DOMINGO 10 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť La semana política en Estados Unidos
Ť El tema de la política exterior, importante sólo para ganar votos
Ť La Cumbre del Milenio, sin interés para el ciudadano común
Ť Cuando el asunto es el mundo, el país parece pueblo provinciano
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 9 de septiembre Ť Estados Unidos es, se dice, la nación más poderosa que ha existido en el mundo desde el imperio romano. Pero a juzgar por la atención que recibió la Cumbre del Milenio de la Organización de Naciones Unidas --la reunión más grande de jefes de Estado en la historia-- por los ciudadanos de este país, existe poco interés sobre el ejercicio de esta potencia mundial.
Esta semana, mientras que el presidente Bill Clinton y casi todos los "líderes del mundo" estaban en Nueva York discutiendo la agenda para el próximo milenio, los ciudadanos estadunidenses bostezaban.
El primer día de la cumbre, los tres principales noticieros nacionales de televisión de este país, en los que casi 40 por ciento del país aún se entera de las noticias del día, ofrecieron sólo una breve reseña sobre la reunión en la ONU, pero sólo después de notas como la controversia de las llantas mal hechas por Bridgestone-Firestone y detalles de un asalto bancario, aparte de otras noticias locales.
En el segundo día de la cumbre, ésta recibió, fuera de Nueva York, aún menos atención de la televisión. Cierto, el relativamente reducido número de gente que ve noticieros de 24 horas como CNN o que lee periódicos como el New York Times, sí tuvo amplia información sobre los eventos de la ONU. Pero la mayoría de los periódicos regionales o locales dejaron la nota hasta sus últimas paginas; incluso el Washington Post sólo le dedicó la primera plana el primer día de la reunión.
La realidad es que la mayoría de los ciudadanos no parecen interesados. La política exterior no está entre los 10 asuntos de mayor importancia del electorado, según encuestas, y pocos votantes aquí parecen entender que --para bien o mal-- el resto del mundo está obligado a darle atención a Estados Unidos para entender los difíciles temas internacionales.
Cuando los presidenciables tocan aquí asuntos de política exterior, casi siempre es para buscar apoyo entre algún grupo de interés doméstico: el candidato demócrata, Al Gore, abordó el asunto de la política estadunidense hacia Africa durante un discurso ante la organización negra de derechos civiles NAACP. A su vez, su rival republicano, George Bush, presentó uno de sus discursos centrales sobre la política hacia América Latina ante un público latino en Miami. Y, claro, ambos aspirantes abordan el tema de la paz en Medio Oriente ante públicos judíos en este país.
Pero la ONU carece de una base de apoyo o interés en este país y, como resultado, ninguno de los dos principales candidatos presidenciales ha dicho una sola palabra esta semana sobre la Cumbre del Milenio, y ambos permanecieron alejados de todos los eventos y personajes relacionados con el encuentro. Una revisión del archivo de las declaraciones de ambos aspirantes durante el último año revela que ninguno ha optado por emitir siquiera un boletín de prensa sobre el tema de la ONU.
Esa tal vez fue una decisión sabia ya que la percepción popular en este país es que la ONU es una institución corrupta, incapaz e incompetente para cumplir con su papel de prevención y resolución de conflictos en Africa y otros lugares, con una gorda burocracia de funcionarios con altos ingresos.
Un panfleto derechista contra la ONU señala que 200 empleados o más del organismo ganan un salario superior al del presidente de Estados Unidos. Pocos saben que la ONU ha tenido un papel clave en erradicar la viruela, o su exitosa misión de mantenimiento de paz y de observación electoral en países como Mozambique, Cambo- ya y Sudáfrica, entre otros.
Pero dada la importancia --de nuevo para bien o mal-- del papel de Estados Unidos en el mundo globalizado, uno esperaría que el electorado estadunidense deseara evaluar con cuidado las propuestas y posiciones de los candidatos a la presidencia. Pero, al parecer, esto no ocurre, y se explica, en parte, porque no parece haber gran diferencia entre las posiciones de Gore y Bush sobre política exterior.
Pero más que eso, la política exterior como tema parece importarles a los ciudadanos aquí sólo cuando tiene un impacto directo sobre los temas domésticos, como en el caso de los intensos debates sobre libre comercio y la inmigración. Resolver la pobreza mundial, reducir la tasa de mortalidad infantil a nivel internacional o apagar una crisis al otro lado del mundo en países de Africa, simplemente no ocupan un lugar prioritario en la lista de intereses.
El centro del poder mundial parece más un pueblo de provincia cuando el tema relevante es "el mundo".