MARTES 19 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Marco Rascón Ť

Reformistas irreformables

PRI, PAN, PRD y el sistema de partidos del viejo régimen no deben conducir la reforma del Estado, porque ellos mismos son irreformables. La era reyesheroliana, que inventó el régimen de partidos para subordinar a las oposiciones y que dio vida adicional al PRI por más de 23 años, debe terminar. Se debe impedir que las viejas reglas del sistema político priísta se adapten a la nueva situación para que nada cambie. La nueva realidad política requiere de partidos de nuevo tipo, que tengan independencia y que sus militantes le den vida, no las prerrogativas del régimen que pervirtió durante décadas a la democracia mexicana y creó una clase inamovible de administradores de los registros.

Los medios de comunicación tampoco son agentes de cambio, ésos que una y otra vez jugaron el papel de impedir el desarrollo de la conciencia política entre los ciudadanos y generaron el miedo al cambio y el prejuicio simple, como concepto fundamental de comunicación social. Para que haya reforma de fondo, partidos y medios de comunicación deben ser sustituidos o no habrá reforma.

En la transición hacia una realidad política distinta es necesaria la claridad que surge del amplio y desprejuiciado debate nacional sobre lo que nos sobra y lo que nos falta; sobre lo que queremos conservar y lo que necesitamos cambiar, pues aun en el pasado existen valores que generan identidad esencial y el cambio para mejorar; ése fue el gran mensaje que expresó el pueblo mexicano en las urnas el pasado 2 de julio. No obstante, la idea del cambio no es unánime ni tiene el mismo sentido para todos, y es ahí donde nuevas formaciones políticas (partidos), recogiendo raíces históricas deben ofrecer propuestas y alternativas para el destino nacional al mismo nivel que deben hacerlo instituciones públicas, privadas, movimientos sociales, sindicatos y todos aquellos que hoy influyen de alguna manera en el país. Y los medios de comunicación deben ser el conducto de esa expresión social de alternativas para todos.

Los actuales partidos bien de manera directa o en el Congreso mismo carecen de autoridad de cambio, pues ellos la frenaron. ƑCómo puede el PRI proponer cambios que en 70 años no hizo? ƑCómo puede el PAN ser transformador, si más de una vez frenó y pervirtió con el PRI las transformaciones y combatió hasta sus propias posibilidades de triunfo en 1994 y 2000? ƑCómo puede la dirección del PRD hablar a nombre del cambio, si la dirección administraba las presiones del cambio que lo formaron y al final contrapuso la idea de cambio a la defensa de principios expresados erráticamente? ƑCómo pueden ser agentes de cambio los grupos familiares registrados por Gobernación como partidos para dispersar al electorado?

Mala señal para una reforma nacional cuando los irreformables la dirigen y organizan. Mala señal para el país, si la misma clase política conservadora diseña y distribuye los espacios de participación futuros. Mala señal que los irreformables administren ahora las propuestas de reforma y por medio de los viejos métodos de la búsqueda de "consensos" terminen de nuevo fastidiando al país entero con diatribas de forma y no de fondo. Debido a ello y por la salud de la transición y la reforma del Estado, los viejos partidos y sus dirigencias están acotados para no ser más que una opinión ni siquiera ponderada, pues no tienen autoridad de cambio, sino de manipulación de iniciativas y control de las expresiones populares. Para el entorno general de izquierda, sectores democráticos y defensores del país, la ampliación de los espacios para el debate nacional, más allá del Congreso y los partidos, es la única posibilidad de que haya reformas con sentido popular y más hoy, cuando la correlación de fuerzas en nada favorece a los sectores progresistas del país y sí beneficia a la oligarquía empresarial y financiera.

Ni partidos ni medios de comunicación tienen autoridad moral para ser la columna central de la reforma del Estado. Los partidos actuales, sin caer en apartidismos, no pueden ver hacia adelante, pues están muy comprometidos con el pasado y todos los mecanismos que se usaron hasta el último minuto para impedir la derrota priísta. El país necesita una revolución democrática, que es imprescindible materializar ante el hecho de que hay y habrá grandes resistencias interesadas en crear confusión. Esa revolución democrática fue el compromiso de 1988 ante el cual se sacrificaron vidas, ideas y raíces por construir un partido y un país de nuevo tipo.

La izquierda necesita reconstruir su visión de cambio y reforma más allá de los partidos actuales, los cuales son estructuras obsoletas del viejo régimen.

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