JUEVES 21 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Sami David Ť

La mexicanidad de Chiapas

Vinculación histórica, unidad geográfica y vocación democrática. He ahí las características que para los chiapanecos concilia el 14 de septiembre de 1824, fecha que en el ámbito nacional agregamos a estos días patrios. La conciencia cívica tuvo su máxima expresión en la entidad, puesto que la ciudadanía determinó consagrar el territorio de Chiapas a la federación mexicana. Y sin condiciones. La denominada mexicanidad chiapaneca jamás se ha puesto en tela de juicio. Y menos ahora que los ojos del mundo continúan sobre la entidad.

En Chiapas, más que en ningún otro estado de la República, se cumple de manera fehaciente el pacto federal. Desde su integración a México, ha aportado su mejor esfuerzo por fortalecer el desarrollo democrático en virtud de su legado histórico de colaboración ciudadana. Su voluntad y su vocación democráticas jamás se han puesto en tela de juicio. Desde esa fecha histórica, la participación de la ciudadanía es de gran trascendencia.

Chiapas continúa siendo un referente, un elemento clave para la agenda política. La nueva correlación de fuerzas en el ámbito nacional debe ser un incentivo para destrabar la inmovilidad del conflicto. Los chiapanecos, ahora más que nunca, tenemos que generar iniciativas propias para encauzar el proceso de paz y reconciliación. Recuperar el diálogo como una medida política de convocatoria social, a fin de trabajar en paz, es lo conducente. La sociedad mexicana, y la chiapaneca en especial, deben recordar que todo es inédito a partir de la nueva situación política que determinó el sufragio.

La novedosa correlación de fuerzas es importante: la asunción de la titularidad del Ejecutivo no priísta a partir de diciembre; la mayoría tricolor en las Cámaras, al igual que en los gobiernos estatales y municipales, ofrecen un panorama propicio para generar diversas propuestas a fin de lograr apaciguar los ánimos en Chiapas. Por supuesto que es evidente que los diferentes actores políticos de la entidad están obligados a dar su mejor esfuerzo en este proceso. Y convencidos de que la legalidad es el camino a seguir, no el odio ni el rencor. La polarización social a nada conduce. La ciudadanía apostó por la civilidad a través del sufragio, esto es evidente. A los ojos del mundo Chiapas demostró una vez más su madurez y concordia.

Por supuesto que ya es sabido que a pesar de su riqueza natural y humana, Chiapas sigue siendo un estado con muchas asignaturas pendientes en materia de bienestar y paz social. El gobierno dividido ya es una realidad en México. El nuevo titular del Ejecutivo debe buscar los espacios necesarios para acercarse a los grupos beligerantes de la entidad. Y aprovechar la sensibilidad social, la responsabilidad de la representación popular. Los legisladores, partiendo de su experiencia y compromiso social, pueden establecer los vínculos necesarios para que Chiapas resurja.

Cierto: la pluralidad del México actual no se basa sólo en la composición heterogénea de fuerzas políticas en la sociedad y en la representación nacional, sino en el buen uso de la política, el debate y discusión de los temas que a todos aquejan. La responsabilidad de poner en marcha los acuerdos de San Andrés descansa, ahora, en los diputados y senadores, indistintamente de sus siglas partidistas. El cambio, en México, ya es irreversible. Este nuevo reto, este nuevo desafío mexicano, es sano y congruente con nuestro legado histórico. Sí, hay nuevos tiempos, nuevas expresiones pluripartidistas. La participación ciudadana es indispensable. La nueva geografía política significa voluntad, ejercicio responsable de las libertades de que gozamos. Chiapas es un referente pendiente en nuestra agenda nacional.