DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Hubo tres muertos y 19 heridos, por 7 y 25 en las fiestas patrias de 1998
Fin del mito: sin ley seca, disminuyó el saldo rojo
Ť La del 15, mala noche para los abarroteros, que no pudieron duplicar el precio de los licores
Josefina Quintero y Agustín Salgado Ť El mito se vino abajo. La ciudad declaró su independencia contra la ley que durante 77 años pretendió dejar secas las gargantas de los capitalinos y que al mismo tiempo alentó la corrupción en la venta de alcohol.
La venta permitida de bebidas alcohólicas, sin embargo, no le puso más carmín al saldo rojo de la fiesta, y éste incluso estuvo por debajo de años anteriores, según reportes de la Secretaría de Seguridad Pública, que contabilizó en esta ocasión tres muertos y 19 lesionados, cuando en 1998 hubo siete y 25, respectivamente.
Gran celebración, eso sí, para bares y cantinas, que abrieron sus puertas a los parroquianos desde el mediodía, hasta las 12 de la noche. Legalizada la francachela, para qué aumentar los precios, pues la concurrencia fue suficiente para garantizar las ganancias del día.
Para los abarroteros, en cambio, fue una mala noche, pues dejaron de vender licores al doble de su precio legal a través de los subterfugios de las ventanitas.
Fue viernes, se acababa de recibir el cheque quincenal y había que celebrar el 190 aniversario de la declaración de la independencia con algunos tragos.
A la salida del Metro Hidalgo, el bar Chapultepec era un buen lugar para iniciar para la jornada: a las cinco de la tarde ya se encontraba lleno.
Memo, mesero del chapulín desde hace dos años, se mostró entre preocupado y contento por la decisión del Gobierno capitalino de no decretar la ley seca: "para mí está perfectamente bien, porque vivo de esto, pero como ser humano yo creo que sí va a haber muchos problemas, a ver si el saldo rojo no aumenta mucho esta noche".
En la cantina, que los días 28 de cada mes acoge a los devotos de San Hipólito y en la cual se respira cierto aire taurino, uno de sus más habituales clientes, Gonzalo Avila, no ocultó su satisfacción por el levantamiento de la ley seca: "era absurda, prohibía la venta pero no el consumo... te aseguro que los accidentes van a disminuir, ese tipo de medidas resultaban contraproducentes, cuando alguien dice yo te prohíbo es cuando más lo haces".
Con precios más altos en comparación con los de otros lugares existentes en la zona, pero con la ventaja de que el cliente puede observar en el techo un orificio que aseguran produjo Francisco Villa de un balazo en uno de sus tantos desplantes, La Opera resultó también un buen lugar para pasar el tiempo, animar al alma con otro trago y esperar, cada vez con mayor efervescencia, la aparición del titular del Ejecutivo en el balcón presidencial, no por verlo a él, sino para hacer público, a través de un grito, lo mucho que te identificas con la patria.
En las calles aledañas al Zócalo capitalino los retenes policiacos eran sumamente fáciles de superar; una botella de mezcal oculta entre la ropa podía llegar con su portador hasta el asta bandera; una lata de cerveza se compraba por 10 pesos, y al adquirir un jarrito de a 20 tenías la oportunidad de elegir entre ron, tequila o vodka.
De la misma forma que en años anteriores, los mexicanos que este 15 de septiembre quisieran emborracharse hasta desconocerse a sí mismos lo lograrían, sin importar la existencia o no de una ley seca. Y quienes quisieran sólo mitigar su sed, reavivar el sentimiento y corear el nombre de "los héroes que nos dieron patria" con aliento etílico, lo harían sin dificultad alguna.
Cerca de las nueve de la noche, la cantina El Nivel resultaba tentadora para cualquiera. Sus bajos precios, el hecho de haber sido el primer local que recibió el permiso para la venta de vinos y licores, el 2 de febrero de 1855, y el deseo de continuar con los brindis hizo que estuviera llena de clientes hasta su cierre. Incluso Silvia y Antonio Hernández se animaron a entrar, pedir dos cervezas e ingerir, sin que fueran vistos por los meseros, el tequila almendrado que llevaba ella en su bolsa de mano.
Puntual como cada año, desde que Porfirio Díaz decidió realizar el grito a las once de la noche para que coincidiera con el día de su santo, el mandatario en turno apareció en el balcón presidencial y cumplió con el ritual de cada año.