MARTES 19 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť La vida del autor de Metro Balderas quedó truncada por el terremoto de 85
Provocativo e irónico, Rockdrigo permanece en la memoria roquera
Ť El próximo sábado se rendirá homenaje al cantor de Hurbanistorias en el Alicia
En el panteón de la Trinidad descansa Rockdrigo González abrazando su proyecto rocanrolero truncado abruptamente, igual que su vida; hoy se cumplen 15 años de que murió, luego del terremoto que azotó a la ciudad a la que le cantó.
Rodrigo Eduardo González Guzmán nació el 25 de diciembre de 1950 en el puerto de Tampico, Tamaulipas; en ese lugar transcurrió su infancia entre jarana, pescadores, huapango, el mar y un poco de rocanrol.
Ya veinteañero y estudios superiores por concluir, además de una sólida cultura roncarolera, Rodrigo decidió dejar su terruño y emigró a la ciudad de México. Llegó a la casa de su viejo amigo Gonzalo Rodríguez (falleció tiempo después), quien vivía en la calle de Hamburgo, "muy cerquita de la Zona Rosa"; ya instalado, Rodrigo se dio cuenta de que era un lugar estratégico para lo que había venido a la capital: tocar rock.
A finales de la década de los setenta, después de rolar con personajes como el malogrado escritor Jesús Luis Benítez y de haber aprobado el curso básico de la onda, que consta, a saber, de siete materias troncales: lengua, hagiografía, geografía, sexología, farmacología, musicología y fenomenología (curso que le fue impartido por el célebre catedrático de la onda, Parménides García Saldaña), Rodrigo se lanzó -diploma bajo el brazo- a deambular por esta vieja ciudad de hierro; en sus recorridos encontró suficiente material para nutrir lo que sería su obra músico-rocanrolera, que resultó una mezcla de todo lo visto: personajes urbanos, dragones, Freud, Sócrates, travestis, Borola Burrón, ratas, máquinas de tiempo, canicas, el Metro Balderas, Kalimán e imágenes que traía de su añorada vida portuaria.
Uno de los iniciadores del movimiento rupestre
0Ya a principios de los ochenta, Rodrigo logró tener amistades en el ambiente roquero, principalmente con músicos como Beto Ponce, Rafael Catana, Roberto González, Fausto Arrellín y Nina Galindo, entre otros, con quienes inició el llamado movimiento rupestre; eran los tiempos del Foro Tlalpan, lugar que servía de refugio a todos los itinerantes rocanroleros.
Rockdrigo, nombre que algunos cuentan se lo endilgó Javier Bátiz, otros dicen que fue una chava del Foro Tlalpan, quien se lo puso para distinguirlo de otro Rodrigo que trabajaba en ese lugar; ya con este apelativo, el tamaulipeco empezó a llamar la atención, no sólo del público, sino de músicos y críticos: "...el Borrado y el Cartucho me dijeron que la onda de este maestro estaba buenísima, incluso me cantaron cachos de sus canciones, así es que fui a verlo tan pronto como pude, porque es rarísimo que un rocanrolero se exprese tan entusiastamente de otros..." (José Agustín, Contra la corriente, Diana, p. 50).
Con un incipiente prestigio como compositor y cantante, Rockdrigo tocaba y hacía música prolíficamente, musicalizaba obras de teatro, se presentaba en clubes con mayor aforo, participó en concursos, ofreció recitales en escuelas, bibliotecas y galerías, todo parecía mejorar, sólo hubo un pero: no había quién le ofreciera un contrato discográfico (al principio de los ochenta, pocas, muy pocas disqueras le apostaban al rock mexicano), así que el Profeta del Nopal se aventuró a grabar su material con recursos propios y la pequeña ayuda de sus amigos -y su chava. Así vio la luz pública la única grabación realizada por Rockdrigo: Hurbanistorias, casetito con 12 rolas, que él mismo vendía en sus presentaciones, en el naciente Tianguis del Chopo o donde se pudiera.
Es menester destacar que esa producción muestra el potencial artístico de González Guzmán: su buen y desenfadado manejo del lenguaje, su estilo provocativo, irónico, nostálgico y un Rockdrigo que biseccionaba la realidad con suma destreza y sencillez.
En 1983, Rockdrigo participaba en el Tríptico Rupestre, donde formó su única banda, bautizada como Qual e integrada por Fausto Arrellín, guitarra; Francisco Acevedo, bajo, y Adrián Gazca, batería. El grupo estuvo con él desde entonces y si no acompañaba al cantante errante, interpretaba su música paralelamente, pues mientras González cantaba en el Wendy's, Qual tocaba en la obra de teatro Abolición de la propiedad.
La última ocasión que tocaron juntos Qual y Rodrigo González fue el 15 de septiembre de 1985, en el Salón Margo, en el festejo del primer aniversario del periódico La Jornada; Rockdrigo, solo, se presentó por última vez el 18 del mismo mes en la Librería Benito Juárez, alternando con Roberto González.
El 19 de septiembre de 1985, Rodrigo Eduardo González Guzmán murió en la ciudad de México; fue una de las víctimas del terremoto que sacudió al DF esa mañana. Falleció igual que su compañera, Francoise Bardinet, cuando el edificio en donde vivían -Bruselas 8, "muy cerquita de la Zona Rosa", como él decía- se desplomó segundos después de las 7:19 horas de aquel fatídico jueves.
Su cuerpo fue trasladado a su natal Tampico, donde fue sepultado en el cementerio de la Trinidad.
Ahora, en el año 2000, Rockdrigo permanece en la memoria colectiva roquera y ha trascendido hasta el punto de ser interpretado por gente de la talla de Oscar Chávez, Amparo Ochoa, Botellita de Jerez, Follaje, Heavy Nopal y por quien grabó la canción más conocida del compositor tamaulipeco, Metro Balderas, Alejandro Lora. Además, una exitosa banda norteña tomó su nombre de una composición del Profeta: El Gran Silencio. ƑEso será la muerte?
"Dicen que la muerte/ anda tras mis huesos/ si es así la espero/ para darle sus besos" (Rodrigo González, Dicen que la muerte, Aventura en el DF, Pentagrama, 1989).
El próximo sábado, en el Alicia (Av. Cuauhtémoc, 91, Roma), se rendirá un homenaje al roquero en el que participarán Nina Galindo, Armando Rosas, Arturo Meza, Gerardo Enciso, Carlos Arellano, Rafael Catana, Fausto Arrellín, Roberto González y Pepe Rolas, que interpretará covers de Rockdrigo. Desde las 17:45, 50 pesos la entrada. (Javier Hernández Chelico)