DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 


Ť José Antonio Rojas Nieto Ť

Petróleo, impuestos y desarrollo

En estos momentos se pagan 86 dólares por un barril de 159 litros de gasolina Magna y 95 por uno de Premium; y por un barril de diesel automotriz 74 dólares. Y a pesar del alto precio actual del petróleo, cerca de 45 por ciento de esos dólares va directamente a la Secretaría de Hacienda por aquello del IVA y del Impuesto Especial (IEPS); y por las políticas fiscal y de precios, una cotización más baja del crudo no disminuiría el precio de la gasolina, sino que aumentaría notablemente el impuesto. No hay que olvidar, además, que del resto del ingreso por venta de este barril de gasolina que va directamente a Pemex, no todo se queda ahí pues por cada barril refinado la paraestatal entrega al fisco cerca de 15 dólares. Y no por refinarlo sino por haberlo extraído. Así, de los 95 dólares del barril de Premium, el gobierno se queda con 57 dólares, aproximadamente el 60 por ciento, y con porcentaje similar en los otros casos. Así de simple.

Bueno, pues hoy los transportistas, los taxistas y los agricultores europeos protestan y se manifiestan porque les pasa algo similar, aunque en su caso el impuesto a la extracción no se les cobra; sólo pagan el IVA y el Impuesto Especial. Y en estos días de altas cotizaciones del crudo, por esos dos impuestos aportan a sus gobiernos entre 48 y 138 dólares por barril de combustible. Los de impuesto más bajo Luxemburgo, Grecia, Bélgica y España (cerca de 50 por ciento); los altos, Irlanda, Alemania, Italia y Francia (cerca de 60 por ciento); y el más alto el Reino Unido (74 por ciento). En Estados Unidos también los impuestos representan un porcentaje similar al medio de Europa, por ello el asunto también se debate, hoy en el contexto de la sucesión presidencial. Eso, entre otras cosas, explica la propuesta de Clinton de financiar la compra de autos más eficientes para calmar el reclamo generalizado de la enorme e influyente clase media estadunidense. En síntesis, actualmente el promedio en los países de la OECD es mayor a50 por ciento, muy cercano a 60 por ciento.

Es cierto que una buena comparación del precio relativo de estos combustibles entre esos países y con México sobre todo, implicaría relacionarlos con indicadores como el salario medio manufacturero o el valor de la canasta básica de consumo. No obstante, parece claro que en todos los casos el impuesto cala hondo en el precio final y que cuando la cotización del crudo se eleva, cala aún más si se desea mantener la participación fiscal, aunque con cotizaciones de crudo más bajas puede ser mayor aunque calara menos al consumidor final si algo bajan los precios. Es obvio, entonces, el enfrentamiento entre los intereses fiscales y los intereses, legítimos por lo demás, de los productores. Las manifestaciones, los bloqueos de carreteras y las tomas de estaciones de servicio de las uniones de consumidores que se encuentran en medio en Francia, Bélgica, Inglaterra así lo demuestran.

Y en este contexto surge la interrogante: Ƒquién es responsable de los altos precios de los combustibles? Y, como se comprenderá, Bill Richardson y los gobiernos europeos tienen una respuesta inmediata: la OPEP... la OPEP, y los productores que, como México, se coordinan con ella. Y luego de ello se la empieza a responsabilizar de la elevación de la inflación mundial y de una posible retracción económica y de... Pero no se dice que el precio en términos reales no es tan alto como en los años de los choques petroleros; y que hoy la factura petrolera mundial no pesa en el comercio internacional lo que en aquellos años; y tampoco se comenta que precios bajos del crudo inhiben los esfuerzos de investigación y desarrollo en fuentes alternas, y favorecen el dispendio, el uso ineficiente y la contaminación; y menos aún que el sector que consume más derivados del petróleo y, en general, más energía que ningún otro, es el del transporte, atrás del cual se encuentra una industria automotriz que en todo el mundo promueve las soluciones individuales del transporte; y tampoco se dice que en estos momentos no hay mucha flexibilidad para expandir fácilmente una oferta que debe satisfacer los ritmos de una impresionante demanda vinculada a una no menos impresionante recuperación del bloque Asia-Pacífico y a una también impresionante continuidad del crecimiento económico en la Unión Europea y en Estados Unidos (ciclo largo dice Juan Castaingt); y que, justamente por ello, en el invierno del 2001 se demandarán 81 millones de barriles al día, que seguramente obligarán no sólo a la máxima explotación de los yacimientos que hoy operan, sino a la apertura de otros de costos de producción mayores.

Y si bien es cierto que en la superficie aparece el enfrentamiento de los intereses de gobiernos con los intereses de los productores de petróleo, atrás de ello -una vez más- está en cuestión un modelo dominante del desarrollo, que en el terreno energético es dispendioso, ineficiente, contaminante, rentista y especulador. Ni más ni menos.