Ť Elizabeth Subercaseaux, autora de Silendra
Nunca pensé que Pinochet fuera invencible; nadie lo es
Ť "Tengo libros catárticos, aunque sin proponérmelo"
César Güemes Ť A lo largo de todo el mandato de Augusto Pinochet, Elizabeth Subercaseaux hizo lo que ella misma denomina periodismo de emergencia, usualmente sobre asuntos de orden político y la mitad del tiempo bajo la siempre frágil cubierta de la clandestinidad. En los más recientes 20 años se ha dedicado a escribir lo mismo novela que libros de crónica, cuento y entrevista; dentro de este último rubro hay sobre todo uno que destaca por la singularidad del personaje en caso, Ego sum Pinochet, trabajado al alimón con Raquel Correa.
A propósito de la edición de Silendra, que circula ahora en México bajo el sello de Alfaguara (libro del cual ofrecimos un adelanto a los lectores en estas mismas páginas el día 7 pasado), nos acercamos a la prosista que en lo más riesgoso de la dictadura militar en su país se dio el cívico lujo de trabajar para la revista de título SIC (Servicio de Información Confidencial) durante el tiempo en que a ella y sus compañeros les clausuraban las publicaciones visibles, esto es, seis de cada doce meses a lo largo de una considerable cantidad de años.
--¿Eso marca tu literatura, el hecho de que encima esté la bota militar o una economía casi incompatible con la cultura?
--No, porque como no vivo de mi literatura, nunca aceptaría hacer libros por encargo. Vivo del periodismo, así que en la literatura puedo darme la libertad de hacer lo que quiero, que es de orden muy distinto: ficción, crónica humorística, libros de entrevistas, novela.
--Es célebre el volumen que hiciste con Raquel Correa, Ego sum Pinochet. ¿A qué se debe el título a estas alturas francamente bizarro?
--En algún momento de las conversaciones con él, como prueba de que había estudiado latín cuando joven, dijo esa frase, y consideramos que era un título perfecto para el volumen.
--Eres una de las escasas periodistas en el mundo que ha conversado ampliamente con Pinochet y vive para escribirlo. Finalmente el personaje no era invencible, como vemos ahora.
--Nunca pensé que lo fuera, nadie lo es, pero la desgracia es que mucha gente piensa que es invencible. El se lo creyó, tanto que se fue a pasear por Londres ya sin investidura.
--En esa época llevabas a la espalda el título de periodista combativa. ¿Con qué ánimo acudiste a esa serie de entrevistas?
--Pude acercarme al ser humano que es Pinochet, lo cual no me creó un conflicto, pero sí al menos sensaciones encontradas, porque las personas no son de una sola manera, ni siquiera él. Augusto Pinochet es un tipo extraordinariamente complejo, y cuando uno ve en alguien así cierto asomo de rasgos positivos, trata de eliminarlos imaginariamente. Lo que pasa es que uno se enfrenta a los compartimentos estancos que tiene el ser humano, que en particular entre los militares son muy marcados. Pensemos que dentro de esa clase política muchos generales se pasaban la mañana con una sonrisa, digamos que trabajando, y en la noche ordenaban "neutralizar" a diez comunistas que iban a aparecer al día siguiente muertos en un descampado.
--¿Cómo vas de la crónica humorística a la historia de una mujer condenada a muerte, como ha ocurrido en el caso de alguna de tus novelas?
--La respuesta a esa pregunta tiene que ver con ser periodista, porque sobre todo el diarismo de emergencia que me tocó hacer durante casi dos décadas te lleva a realizar todo tipo de tareas humanas, se vuelve uno cierta forma de esponja, extraordinariamente receptiva a lo que le pasa, lo que le ordenan y lo que no le ordenan. Eso ha influido mucho en mi manera de escribir: si pensamos en la docena de libros que tengo, son todos muy distintos. Entre Silendra o Una semana de octubre, los temas son radicalmente distintos a los de La comezón de ser mujer o Las diez cosas que una mujer en Chile no debe hacer jamás. Pero todo ello está relacionado directamente con la formación periodística, y en los casos particulares, como el de la mujer que va a morir, se vincula con elecciones personales: mi cuñada, mi mejor amiga, enfermó de cáncer en el seno a los 46 años, con ocho hijos, y murió.
--De algún modo con los libros que no contienen sátira ni humor, aquellos que hablan de asuntos severos, te funcionan finalmente para elaborar el duelo de esos hechos.
--Por supuesto que tengo libros catárticos, aunque sin proponérmelo. Mientras me dedico a los volúmenes "serios", me pongo a hacer trabajos de humor y de crónica, temas muy light como se dice ahora, muy livianos, tal vez para liberarme de tener que escribir sobre lo otro, que de cualquier forma es inevitable.