DOMINGO 10 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť El cineasta, víctima de un sainete en los Oscar de la televisión para niños


Los niños, en todas las bocas pero en pocos corazones, dice Michael Vetter

Ť El jurado adulto rectificó la decisión infantil de premiar el documental El gran cofre del tesoro

Claudia Herrera Beltrán Ť El documental El gran cofre del tesoro, que incluye un cortometraje mexicano, fue declarado en junio el mejor programa por el jurado del Prix Jeunesse International, considerado el Oscar de la televisión infantil, que se efectuó en Munich, Alemania. El veredicto surgió de un grupo de mil niños que estudió cientos de producciones. Sin embargo, el fallo de los infantes fue ignorado por el comité de adultos, que rectificó y decidió galardonar programas de corte comercial, la mayoría de poderosos canales de televisión estadunidenses como Fox Kids, Discovery Kids y Disney Chanel.

Michael Vetter, cineasta austriaco-mexicano, relata esta experiencia y llega a sus conclusiones: ''El gran ausente de la televisión infantil extranjera y mexicana es el propio niño, que no es una prioridad en este mundo manejado por intereses ciento por ciento mercantilistas''.

De vuelta al país, tras una estancia en Alemania junto con el director de cine Pierre Hoffmann como representante de los 12 países que impulsaron este proyecto (Alemania, Bielorrusia, Canadá, Grecia, Filipinas, México, Polonia, Sudáfrica, Tanzania, India, Rusia y Turquía), cuenta además las dificultades que encontró, primero para producir la película y ahora para comercializarla y exhibirla: ''Los niños están en todas las bocas y en muy pocos corazones'', afirma.

Legado infantil para el 2050

La versión mexicana del documental El gran baúl -como lo llama Vetter- nació hace tres años a instancias de ''muchos padrinos'' que se fueron quedando en el camino, lo que obligó a su promotor a invertir y endeudarse para realizar el cortometraje que narra las andanzas de tres niños -un indígena huichol, un buzo de Cancún y un niño de la calle de la ciudad de México-, representantes de 6 mil que depositaron sus mensajes en un enorme cofre que será abierto en el 2050.

En 1997, representantes de 12 países acordaron impulsar la construcción de baúles en cada nación, en los cuales los niños depositaron, sin censura, legados para los infantes del 2050. Las historias que se suscitaron en torno a este proyecto, que también se desarrolló en culturas diversas y tan alejadas entre sí como la alemana, la mexicana y la tibetana, fueron filmadas y reunidas en El gran cofre del tesoro.

Esta idea cautivó a Vetter y la emprendió incluso contra cualquier obstáculo, como la caída de los precios del petróleo, que frenó la participación de patrocinadores oficiales y particulares e hizo que la producción fuera independiente.

Aun así recaudó los primeros 15 mil dólares que sirvieron para la construcción de un gigantesco cofre, hasta ahora el más grande que se haya hecho en Tonalá, producto del trabajo de tres meses de 13 familias que elaboraron una fastuosa artesanía de 600 kilos que ahora se encuentra en el Museo del Papalote, para albergar las 6 mil cartas de niños mexicanos.

La producción de la película también significó muchas penurias para Vetter, que con ayuda de algunos amigos invirtió unos 100 mil dólares con la esperanza de que este esfuerzo pronto tuviera frutos; ilusión que a principios de año parecía hacerse realidad: la serie fue muy bien recibida en una exhibición en Alemania, por lo que se ganó su lugar en el Festival Prix Jeunesse International.

Para México todo iba bien, pues aunque no había sido incluido entre los finalistas -el cortometraje del Tíbet fue elegido como representante de los 12 países- sí entró a la ronda de exhibiciones especiales, lo que motivó que Vetter, quien ha radicado 32 años en México, se trasladara a Alemania a fin de promover la película.

Sin embargo, el cineasta pronto se topó con lo que él llama la mafia de la televisión infantil.

Confrontación en los veredictos

El 6 de junio, el comité adulto premió películas que, según el realizador, ''promueven la mercadotecnia y el consumismo'', como sucedió con una inglesa que contaba las historias de niños que visitaban tiendas comerciales para revisar la calidad de la mercancía.

La sorpresa de este año fue que, por primera vez, el veredicto fue confrontado, pues el jurado de mil niños premió como mejor documental El gran cofre del tesoro del Tíbet, y como mejor película de ficción a una producción de Israel.

La determinación del jurado infantil, relata el cineasta, provocó el enojo de la delegación china, que abandonó el festival en protesta, porque se había premiado un cortometraje que recogía voces de menores tibetanos que denunciaban la opresión china hacia su pueblo. Así que para evitar un conflicto diplomático o comercial, el dictamen infantil ni siquiera se mencionó en la primera versión de la página de Internet que difundió los resultados.

Con todo, asegura, la serie del baúl se llevó el aplauso de los niños. Incluso, ellos elaboraron y entregaron un elefante dorado como distinción. Sin embargo, señala, el punto de vista de los adultos fue otro: los documentales de ese tipo no atraen a los niños.

Pero en el fondo, asegura, hay otros intereses: ''El festival para niños en realidad está manejado por un grupo de adultos que son como amigos que se juntan cada dos años para premiarse entre ellos, sin importar lo que piensen los niños''.

Pese a todo, Vetter no pierde la esperanza de que el documental de los 12 países pueda ser visto en México y logre llegar a lugares recónditos mediante sistemas como la red Edusat: ''No vale la pena que una información tan valiosa contenida en los mensajes de los niños de hoy para los del futuro no sea aprovechada''.