DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2000

MAR DE HISTORIAS

La voz de septiembre

Ť Cristina Pacheco Ť

 

-Cuando te quedas así me da miedo.

-Así, Ƒcómo?

-Tan callado.

-Por Dios, Carmen. Imagínate lo que sería nuestro matrimonio si yo también sintiera temor cuando no hablas.

-Tu silencio es distinto.

-ƑMe estás reclamando algo?

-Nada. Sólo quiero saber más de ti.

-Lo sabes todo.

-Sí: que te llamas René Martínez Loria, naciste en Santa María la Ribera, eres hijo único, al cumplir tres años tu familia se mudó a Monterrey, estudiaste en el Tecnológico; a raíz de que murió tu padre en 1983 abandonaste la carrera para dedicarte a vender maquinaria y en el 85, debido al terremoto, no llegaste a una cita que tenías aquella mañana.

Carmen vierte otra porción de tequila en las copas.

-Nunca me has dicho quién te esperaba.

-ƑQuién te imaginas?

-Una mujer -Carmen sonríe y observa de reojo a su marido-: ƑAcerté?

-En cierta forma.

-ƑCómo se llamaba Cierta Forma?

-Nunca lo supe y ya jamás lo sabré.

-ƑMurió?

-No le veo mucho caso a que sigamos hablando de esto.

-Yo sí.

-ƑPor qué?

-No grites.

-Me desespera tu insistencia. ƑPor qué te interesa que te cuente algo que sucedió hace 15 años, cuando ni siquiera nos conocíamos?

-Porque intuyo que en aquel momento de tu vida Cierta Forma fue alguien muy importante para ti.

-Cierta Forma. Ay, Carmen, šqué boba eres!

-Me gusta que te rías, aunque sea de mí.

-Detesto las suspicacias -René entrecierra los ojos e imita la voz de Carmen-: "Te quedaste callado. Estás pensando en ella..."

-Nunca dije: "estás pensando en ella". Sólo comenté que me asusta verte en silencio. Por tu expresión sé que estás triste -se acerca a René y se cuelga de su hombro-. Si no quieres, no me digas nada. Te prometo no volver a meterme en el asunto. ƑCenamos?

-No, espera. Siéntate -René hace un esfuerzo para ordenar sus pensamientos-. Sí, tienes razón: cada septiembre pienso en Cierta Forma. No me mires así. La llamo de esa manera porque nunca supe su nombre. El 19 de septiembre por fin íbamos a vernos. Prometió decirme cómo se llamaba.

-ƑDurante cuánto tiempo se conocieron?

-Dos años.

-Más que suficientes para que al menos te dijera su nombre.

-Es que las cosas no fueron como te imaginas. Yo mismo no puedo creer que hayan sucedido de una manera tan extraña. Por eso nunca te hablé del asunto -René se lleva las manos a la cabeza y habla como si estuviera monologando-. La primera mañana en que escuché la voz de esa muchacha, Ƒcómo iba a imaginarme que sería casi testigo de su muerte?

-ƑCómo?

-La mañana del terremoto el hotel se desplomó. Nunca pudieron rescatarla ni a ella ni a las demás telefonistas -René sonríe con amargura-. Lo que son las cosas, de ellas sí supe los nombres: Alicia, Elena y Virginia. Cierta Forma me los dijo.

-Está muerta. No la llames así. Invéntale un nombre.

-No se me ocurre ninguno. Sería distinto si la hubiera visto por lo menos una vez.

-Me contaste que se habían tratado durante dos años y ahora me sales con que nunca la viste.

-Es que fuimos amigos sólo por teléfono -René hace un gesto de resignación-. A todos los agentes de la compañía nos alojaban siempre en el mismo hotel. La primera vez en que me hospedé allí llamé furioso al conmutador porque no lograba comunicarme a Monterrey. Entonces oí su voz. Me impresionó. Era preciosa y no pude menos que decírselo. Luego le pregunté su nombre. No quiso dármelo. Pensó que me la estaba ligando.

-ƑY no era así?

-No. Sólo quería relacionar aquella voz con alguien, con una persona concreta. Eso era todo. Ya no tengo por qué mentir.

-ƑY qué pasó después?

-Nada. Regresé a Monterrey y la olvidé. En mi segundo viaje, apenas me registré en el hotel, pensé en ella. Tuve miedo de que hubiera desaparecido. Llamé al conmutador como 10 veces, hasta que ella me contestó.

-Qué tonto. ƑPor qué simplemente no fuiste a buscarla?

-Por estúpido, por tímido, no sé. El caso es que al escuchar su voz me hice las ilusiones de que ella había estado esperándome -René toma la mano de su mujer-. No sé cómo, pero me atreví a decírselo.

-ƑQué te respondió?

-Primero se quedó callada. Luego me dijo que era la primera vez que alguien la tomaba en cuenta. No le creí. Le comenté que me parecía imposible que nadie apreciara una voz tan hermosa. Me lo agradeció muy emocionada y me confesó que, al menos por ese día, iba a sentirse importante. En seguida cambió de tema y me preguntó si me gustaba la ciudad. Fui sincero: "Mucho, pero entre tanta gente me siento perdido. Claro, veo clientes pero ellos no son mis amigos ni tienen por qué serlo". Ella me confesó que lo mismo le ocurría con sus compañeras telefonistas. Le pregunté si alguna vez podríamos vernos para conversar. Imposible, por su horario de trabajo. Quise saber si estudiaba. "No". Me atreví a decirle que con su voz debería estudiar canto. Me contestó: "Es que no me queda tiempo". Alguien llamó y suspendimos la conversación.

-Imagínate la cantidad de gente que vive en las mismas circunstancias.

-Supongo que miles. Ella y yo lo comentamos varias veces. En cuanto regresaba a la ciudad la llamaba al conmutador. Cuando oía una voz distinta a la suya, no te imaginas qué frustración.

-ƑNunca la llamaste desde Monterrey?

-No. Aquella voz era sólo de aquí, de la ciudad de México.

-Espero que se lo hayas dicho.

-Lo hice a principios de aquel septiembre. Ella se puso muy contenta y me comentó que había estado pensando en la posibilidad de inscribirse en el Conservatorio. "Eso tenemos que celebrarlo". Ella aceptó, pero me pidió que lo pospusiéramos para mi siguiente viaje: Protesté: "Falta mucho. No volveré hasta el 19 de septiembre". Ella me hizo ver que 14 días no eran nada en comparación con todo el tiempo que llevábamos sin habernos conocido. Estuve de acuerdo. "Entonces, apunta por allí que tenemos una cita el 19 de septiembre".

-ƑDónde se vieron?

-En ninguna parte. Ya no fue posible. Creo que lo presentí porque aquella mañana, al llegar al aeropuerto, la llamé para recordarle nuestro compromiso: "ƑDónde quieres que nos veamos?" No escuché su respuesta. En ese momento me di cuenta de que todo se movía y de que la gente pasaba corriendo.

-šQué horror! Y tú Ƒqué hiciste?

-Me quedé con el teléfono en la mano, horrorizado, oyendo los gritos de ella: "ƑQué sucede?" Le dije que estaba temblando, que tuviera calma. Gritó algo que no entendí. En seguida se cortó la comunicación. Luego sólo escuché el silencio de la muerte.