MIERCOLES 13 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Bernardo Bátiz Vázquez Ť
Policía Auxiliar
Entre las oscuras herencias que el régimen que se queda atrás deja a los nuevos gobiernos democráticos, está el de la Policía Auxiliar del Distrito Federal, uno de tantos ejemplos de corrupción oculta debido a la ambigüedad de las disposiciones legales, la mezcla ventajosa para algunos de cargos y funciones públicas con negocios privados, y la lenidad y la tolerancia, unas veces cómplice, otras simplemente motivada por el cúmulo de problemas, que impiden arrostrar todos a la vez.
Este cuerpo policiaco, integrado en su generalidad por mexicanos pobres y modestos, deseosos de desquitar con un trabajo honrado lo poco que reciben como salario, data de la década de los cuarenta, cuando el presidente Avila Camacho autorizó o toleró que los antiguos "veladores", descendientes de los "serenos" del siglo XIX, se organizaran bajo un sistema ambiguo, medio incorporado y medio no, a la policía capitalina.
El pequeño grupo al principio fue creciendo en la medida en que la inseguridad y la delincuencia fueron convirtiendo la pacífica ciudad de los años felices en una más violenta y peligrosa; todo mundo empezó a requerir guardias especiales, porteros armados, choferes con placa, vigilantes nocturnos y otras modalidades de protectores, y la policía auxiliar se multiplicó indefinidamente hasta alcanzar la cifra actual, que nadie conoce con precisión, de alrededor de 40 mil elementos, lo que ya es un problema en sí, pero que se agrava con el hecho de que para los comandantes que dirigen esta policía, las utilidades de administrarla son más que jugosas.
El problema se dejó crecer por décadas y hoy que las actuales autoridades tratan de afrontarlo, el Frankenstein resulta demasiado peligroso y casi ingobernable.
Vista desde fuera, esta policía, catalogada como "complementaria", es un híbrido extraño; según la ley forma parte de la policía del Distrito Federal, junto con la Bancaria e Industrial, y dentro de la denominación genérica de Preventiva, en la realidad, funciona como un negocio privado, mediante contratos que cada comandante o jefe celebra con los usuarios, que son particulares, empresas, vecinos y hasta oficinas públicas que los requieren.
Ciertamente, los pagos ingresan a las arcas del gobierno, pero regresan por medio de una partida que administran los jefes, y de la cual se hacen los pagos a cada elemento, descontándoles más de 30 por ciento, que se destina, bajo la administración de los mismos jefes, a servicios sociales y otros gastos de la corporación.
La suma de los 40 mil "30 por ciento" hace una cantidad enorme, de la que poco se sabe.
Esa fortuna, manejada mensualmente por unos cuantos, ha sido el obstáculo para que las autoridades actuales, a pesar de los esfuerzos que han hecho en ese sentido, sujeten a control a los jefes de la Policía Auxiliar y a los mismos policías rasos, quienes están ya divididos entre los que quieren liberarse de su situación y los que están a gusto bajo el control de los dirigentes tradicionales.
Las medidas pueden parecer difíciles de tomar; sin embargo, hay que llevarlas a término por el bien de la ciudad, de su tranquilidad y también de los que en la corporación se ganan honradamente la vida.
bernardobá[email protected]