MIERCOLES 13 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Críticas por saldos pendientes del gobierno
La democracia es mérito del pueblo: diputados a Carrasco
Ť Chiapas, inseguridad y corrupción, expedientes abiertos
Ciro Pérez y Alonso Urrutia Ť Llegó a la Cámara de Diputados con la democracia como la mayor divisa política de gobierno y la reivindicación de Ernesto Zedillo como el presidente democratizador del país, pero de nada le valieron al secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco. Fueron cuatro horas de comparecencia caracterizadas por el rechazo opositor a la paternidad priísta de la alternancia democrática, y la protesta abierta de sus paisanos oaxaqueños -de todos los signos políticos- por su ''despotismo'' e ''insensibilidad política''.
Inevitable el caso Chiapas y por ello, desde su discurso, Carrasco lo abordó con el consabido reconocimiento al Ejército: su presencia obedece a funciones sustanciales de protección fronteriza, resguardo de reservas ecológicas y combate al narcotráfico. Pero también está ahí, porque existe una declaración de guerra no retirada, que motiva una estrategia de acotamiento cuyos frutos son la inexistencia de confrontaciones armadas.
Rechazó la viabilidad del reposicionamiento de tropas, porque persisten tensiones inter e intracomunitarias y frágiles equilibrios, además de factores de inseguridad. Sin ellas, ''se tendría posiblemente que lamentar graves consecuencias''.
Motivo de la única autocrítica en el Informe presidencial, la seguridad pública fue el tercer tema que prevaleció en la comparecencia. El cúmulo de cifras proporcionadas por el funcionario -presupuestos al alza, delincuencia a la baja- no inhibieron las duras críticas de la oposición: ''ƑCómo explicar a la población que aun incrementando aceleradamente los recursos, creando una ley y un sistema de coordinación, la inseguridad ha aumentado? Si la ineficiencia no fue por falta de recursos ni carencia de instrumentos jurídicos, Ƒcómo explicar el fracaso?'', le increpó el panista Armando Salinas.
ƑY dónde está Oscar Espinosa?
Una y otra vez, la oposición censuró la impunidad, sea entre la delincuencia común o en la organizada, que ha penetrado las esferas gubernamentales; pero, casi sin excepción, los partidos opositores lanzaron una inquietud: ƑY dónde está Oscar Espinosa? ƑLos órganos de inteligencia de Gobernación sabrán dónde se encuentra Espinosa para que la procuraduría pueda aprehenderlo?
Espinosa Villarreal no apareció ni en el discurso. Carrasco hizo mutis sobre el paradero de quien fuera hasta hace poco su compañero de gabinete.
Sin preámbulo discursivo, Carrasco Altamirano arrancó su participación encomiando la estabilidad política y la transición democrática a partir de las reformas electorales impulsadas por el régimen zedillista. ''La virtud reconocida del presidente Zedillo es hacer suyas y encabezar las transformaciones políticas (...) La administración será reconocida en la historia, sin duda y sin regateo, como un periodo democratizador''.
Pero el protagonismo histórico que le atribuyó Carrasco a Zedillo fue inmediatamente regateado. El mérito es del pueblo, dijeron con matices los partidos de oposición, antes de endilgarle al régimen saliente todos los rezagos: Chiapas, asesinatos políticos, inseguridad pública... todo lo cual hizo a la fracción perredista tener dudas sobre el verdadero papel de Carrasco al frente de una política interior que calificaron de fracasada.
Carrasco dedicó amplios párrafos a la democracia, al fortalecimiento de las instituciones electorales, a la generación de las condiciones para elecciones limpias, todo ello a partir de la ''reforma visionaria'' impulsada en 1996.
Una reforma que, dijo sin ambages, permitió pasar ''de un concepto de gobernabilidad basado en el control corporativo, en la hegemonía de un partido casi único, al tránsito a la gobernabilidad centrada en resolver las causas de las demandas sociales. Hoy, las cuentas de la gobernabilidad son claras: México tiene estabilidad y sólidas instituciones''.
Y mientras el secretario reivindicaba la ''vocación republicana'' de los mexicanos, se consumaba la protesta de los oaxaqueños. Signo de los nuevos tiempos, la protesta la promovió el PRI; así, una decena de priístas alentó la salida de los legisladores panistas y perredistas de Oaxaca. Bajo el argumento de protestar contra las prácticas ''despóticas'' que caracterizan a Carrasco, agregaron que no tenía sentido escucharlo hablar de algo que no practica.
Carrasco no se inmutó y todavía volvió, en su mensaje final, al tema de la democracia. La gobernabilidad democrática, dijo, no significa la abolición del conflicto, y deslizó un mensaje al próximo gobierno panista: ''Deseo que cuando llegue su momento, quienes tendrán futuras responsabilidades políticas puedan informar, como lo hacemos hoy nosotros, que el país está tranquilo, sin convulsiones ni desesperanzas''.
Chiapas, otra vez
En el ''cúmulo'' de expedientes que hereda la administración, los partidos de oposición hablaron de Chiapas, pero también recordaron Aguas Blancas, la participación de la Policía Federal Preventiva en la UNAM, la masacre de El Charco, los asesinatos políticos no esclarecidos y la aprehensión de ecologistas en Guerrero.
El secretario sólo aludió a Chiapas y de hecho se anticipó a los cuestionamientos en su discurso. ''Ningún país en el mundo que ha padecido conflictos armados, ha practicado una política tan extensa e intensa para su solución en cuanto a la atención de las causas que las motivaron como lo ha hecho México, al tratar el conflicto de Chiapas''.
En casos similares, continuó Carrasco Altamirano, ''se ha buscado el acuerdo de paz tras muchos años de lucha y un elevado costo de vidas humanas, para después comenzar a atender las causas que motivaron los problemas sobre las cenizas de miles de muertos. México no ha actuado de esa manera''.
Rememoró las iniciativas de paz oficiales y le recordaron el incumplimiento a los acuerdos San Andrés. Habló de que son necesarias ''mejores condiciones de confianza mutua para avanzar hacia la paz, pero sobre todo para avanzar en la reivindicación plena de las demandas sociales de los chiapanecos más pobres, porque la ausencia de diálogo perjudica a las comunidades indígenas en conflicto''.
Para la oposición, la postura real del gobierno la marcó la masacre de Acteal. El petista Félix Castellanos dijo que esta matanza ''reflejó claramente la concepción y los propósitos verdaderos del presidente Zedillo en Chiapas''.
Por otra parte, el balance de la inseguridad se convirtió en una contraposición de cifras y posturas. Carrasco subrayó las nuevas condiciones generadas para el combate a la delincuencia: un gasto acumulado en cinco años de 27 mil millones de pesos en el sector y una cifra histórica de 12 mil millones en este año; la creación del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que implicó más armamento, sistemas de investigación más sofisticados, bancos de datos, huellas dactilares de policías y delincuentes, la nueva Policía Federal Preventiva; el abatimiento de los índices delictivos de 15.7 a 13.5 delitos por cada mil habitantes.
Fue la fracción panista la que lanzó las más duras críticas al saldo de inseguridad que prevalece en el país. Armando Torres vinculó incluso el ''fracaso'' de la actual gestión, con algunos otros hechos delictivos que involucran a altos funcionarios de gobierno e incluso del Ejército, ''como los generales Gutiérrez Rebollo, Acosta Chaparro y Quirós Hermosillo''. Ello, afirmó, revela el fracaso de la estrategia que pretende involucrar al Ejército en el combate al narcotráfico.