DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť Incidentes menores provocaron la suspensión del concierto antes de lo previsto


El Recodo desbordó los ánimos en el Zócalo

Jorge Caballero Ť En la celebración del 190 aniversario de la Independencia de México en el Zócalo capitalino, el pueblo atestó la plancha de la plaza en donde el plus fue la actuación de la autodenominada madre de todas las bandas: El Recodo, que entonó sus éxitos bailables y románticos durante dos horas y cuarto: Pena tras pena, Qué bonita, Yo sé que te acordarás y El sinaloense, entre otras.

El concierto estaba programado para durar quince minutos más, pero la euforia del público se desbordó y decidieron concluir el recital antes de lo programado. La masa tumbó un trozo de la valla de contención y los empujones ocasionaron un interminable deambular de decenas de lesionados leves, algunos desmayados, y otros que salieron por su propio pie pero se les veía en condiciones francamente lamentables.

Los festejos comenzaron desde las once de la mañana con el desfile que hicieron del Angel de la Independencia a la Plaza de la Constitución diez coloridas bandas tradicionales del estado de Oaxaca, luego la Orquesta Típica de la Ciudad de México entonó una selección de piezas de música tradicional mexicana de los siglos XIX y XX, interpretada con salterios y cuerdas. Prosiguió la Orquesta Mexicana acompañada por el guitarrista Gerardo Tamez y el jaranista Jesús Echavarría. Ya a las tres de la tarde hizo su aparición el grupo Los Folcloristas, quienes rindieron un homenaje a René Villanueva y a los autores de la canción mexicana, y fueron de los más apluadidos. Después apareció Mario Barajas y su conjunto Tierra Blanca e interpretaron alegre música de la Huasteca y de Veracruz. Continuó Alberto Angel El Cuervo, Estelita Núñez y el sabroso taconeo de Lalo González El Piporro. El Zócalo ya estaba repleto y la lluvia no menguaba los ánimos del público.

En punto de las ocho de la noche y conforme al programa, aparecieron con sus enormes trajes blancos con filos plateados los dieciséis miembros de El Recodo para dar una amplia prueba de su música de tambora o regional mexicana como le llaman algunos, gringos por cierto. El público los recibió con una enorme ovación.

La banda comenzó tocando bien arriba. Los asistentes bailaban. Pero el concierto alcanzó un nivel apocalíptico cuando Luis y Carlos, voces del conjunto, invitaron a subir a las chicas a bailar la pieza Niña orgullosa. Los brazos de las apuntadas se contaban por miles, pero sólo una veintena pisaron el escenario, hasta una socorrista de la Cruz Roja se coló a bailar en el templete. El gozo se veía en todas las afortunadas, que no dejaron pasar la oportunidad y propinaron unos besotes a los 16 integrantes de El Recodo.

La fugaz pasarela ocasionó que el público comenzara a empujarse, por lo que decidieron tomar un receso cuando el reloj marcaba las 21:00 horas. La rechifla, las mentadas y los uuleeroos no se hicieron esperar. El tumulto seguía incontenible. Una sección de la barrera de contención, la que quedaba justo frente al escenario, cedió a la presión. La seguridad privada quedó rebasada, por lo que hizo acto de presencia el grupo de granaderos, quienes cubrieron el boquete. Por más que el sonido imploraba: "Esta fiesta la hicimos para ustedes, por favor no se empujen", no se hizo el menor caso. El equipo de seguridad seguía rescatando decenas de personas lesionadas: niños, mujeres y de la tercera edad.

Después de media hora salió de nuevo la banda fundada por don Cruz Lizárraga, vestida con trajes azules. Luis pidió a la gente que se calmara, pero sólo le hicieron caso a medias. El desfile de lesionados continuó. Comenzaron con una rola de ataque, explosiones y fuegos artificiales. Carlos se subió a una grúa, dio unos pasitos de baile y lanzó unos besitos a sus fanáticas. Luego se subieron los dos vocalistas a la grúa: "Qué chido se siente acá arriba". Todo el mundo bailaba.

Interpretaron El golpe traidor, un popurri homenaje a José José, Reina del baile, Mi gusto y El sinaloense. La euforia no la controlaba nadie. Quince minutos antes de lo programado, se dio por terminado el concierto.