JUEVES 14 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť El problema va en aumento, advierte estudio elaborado por DIF y Unicef


Trabajan más de 100 mil niños de zonas urbano-marginales del país

Ť De no revertirse la tendencia, menores de 0 a 5 años tendrán mayor deterioro personal en el futuro

Angeles Cruz Ť El problema del trabajo infantil en la zonas urbano-marginales afecta a más de 100 mil niños en el país y va en aumento. Está ligado a la pobreza y la desigualdad social, y en el corto plazo (dos o tres años) se traducirá en un deterioro de la calidad de vida de los menores que están y laboran en la calle, así como en nulas posibilidades de ingresar a la escuela, asegura el Programa para la Prevención, Atención, Desaliento y Erradicación del Trabajo Infantil Urbano Marginal.

El diagnóstico, elaborado por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en colaboración con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), señala que en el país existen 114 mil 497 niñas y niños de cero a 17 años de edad que están y trabajan en la calle, 45 por ciento de los cuales se concentra en 14 ciudades.

Dos terceras partes de los menores que se emplean lo hacen para ayudar a la familia o para sostener sus estudios. Sin embargo, únicamente la mitad de quienes asisten a la escuela son alumnos regulares, afirma el estudio.

Del total de infantes trabajadores, 100 mil 565 son menores en edad escolar y adolescentes, cuyas edades van de los seis a los 17 años. El resto (13 mil 932) tienen entre cero y cinco años, que acompañan a adultos o familiares mayores en el desempeño de diversas actividades económicas. Dentro del universo total, las niñas representan 30 por ciento.

Disminuir riesgos en que los menores desarrollan sus actividades

El documento que empezó a circular en esta semana refiere que la construcción de respuestas integrales y complementarias se ha dificultado debido a las implicaciones y la magnitud del problema.

Además, destaca la necesidad de instrumentar acciones continuas y sistemáticas para modificar gradualmente las condiciones y los riesgos en que los menores desarrollan sus actividades, a fin de lograr su eventual reinserción y/o permanencia en la escuela y en la familia.

Subraya la importancia de enfocar los esfuerzos preventivos hacia la población infantil de cero a cinco años, porque se perfila para sustituir a la generación actual de los menores trabajadores, mayores de seis años. De acuerdo con el estudio del DIF nacional, las niñas y niños de menos de cinco años "seguramente no van a contar con las condiciones más apropiadas para el estudio, pues está en su contra el hecho de que los propios adultos a quienes acompañan, presentan grados de escolaridad muy bajos -35 por ciento son analfabetas y otro 25 por ciento no rebasó el sexto grado de primaria".

Es decir, al llegar a la edad escolar los niños carecerán de la estimulación temprana necesaria, de los conocimientos y la disciplina básica para ello. Serán niñas y niños que tendrán en la calle y otros espacios públicos sus lugares naturales de desarrollo, "ya sea porque los expulsen rápidamente de la escuela, porque no tendrán las condiciones para insertarse con éxito en ella, porque carecerán de documentos que comprueben su identidad o porque sus padres simplemente ya no mostrarán interés por que estudien".

El riesgo para estos niños y niñas es que presentarán un mayor deterioro personal, a diferencia de los menores que actualmente trabajan en la calle y que todavía tienen un cierto nivel de escolaridad. En unos tres años constituirán una generación con menos recursos y capacidades para valerse vc-ni–a-acordeon por sí misma y para enfrentar los riesgos que están asociados a su permanencia en la calle.

De hecho, agrega el texto editado por el DIF nacional y Unicef, esta nueva situación ya está ocurriendo en los niños entre seis y 11 años. Sin contar si los menores están inscritos en el año escolar que les corresponde, de acuerdo con su edad, resulta que en la actualidad, 82 por ciento de los que tienen 11 años sí estudia; en tanto que los de diez, nueve, ocho, siete y seis años sólo lo hacen en 77, 78, 72, 66 y 66 por ciento, respectivamente, en una tendencia claramente decreciente.

El diagnóstico precisa que de no revertirse esta tendencia, los menores de cero a cinco años de edad enfrentarán en un futuro riesgos como las adicciones, el abuso sexual, la prostitución infantil, las enfermedades de transmisión sexual y otras condiciones de violencia social y urbana que los podrían llevar a la reproducción de conductas ilícitas.

Para los menores que ahora están en edad escolar y que también trabajan en la calle, las jornadas diarias son de alrededor de 12 horas. Este desgaste se traduce en un bajo desempeño escolar. Prueba de ello es que sólo la mitad de los niños que estudian son alumnos regulares, la mayoría labora como empacadores o "cerillos". Además está el riesgo de las adicciones, señala el estudio, y plantea medidas de atención para este sector de la población.

Un problema asociado al trabajo infantil es la deserción escolar, la cual en 50 por ciento de los casos se da por las condiciones de pobreza (necesidad económica y de trabajo); factores asociados al proceso educativo -no les gusta la escuela, son expulsados y reprobados- en 33 por ciento; problemas familiares, en 7 por ciento; y falta de documentos (actas de nacimiento, comprobantes de estudio) en 3 por ciento de los casos.

En cuanto a las actividades que desarrollan, el estudio agrupó a los niños en prestación de servicios personales y mendicidad (20 por ciento); producción y venta de artículos menores (24 por ciento); actividades vinculadas a sectores tradicionales (18 por ciento); subcontratación en el sector formal (24 por ciento); y los acompañantes de adultos (14 por ciento).

Al referirse a las condiciones en que laboran, destaca que ocho de cada diez niños se incorporan al trabajo antes de cumplir la edad legal de 14 años; la jornada promedio es de 6.31 horas y en su mayoría lo hacen cinco o más días de la semana. El ingreso promedio es de 1.6 salarios mínimos, aunque cuatro de cada diez menores obtienen ingresos inferiores a un salario mínimo.

Revalorar el papel de la escuela y fortalecer las capacidades familiares

Con el fin de revertir esta problemática, el Programa para la Prevención, Atención, Desaliento y Erradicación del Trabajo Infantil Urbano Marginal, que ya aplica el DIF nacional, sugiere la instrumentación de diversas acciones interinstitucionales, encaminadas a fortalecer las capacidades familiares e individuales y la revaloración del papel de la escuela como generadora de capacidades y factor de movilidad social.

Pero sobre todo, subraya la importancia de erradicar la creencia de que el trabajo infantil se origina por disfuncionalidad familiar, maltrato o expulsión de ese núcleo. Las instituciones de gobierno tendrán que aceptar que la estancia de los niños en la calle responde a problemas asociados con la pobreza, la desigualdad social y en general, a situaciones extremas que llevan a las familias a incorporar al trabajo a un mayor número de sus miembros, en particular los niños y las mujeres.