MIERCOLES 13 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť Autor de Loco afán..., libro a punto de agotarse en México


Lemebel: algunas veces la piedad mata más que el virus del sida

Ť ''En Chile el tema de la muerte es un escalofrío trágico por el genocidio impune''

Ť El silencio, reiteración de la mordaza que acalla el cantar maricueca, afirma

César Güemes Ť Seguirlo con la imaginación, por las calles de Santiago, es fácil. Encontrarlo toma un poco más de tiempo y un tiro a triple banda que comienza en su natal Chile, toma el camino largo a Barcelona y regresa hasta el teléfono que tiene instalado en la sala de su casa:

-No es sencillo encontrarte, Pedro.

-Pero si todo mundo sabe dónde vivo.

Quizá. En México su libro Loco afán, crónicas de sidario, publicado por Anagrama España -casa editorial merced a la cual fue posible la ubicación precisa del escritor- está a punto de agotarse a poco de haber llegado. Un volumen escrito con el conocimiento de causa de los estragos, comedias y tragedias que ha causado el sida en Santiago de Chile. Pedro Lemebel, militante a ultranza de su elección sexual, fundador del colectivo plástico Las yeguas del Apocalipsis, cronista, cuentero, autor de novela y en la actualidad con la beca Guggenheim que le fue conferida para continuar con sus investigaciones literarias, se define así para esta entrevista:

-Mi vida de escritor y mi cotidiano marica, proletario y doméstico se entrelazan sin privilegiar un quehacer especial. Aunque ahora es más caótico mi día como cronista exportable. Con una mano atiendo a mi madre, con la otra aliño la comida, con otra imaginaria me pinto los ojos, con otra auxiliar contesto el teléfono que no para de sonar, con la mano del gato firmo autógrafos y con la izquierda del corazón escribo, pensando en esa capacidad multidimensional que posee la mujer proletaria que se desdobla generosa en su incomprendido laburar.

Compartir ''hilachas de vida''

-En Loco afán... te acercas a la muerte, la miras pasar y no muestras signo alguno de temor.

-En realidad en el libro el tema de la muerte lo traté de desdramatizar con una suerte de teatro familiar o comadreo de esquina. Tomé contacto con la enfermedad a través de mis amigos que están contagiados y compartí esas hilachas de vida explorando los ribetes y profundidades del mal en los delirios, sueños y deseos de los cuerpos vivos, no como la medicina que centra sus investigaciones en cadáveres. En Chile el tema de la muerte siempre es un escalofrío trágico y debe ser en parte por todo el genocidio impune que se guarda bajo la alfombra.

-Pese a las dificultades naturales, humanas, de hacer Crónicas de sidario, te das amplio espacio y buena oportunidad de jugar con el sarcasmo y el humor. ƑEs mejor medicamento este recurso que un antidepresivo de farmacia?

-En un país donde sobrevivir con el sida cuesta cerca de mil dólares mensuales, hay que echar mano a otros recursos, como el humor, por ejemplo, que resulta una terapia barata y sin contraindicaciones. Pero sin duda estamos hablando de un agregado suntuario del tratamiento, que tiene la virtud de potenciar la autoestima, sobre todo cuando la epidemia arrastra múltiples segregaciones, algunas disfrazadas de beneficencia cristiana; me refiero a esa solidaridad con guantes que se viste de monja piadosa. Algunas veces ni siquiera es el virus el que mata, más bien es esa piedad de misionero pulcro que trata de rescatar sidosos de las "aguas turbias" del pecado.

-Dices en cierto momento, en el libro: ''La gente sana no tiene por qué amar la vida, y cada minuto se le escapa Lemebel por una cañería rota". En el mejor sentido, Ƒde qué padecimiento estético sufres para sujetarte a la vida?

-Podría hablar de afanes, de pequeñas batallas del día a día donde tal vez la vida se embriaga de cursis metáforas para escribir crónicas. El resto, uno va saltando charcos de homofobia y retratando aconteceres políticos, anónimos, barriales, con ojo de iletrado ardor. Por ahí escuchas, por ahí te cuentan, por ahí lees y alguna frase te queda campaneando; a veces alguna anécdota sin importancia me impulsa a escribir crónica. Como cuando Isabel Parra me cuenta que su madre, Violeta Parra, tenía un amigo raro, sin un pelo de cejas, se llamaba Benjamín y quería ser cantante, pero era más desafinado que una campana de goma. Sin embargo, deseaba cantar a toda costa, y llegaba todas las mañanas despertando a Violeta con un ''levántate pier angeli". Y esa frase de ''glamour'' pulguiento que alegraba a la triste Violeta Parra fue detonante para relatar un cuento de este amigo secreto que los historiadores de Violeta nunca van a tomar en cuenta.

-Salvo ciertas excepciones, como algunos títulos de crónicas que recuerdan canciones, el cuerpo de los textos no tienen temas que se escuchen al fondo. ƑEscribiste Loco afán en silencio?

-Si preguntas por la música interior, tal vez por un compás luctuoso, te diría que es un poco más pagano o romántico el ritmo que eligen mis amigas locas para que las acompañe en esa ruta final. El silencio es más cultural, como el jazz para los profesores de filosofía. Es una reiteración de la mordaza que acalla el cantar maricueca. Y la loca siempre quiere cantar, como el amigo de Violeta Parra, aun después de la batalla o como la cigarra bajo de la tierra.

Como en el tiempo de las carabelas

-ƑCuál es finalmente la historia de tu visita a Cuba?, Ƒte reconciliaste con la revolución de aquel país al acercarte a los centros donde se atiende a personas con sida?

-Mientras formé parte del colectivo La yeguas del Apocalipsis, con mi querido amigo Francisco Casas, fuimos invitados a la Bienal de Arte, en La Habana. Nos trataron como reinas, tal vez como nunca antes nos habían tratado en Chile. Así que solicitamos un vehículo para visitar el hospital del sida. En el camino nos travestimos de María Félix y Dolores del Río en visita de beneficencia. Y cuando llegamos, los médicos nos recibieron sin inmutarse por estas dos viejas vestidas de encajes negros y con el maquillaje goteando por los 40 grados de calor. Nos mostraron los parques, las fuentes de agua donde cantaban los picaflores, visitamos las casitas donde vivían los enfermos con sus parejas y nos sirvieron unos copones de helado mientras mirábamos pasear por los prados a las locas sidosas como papagayos con el pelo teñido a lo Celia Cruz.

''Después supe que las cosas habían cambiado en ese hospital, y los enfermos podían salir luego de tres meses. Creo que controlar la epidemia de esa forma fue una medida de emergencia bastante efectiva para impedir el contagio, sobre todo si se mira la voracidad sexual de los turistas con los jineteros y jineteras en el Malecón. Aparte de esto, con Cuba no necesito reconciliarme, porque nunca he estado contra la revolución. Y es más, si tuviera que morir lejos de Chile, elegiría Cuba sin dudarlo: por su ternura, por su pueblo agredido pero digno, por su aliento tibio."

-Tu poema ''El manifiesto" te ha granjeado no pocas amistades, lo mismo que diferencias. ƑCuál es el saldo a casi 15 años de que lo escribieras?

-Lo escribí en 1986, para ser leído en un acto de izquierda. Luego de darle voz, se me acercó un señor comunista a preguntarme si conocía la ''Plegaria del labrador", de Víctor Jara. Le contesté que por supuesto. Entonces me dice: Lo que usted leyó es como la ''Plegaria del maricón". Me dio mucha risa y de alguna forma le di la razón a ese viejo comunista que aún no se había renovado. Hoy pienso que ''El manifiesto", que confrontaba a la izquierda por su homofobia dejó de ser sólo una demanda personal y tomó un carácter colectivo.

-Ahora tu trabajo literario va camino de Anagrama España. ƑEl público de Latinoamérica se tardó en conocer tu obra debido a lo local de las editoriales que te publicaban?

-Ese hecho puede hacer dialogar mis escritos con otros similares o quizá opuestos. La tardanza de 15 años en lo que mis textos llegaron a España, se debió quizá a la insularidad de mi país o a que preferí publicar en sitios más cómplices con mi discurso, editoriales hechas por mujeres o alternativas al modelo neoliberal. Parece cómico que con la tecnología de comunicaciones de hoy un libro se demore tanto en llegar a España como en el tiempo de las carabelas. En cuanto a que el proyecto de Anagrama incluya otros libros, es decisión de Jorge Herralde, quien evalúa si es exportable la localidad de mis escritos.

-No te puedes quejar del modo en que fue recibido Loco afán.... En México está por agotarse la edición importada.

-Bueno, confío en que con la entrada pomposa que tuvo ese volumen en el mercado hispano quedará la puerta abierta para colocar algún otro cancionero.