MARTES 19 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Astillero Ť
Ť Julio Hernández López Ť
Son varios los factores de análisis que sugiere el meritorio triunfo de Soraya Jiménez en los Juegos Olímpicos de Sydney.
Desde luego, uno inmediato es el de la reivindicación de la causa de las mujeres en un país de machismo explícito y encubierto. Por fortuna, cada vez son más los espacios de poder que son ocupados por personas del sexo femenino. Con perseverancia, además, los grupos impulsores de esta causa han logrado colocar en el ánimo nacional los principales postulados de igualdad y respeto entre sexos, enunciados éstos que cuando menos ya no son escuchados con burla o desdén. En ese proceso de cambio cultural, no es poca cosa el hecho de que por primera vez haya una mujer que gane una medalla olímpica de oro, y que esto suceda a 16 años de distancia de la última ocasión en que tal presea fue recibida por mexicano alguno.
Fuerza física y poder
Pero, además, la disciplina en la que Soraya ha triunfado es una de aquellas en las que las efervescencias masculinas suelen tenerse por dominantes: la del músculo duro, la de la fuerza física, la del levantamiento de pesas. Tal vez sea demasiado temprano para aventurarse a asegurar que este seco golpe de circunstancia al natural predominio masculino de la fuerza física pudiera ser duradero y trascendente. Habrá que esperar para ver si la hazaña femenil de halterofilia es capaz de atenuar el orgullo varonil que asocia a conveniencia fuerza física con poder. Por lo pronto, la histórica victoria de Soraya viene a regar con aguas de esperanza y gusto las secas tierras mexicanas, y seguramente ayudará a vencer algunas de las todavía fuertes resistencias masculinas a reconocer la importancia y la valía de las mujeres.
Burócratas productores de frustraciones
Hay otro aspecto en el que es necesario detenerse. El oro logrado por Soraya Jiménez ha sido un producto logrado principalmente por el esfuerzo personal, individual, de la propia deportista, y no por el apoyo o la promoción institucional. Tal circunstancia no es excepcional, pues cotidianamente se conocen casos de deportistas (amateurs, desde luego) que han logrado ya algún éxito o que apuntan hacia él, y que no sólo no reciben apoyo económico, logístico o profesional para sus esfuerzos, sino que incluso son maltratados, segregados, obstaculizados o frustrados por la burocracia deportiva formada con frecuencia con criterios clientelares y dedicada también en un buen número de casos a distraer presupuestos y recursos a bolsillos particulares.
Parte del sistema
A pesar de esa realidad ampliamente conocida, los políticos se apresuran a montarse en los éxitos de los deportistas cuando éstos suceden. El presidente Zedillo ha recibido en Los Pinos a cuanto campeón le ha sido posible, y la impresión que genera en esas ocasiones el mandatario es la de un gusto genuino por el deporte (él mismo es ciclista y buzo, además de seguidor casi único del Necaxa), y de un deseo sincero de impulsar proyectos de promoción de esa disciplina.
Pero, a pesar de ese espíritu deportivo, y de conocer muy bien los vicios y defectos del sistema institucional de esa materia, el presidente no pudo, o no quiso, romper las cadenas de complicidades que, a semejanza del sistema político priísta, han sumido al deporte mexicano en un mar de mediocridad, corrupción y oportunismo.
La mafia del deporte
A lo largo del país hay una red de asociaciones, federaciones, comisiones e institutos que se dedican a controlar la actividad deportiva y el dinero destinado a ella. Los principales responsables de esos órganos son nombrados por razones políticas, de amiguismo, compadrazgo o complicidades conexas. El dinero así manejado se convierte de manera natural en un botín más grande en la medida en la que menos se gaste de verdad en el deporte.
Los Vázquez Raña
A nivel nacional está el caso de Mario Vázquez Raña, el empresario mueblero que luego adquirió lo que ahora es la Organización Editorial Mexicana, que publica sobre todo los diarios conocidos como los soles. Vázquez Raña se ha mantenido durante largos años como hombre de inamovible influencia en el deporte nacional y en especial en sus rubros olímpicos, de los que es responsable a nivel internacional.
A pesar de las críticas que ha recibido, Vázquez Raña no ha podido ser removido de su cargo, entre otras causas porque ha sido útil a los intereses políticos del sistema priísta (no es trivial recordar que Olegario Vázquez Raña se colocó durante la campaña electoral de Francisco Labastida como uno de los amigos más cercanos, suministrador de recursos y aspirante a primer empresario del país, en caso de haberse dado el triunfo del sinaloense que, ahora, escribe una columna de opinión justamente en la OEM).
El novio de todas las bodas
Ayer, al felicitar a Soraya Jiménez, el presidente electo Fox hizo sentir una ambición poco elegante de equiparar el triunfo de la pesista con el suyo propio (como ya lo había hecho en el caso del grito de la "nueva" Independencia, en la que él sería la segunda versión del padre Hidalgo), y darle a la hazaña deportiva ribetes de futurismo y voluntarismo asociables con las posturas foxistas. Según el guanajuatense, la victoria de ayer muestra a los mexicanos que sí se puede.
Son entendibles tales efluvios verbales en el contexto de las necesidades políticas de no estar ausente de la ola de simpatía y euforia que la estudiante de leyes provocó con su medalla ("un triunfazo", le dijo que había obtenido a una Soraya prudente en sus expresiones, contrastantemente sobria ante las cabriolas de Fox por hacerse sentir cercano y solidario).
Pero Fox tendrá oportunidad plena de demostrar en los hechos que el cambio que ha propuesto es verdadero: muchos de los controladores de las instancias oficiales de promoción deportiva han sido promotores del voto priísta, comisionados a tales cargos para desde allí suministrar los balones para los actos de campaña y los contingentes cautivos para que los candidatos se hagan pasar por deportistas. Fox tiene, además, una carga de compromisos con empresarios que no parecen tener al deporte entre sus botines a cobrar. Quienes han financiado la campaña del guanajuatense, quienes le han prestado inmuebles, vehículos y recursos para transitar el camino del 2 de julio al 1o. de diciembre, quienes le habrán de cobrar su apoyo con negocios, concesiones, exenciones y demás, no parecen estar demasiado interesados en la cuenta bancaria llamada deporte. Allí tiene una buena oportunidad Fox de romper estructuras clientelares añejas y tratar de establecer un programa de mediano y largo plazo, que permita entonces sí tener la esperanza de que triunfos como los de Soraya no sean excepciones individuales producidas por esfuerzos y perseverancias aisladas.
Los salarios
La revelación hecha por el diario Reforma, de que los coordinadores del equipo de transición de Fox ganan sueldos con cargo al erario equivalentes a los de los secretarios de Estado, parece haber servido para conocer con anticipación la postura de los mexicanos respecto del monto que deben ganar los funcionarios públicos. Muchas de las reacciones conocidas ayer apuntan al hecho de que no parecen excesivos los 85 mil pesos asignados a esos personajes. Ha ayudado, además, la promesa hecha por la vocera Marta Sahagún de que habrá verdadera transparencia en esos rubros.
Curiosamente, el tema llamaría más a reflexión en el campo perredista (o lo que quede del PRD, o si todavía hay algo que se pueda llamar PRD), donde Andrés Manuel López Obrador se ha empeñado en anunciar reducciones salariales a sus futuros colaboradores. Esa medida se funda en un sentido exagerado del ahorro que, en casos extremos, puede tocar los extremos contrarios. Bien haría el futuro gobernante en corregir, a la luz de la propia experiencia foxista, criterios cuyos sacrificios pueden servir para adornar discursos pero no obligadamente para garantizar honestidad y buenos resultados.
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