DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť Desde temprano, El Piporro y El Recodo amenizaron la celebración


Más de 70 mil festejaron en el Zócalo capitalino

Susana González, Josefina Quintero y Agustín Salgado Ť Cuando el reloj de la Catedral Metropolitana marcaba las 9 de la noche del 15 de septiembre, la Plaza de la Constitución estaba semivacía.

A pesar de que los festejos por el 190 aniversario de la Independencia comenzaron antes del mediodía, con carros alegóricos, bandas y "campesinos insurgentes" trepados en zancos, que desfilaron desde Paseo de la Reforma, la lluvia que cayó durante la tarde alejó a muchos capitalinos que acudieron al Centro Histórico, y aun así, más de 70 mil personas se congregaron en el Zócalo, según datos de la policía.

En el resto de la ciudad, fuera de los congestionamientos viales provocados por el cierre de avenidas y el aguacero, los festejos patrios se desarrollaron con tranquilidad, aunque hubo tres decesos (dos por accidentes viales y uno durante una riña), y 19 heridos por quemaduras leves en Milpa Alta. Además, fueron detenidas ocho personas por diversos actos ilícitos, saldo que, contra cualquier pronóstico hecho por la suspensión de la ley seca, fue similar al registrado en los dos años anteriores.

Quienes permanecieron o llegaron al anochecer al centro de la ciudad para escuchar bajo una pertinaz llovizna a El Piporro y deleitarse bailando al ritmo de la banda El Recodo cubrieron únicamente la mitad del Zócalo. Pero aun así, entre aquellos que apenas podían moverse, apretujados cerca del escenario, o los que, colocados atrás gozaron de amplio espacio para bailar, hubo momentos en que cientos de personas daban saltitos de manera sincronizada bajo los sonidos del trombón, mientras eran rociados con espuma por manos anónimas que se elevaban encima de las cabezas.

Por el lado de Catedral, donde desembocó la hilera de puestos de antojitos colocados desde calles atrás, siempre fue constante y nutrido el número de comensales, pero poca gente se aproximaba al Palacio Nacional, cercado hasta Pino Suárez con rejas y elementos de seguridad.

Sin embargo, una vez que concluyó el espectáculo del grupo sinaloense, cerca de las 10 de la noche, cientos de personas hicieron su aparición por 16 de Septiembre, Madero, 5 de Mayo, Tacuba, Donceles y 20 de Noviembre. Se encaminaron directamente hacia donde está el balcón presidencial para apostarse ahí y atiborrar, en cuestión de minutos, la Plaza de la Constitución, hasta desbordar el circuito y las aceras vecinas.

Entonces sí, pese a la lluvia y las olimpiadas, el número de manos que ondearon la bandera de México superó, o al menos igualó, al de aquellas que hasta ese momento sólo habían sostenido los botes de aerosol para emprender guerras de espuma contra cualquier desconocido.

Y es que, pese a la prohibición oficial y la supuesta vigilancia al respecto, la espuma fue vendida y utilizada al por mayor en pleno Zócalo, y lo mismo ocurrió con las "bebidas tropicales o exóticas", servidas en jarritos de barro acompañadas de vino, vodka o tequila. En la búsqueda del mejor lugar, aunque éste implicara falta de aire y espacio vital para bebés y niños de menos de cinco años, no faltaron los conatos de bronca por los empujones, similares a los que se registran en cualquier hora pico en el Metro, pero con la singularidad de que se daban en medio de braceros y comales, o puestos de huevos, confeti, aerosol, muñecos, gorros y otras mercancías extendidas en el piso por los comerciantes.

A las 11, cuando la mayoría de las personas, más que ver al Presidente sólo alcanzaron a escuchar sus gritos, decenas de banderas fueron agitadas y una nube multicolor cubrió la cabeza de todos. La guerra de la espuma, todos contra todos, se hizo más intensa que antes, y los protectores de mica demostraron por qué fueron los artículos más demandados de la noche entre las miles de baratijas tricolores que se vendieron a propósito de las fiestas patrias. Con todo, más de 40 personas sufrieron irritación en los ojos y tuvieron que ser atendidas por los socorristas de la Cruz Roja desplegados en la plaza.

El "orden" con el que aparentemente se desarrolló el festejo tuvo momentos críticos al final, cuando en la lucha por salir más pronto del lugar, decenas de personas se empujaron unas a otras sin control, en un maremágnum donde los niños tuvieron que ser sacados en vilo para no ser aplastados.