DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 


Ť Carlos Fazio Ť

Cambio en la nunciatura

La sorpresiva promoción del nuncio apostólico en México, Leonardo Sandri, como sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano es sin duda un gran ascenso en su carrera. Apenas en abril pasado había presentado sus cartas credenciales como embajador de Juan Pablo II ante las autoridades mexicanas; era entonces el quinto hombre clave en la estructura vaticana. Cinco meses después regresará a Roma convertido en el número tres.

Sandri, un arzobispo argentino de 57 años, ortodoxo en la línea wojtyliana y cercano al pontífice, forma parte del "equipo compacto" del cardenal Angelo Sodano, el hombre fuerte que comanda la Iglesia católica detrás del Papa. Remplazará en el cargo a Giovanni Batista Re, nombrado prefecto de la Congregación para los Obispos, en lugar del cardenal brasileño Lucas Moreira Neves, quien renunció por motivos de salud. De este modo, Sodano acrecienta su control sobre la Curia romana, lo que no debe ser ajeno a los juegos sucesorios por la silla de Pedro.

En 1992, cinco años antes de ser designado nuncio en Venezuela, Sandri había ocupado la asesoría para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, detrás del sustituto Re y del jefe de ambos, Sodano, el cardenal que abogó por la liberación del general Augusto Pinochet. Conoce, pues, desde sus entrañas, la llamada Sección Primera, que opera como una suerte de ministerio del interior de la Curia romana. Los otros dos puestos clave, en la Sección Segunda, la que se encarga de las Relaciones con los Estados, son ocupados por el cardenal francés Jean Louis Tauran y el subsecretario Celestino Migliore.

Sandri había sido enviado como nuncio a México para obtener información directa sobre los cambios que se estaban produciendo en el país. En los últimos años México se ha convertido en un país clave para el modelo de Iglesia de Juan Pablo II. Su nombramiento tuvo que ver, sin duda,

con la sucesión presidencial. Llegó después de que el ex nuncio Jerónimo Prigione había convertido en matrimonio el tormentoso y largo amasiato de la Iglesia católica con el Estado mexicano, y luego del breve periodo "independentista" del reemplazante del piamontés, el español Justo Mullor, quien rápido entró en conflicto con las cúpulas gubernamental y priísta, y con el grupo de obispos y cardenales mexicanos conservadores nucleados en el llamado "Club de Roma", afines al PRI. Según fuentes de la Iglesia local, es previsible que Sandri fue nombrado en México en la perspectiva de una victoria del candidato priísta Francisco Labastida, en los comicios de julio pasado.

La victoria electoral de Vicente Fox y la designación de un nuevo nuncio abren un nuevo sendero en las relaciones Iglesia-Estado en México, tradicionalmente signadas por la ambigüedad y el conflicto, y que en los últimos años había vivido un acelerado proceso de "modernización" que las alejó paulatinamente de lo que en 1970 el antiguo obispo de Cuernavaca, monseñor Sergio Méndez Arceo, calificara como un "régimen de excepción" y de "abuso-tolerancia".

Se trata ahora de una coyuntura muy particular, ante la nueva beligerancia de un sector de la jerarquía católica que ha venido esgrimiendo una activa militancia de corte conservadurista, que piensa echar raíces durante el gobierno foxista. De un sector del episcopado que no olvida que fue una Iglesia perseguida (lo que incluyó la rebelión cristera de 1920/1930); marginada, durante el cardenismo; tolerada a partir del alemanismo de los años 50, a buscada y solicitada, a partir del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, para aportar, "a cambio de la amistad y obsequiosidad ofrecida", según el historiador católico Jesús García, la parte de legitimación y justificación (así fuera implícita y simbólica) que el régimen requería frente al resquebrajamiento del sistema para entonces imperante y que mostró graves signos de agotamiento con la matanza de Tlatelolco. A partir de entonces se estableció una "complicidad equívoca", de acuerdo con la definición de Soledad Loaeza, mediante la cual el Estado no aplicaba la legislación anticlerical y la institución eclesial contribuía a mantener la estabilidad social.

Después de que "México fue devuelto a Dios", según la frase mussoliniana que pronunció Prigione al convertirse en embajador del Vaticano como producto de las reformas salinistas, ese sector de la jerarquía ha venido tomando poder y pretende disputarle nuevos espacios al Estado mexicano. Para algunos, con Fox, se llegará a la hora de la venganza. Sería deseable que en su efímero paso por México, el nuncio Sandri se haya podido normar un criterio prudente y sereno sobre el contradictorio proceso de cambio que vive el país, y pueda incidir en el discernimiento de un sucesor eficaz, que venga con un espíritu conciliador y no a echar más leña a la hoguera.