MIERCOLES 20 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 


Ť Angeles Sánchez Gutiérrez Ť

Quehacer para la memoria

Muy pocas personas conocen con detalle la función de una cineteca. Y más cuando se trata de una cineteca con las características de la nuestra: cuatro salas para 560 espectadores (una en remodelación) y dos de 40 butacas. La percepción general es que se trata, básicamente, de un cine en el que se exhiben películas de calidad: diferentes, novedosas, propositivas e incluso en ocasiones ''extrañas", pero a final de cuentas, un cine.

Durante años, la industria cinematográfica orientó sus esfuerzos para conseguir la máxima calidad en los materiales, técnicas y sistemas de trabajo que supondrían una superior factura de la obra producida y, por tanto, mayores ganancias. La preservación del material, más allá del tiempo necesario para su explotación comercial, no significó una prioridad.

Con el advenimiento del sonido, esa industria se enfrentó a una gran transformación que provocó, entre otras cosas, que el cine producido en la época muda perdiera interés, se devaluara y eventualmente desapareciera.

Esta situación propició la aparición de las primeras filmotecas o cinetecas pocos años después. Pero no surgieron porque la propia industria entendiera la necesidad de conservar la cinematografía, sino porque amplios sectores de la población advirtieron que con la desaparición del cine estaban desapareciendo, también, elementos fundamentales de la historia personal y social. Finalmente, el séptimo arte empezó a valorarse como parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Cualquier país sin cine propio, hoy día, es invisible. Cualquier país sin memoria fílmica está sometido a un proceso de pérdida irrecuperable de buena parte de su sensibilidad y riqueza. Porque un país sin memoria fílmica es como una familia sin álbum de fotografías. El cine es la memoria que nos permite vernos desde otra perspectiva, reflexionarnos, confrontarnos, entendernos.

Los seres humanos necesitamos consultar nuestra propia presencia permanentemente en cuanto espejo, vitrina o metal reflejante nos salga al paso. De lo contrario, nos sentimos inseguros, impresentables. En este sentido, el cine hace las funciones de un espejo que al reflejarnos nos devuelve no sólo conceptos de lo que somos, sino también historia, costumbres, modas, formas de hablar y de manejar el cuerpo, expectativas e imaginarios colectivos.

Por ello y aun cuando ni los materiales ni los procesos de elaboración del cine han sido pensados para la conservación a largo plazo, las cinetecas trabajan para controlar las condiciones de uso y almacenamiento con la finalidad de procurar una larga vida a las películas.

La Cineteca Nacional tiene dos funciones primordiales: conservar y difundir el patrimonio fílmico del país. Hablamos, entonces, de un archivo que preserva, custodia y mantiene la memoria audiovisual en las mejores condiciones posibles.

Es ésta, lamentablemente, una labor en ocasiones oscura y poco reconocida por ser la parte menos glamorosa de todo cuanto rodea a la cinematografía, pero muchos ignoran que gran parte de las películas que ven, las pueden ver porque han sido salvadas y conservadas por una cineteca.

Texto leído por la titular de Acervos de la Cineteca durante la presentación del clip Tesoros del acervo y la apertura de las nuevas instalaciones del Centro de Documentación e Investigación de esa instancia cultural