EL DIFICIL EQUILIBRIO DEL PRECIO DEL ORO NEGRO
Es posible que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) resuelva lanzar diariamente al mercado 500 mil barriles más, a fin de frenar el ascenso de los precios del combustible, elevando su producción por día a casi 26 millones de barriles. La acción combinada de Arabia Saudita y de los Emiratos Arabes -países políticamente muy ligados a Estados Unidos, grandes productores que cuentan con escasa población y enormes reservas y excedentes- podría llevar a otros productores a aumentar su producción de crudo. Irán, Argelia, Nigeria, Venezuela y México posiblemente seguirán el camino impuesto a los productores por un recuerdo, una previsión, y sobre todo por dos presiones desiguales.
El recuerdo se remonta a finales de los años 70, cuando después del triunfo del embargo petrolero decidido por la OPEP y del enorme ascenso de los precios de los hidrocarburos, la demanda de los mismos se redujo, la industria comenzó una drástica disminución de sus insumos energéticos y el valor del crudo se derrumbó. La previsión, que se basa en esa experiencia, parte del supuesto de que si el precio del barril oscila entre 22 y 28 dólares, con un promedio de 25 dólares, permitiría mantener un alto consumo mundial del hidrocarburo, reducir los efectos negativos de la inflación sobre el crecimiento económico de los países que son grandes consumidores y conservar en ellos el aumento en el transporte y en el consumo domiciliario (ante el invierno no demasiado frío el mantenimiento de un buen nivel en la calefacción en Estados Unidos, Europa y Japón es importante). La previsión estima también que probablemente un razonable crecimiento económico estimularía incluso el aumento del consumo de combustibles.
En cuanto a las presiones, la débil proviene de los países pobres no productores de petróleo, que no pueden pagar las cada vez más caras importaciones del oro negro y, como Cuba, reducen su consumo a costa de serias dificultades económicas y sociales. Pero esa presión podría obviarse y no es la decisiva.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, propuso en su reciente gira por los países de la OPEP ayudar a aquellos países con tarifas diferenciales y ayudas económicas como las que dieron, en los momentos áureos de la OPEP, los países árabes a los africanos. Quienes en cambio han solicitado o hasta exigido que los productores de petróleo, en vez de aprovechar el maná de los altos precios del mismo para paliar sus crisis (Rusia, sin los nuevos precios estaría por los suelos y las dificultades económicas de Venezuela o de Nigeria o Argelia serían mucho mayores), han sido los grandes bloques que controlan la economía mundial, o sea, sobre todo Estados Unidos y Europa, y en menor medida Japón, el cual está saliendo del estancamiento.
En efecto, sus gobiernos deben hacer frente a los aumentos de los precios de los productos o servicios con grandes insumos energéticos y fuertes protestas sociales, y las empresas, a su vez, no pueden calcular los costos y las ganancias para el futuro si el precio del combustible no es estable. De modo que los países productores de petróleo se están viendo obligados a sacrificar las ganancias del presente para poder estabilizar -quizás- el porvenir. Desde el punto de vista de los precios, por supuesto, porque una mayor explotación de los yacimientos acerca, para ellos, el día del agotamiento de un recurso no renovable que no puede ni debe tener sólo el precio del mercado, pues debería contarse en cambio con el costo económico y social de su substitución, cuando aún no se ha encontrado una fuente energética alternativa para una producción de masas, y las ilusiones sobre la energía atómica se están disipando.
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