VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE DE 2000
* FORO DE LA CINETECA
JLG/ JLG
Jean Luc Godard por Jean Luc Godard. No una autobiografía, tan sólo instantáneas de la vida cotidiana del cineasta en Rolle, Suiza, su residencia y taller de trabajo a orillas del lago Lehman. Autorretrato de diciembre es el subtítulo después de las iniciales JLG, y también indicación climatológica en una película donde la naturaleza es omnipresente. Trabajo de corte documental y asimismo reflexión sobre el cine y su relación con la literatura y la pintura, que reúne las mejores cualidades y las obsesiones más irritantes del director de Pierrot el loco y El desprecio. Pocas veces se ha colocado Godard en un primer plano semejante, y pocas veces ha sido su discurso tan autorreferencial y verboso. Como en otras películas suyas, el guión está salpicado de citas literarias y de referencias a obras pictóricas; el propio director se muestra pintor amateur. El catálogo incluye referencias al filósofo Heidegger (Ser y tiempo), a las reflexiones políticas de Alexis de Tocqueville en 1830, y al Malraux de La esperanza. La pintura está presente a lo largo de toda la cinta, sobre todo en los senderos nevados impresionistas, evocación visual de la infancia. ''El pasado no está jamás muerto; ni siquiera ha pasado, ni siquiera es pasado". La naturaleza irrumpe en esta cinta, como en varias de las obras recientes de Godard (Peor para mí o Nueva Ola), como un personaje más, como un murmullo coral: sonido de truenos, ruido de olas, graznidos. Los intertítulos marcan transiciones temporales con la nomenclatura de los meses revolucionarios franceses, Brumario, Pluvioso ųuna vez más, indicaciones atmosféricasų. El objetivo del cineasta es revelar, ''dar a ver". En una escena, una joven ciega es contratada como asistente de montaje; el cine, clave de videncia, como lo imaginaba Breton, o instrumento privilegiado de percepción sensorial, como lo practica el propio Godard.
El narcisismo de aquel a quien los estudiantes de mayo del 68 llamaran ''El más estúpido de los suizos franceses", es abrumador y exasperante, aunque no está exento de una buena dosis de autoparodia e ironía. En un ejercicio de vanidad y apetito de trascendencia, Godard juega con las últimas frases sartreanas de Las palabras y se improvisa un epitafio: ''ƑAl término de esta empresa, habré merecido el nombre que yo mismo me he dado?"
Una película tan corta (apenas una hora), plagada de conceptos filosóficos, reflexiones estéticas, parábolas de gurú racionalista (el cuento sobre la familia de tiburones), lamentos de sepulturero de la cultura occidental clásica, es todo un almanaque de saber libresco y de vanidad satisfecha. Esto puede abrumar e irritar a muchos espectadores ųsobre todo a los que conocen poco o nada del cine de Godard, o a aquellos que conociéndolo lo detestan (y a quienes el subtítulo, Autorretrato, debiera bastar como factor disuasivo). Lo innegable en todo caso es que JLG/JLG es una experiencia visualmente portentosa. Alguna vez un crítico sugirió que Godard redujera al mínimo sus rollos y citas literarias, sus frases apocalípticas y ampulosas, e hiciera películas prácticamente mudas, donde la imagen pudiera al fin triunfar sobre el desbordamiento verbal. Ese ideal no se cumple aquí, pero la gratificación sensorial godardiana sigue siendo, para muchos cinéfilos, la mejor de las compensaciones.
* Carlos Bonfil *