra sobre su obra que tituló ''La patología del ser de Martínez Ocaranza''. Gonzalez Rojo recorre el amplio camino literario del poeta y advierte sin ambages:

''Ramón Martínez Ocaranza no proviene directa y servilmente de ninguna de las escuelas, tendencias o generaciones poéticas de nuestro país. Ni del modernismo, ni del posmodernismo, ni siquiera de la vanguardia. No está cerca de los Contemporáneos o de Paz. No hay afinidades con Alí Chumacero o con Rubén Bonifaz Nuño. Es posible hallar algún punto de contacto con Efraín Huerta, pero a mi entender, no es muy ostensible ni muy significativo. Quizá haya mayor cercanía de Ramón con un novelista y cuentista como José Revueltas, que con los poetas mexicanos que lo antecedieron o fueron sus contemporáneos.''

Así lo demuestra, por ejemplo, su Elegía de la razón pura. Veamos: "Hay construcciones/ como cuando el tiempo.../ El odio es/ la parte que nos toca/ de la señal./ Es falso/ lo del camello y de la aguja./ Las palabras/ tienen violentos choques/ en sus núcleos./ Y cuando se definen/ los amores,/ nace la rabia/ que los mata. En las tabernas/ crecen/ los conceptos".

Desencantado, tal vez, y un poco ácido, pero certero. Escribió en La lepra sumergida: ''La muerte es una campana llena de relojes podridos./ Sabe de los violines desdichados./ Va por los bosques de las pescaderías/ descomponiendo arquitecturas./ Y cuando sueña que los jeroglíficos./ Cuando le da la mano a las doncellas./ Cuando pinta los muros de los ataúdes (...) La muerte es una serpiente con ferrocarriles/ donde los hospitales;/ donde el viento;/ donde los ojos de los minotauros".

A 18 años de que dejara para toda la vida Michoacán, vale recordar a Ramón Martínez Ocaranza cuando decía, sin querer diciendo:

''Hay tiempos de llorar; también hay tiempos de patear el llanto."