DRAMA PERSONAL O NUEVO EPISODIO RENAVE
La lamentable muerte del subsecretario de Comercio, Raúl Ramos Tercero, ocurrida antier y dada a conocer ayer a la sociedad, podría haber sido, como lo sugieren varios indicios, el desenlace de un drama personal: un funcionario abrumado por su falta de previsión para llevar a término un proyecto de grandes dimensiones y por las consecuencias de esa falta: lo que él percibía como un acoso mediático y lo que entreveía como una suerte de linchamiento moral, y acaso judicial, en contra suya, que lo habría obligado a defenderse, "los próximos años, como si fuera un criminal o un fascineroso".
Es imposible, sin embargo, ignorar los contextos en los que ocurrió este presunto suicidio y las dudas que deja en el ambiente: las semanas terminales del régimen priísta, que en su útima fase fue tripulado por el grupo tecnocrático al que pertenecía Ramos Tercero; la creciente vigilancia social -a veces implacable- y periodística -en ocasiones abusiva y amarillista- del desempeño de los funcionarios públicos y, sobre todo, el escandaloso naufragio del Registro Nacional de Vehículos (Renave), una iniciativa gubernamental que, si bien contó en sus inicios con la aprobación del Legislativo, fue establecida en una forma no precisamente legal, más bien arrogante y torpe, y generó una oposición casi consensual entre la población y entre las autoridades estatales. El Renave -cuyo operador gubernamental era el funcionario fallecido- terminó de hundirse cuando se supo que el director de la concesionaria, Ricardo Miguel Cavallo, es requerido por la justicia española por su participación en el asesinato, la desaparición y la tortura de prisioneros políticos durante la última dictadura militar argentina (1976-1983), y que ha sido señalado como responsable del robo de los automóviles de sus víctimas y de falsificar los documentos vehiculares correspondientes.
En las cartas que dejó Ramos Tercero se percibe la misma actitud disociada que ha sido posible advertir en el secretario Herminio Blanco cuando ha salido a defender el registro vehicular: éste sugirió que las inconformidades con el programa podían obedecer a supuestos intereses delictivos; otro tanto dijo de la investigación periodística que reveló los antecedentes criminales de Cavallo y, cuando hubo de rendirse a la evidencia de que el Renave había sido puesto en manos de un presunto genocida, arguyó que éste sólo enfrentaba acusaciones por asesinato y tortura, y no por robo de vehículos.
En las misivas póstumas de Ramos Tercero no aparecen los justificados descontentos políticos y económicos que suscitó el malogrado registro de automóviles ni se menciona al desastre final de la operación -el descubrimiento de la identidad del ex militar argentino que lo dirigía-; en tales documentos, el fracaso del Renave se explica sólo por errores, omisiones y deficiencias en el trabajo burocrático y por "las vilezas y la maledicencia de los 'medios de comunicación'". Destaca el contraste entre la obsesión por limpiar la imagen de la Secofi y del Renave, por una parte, y la vaguedad con la que se refiere a los fallos propios.
En otro sentido, tanto el telón de fondo del presunto suicidio como los pasos iniciales de las autoridades de justicia obligan a la suspicacia: los miles de millones de pesos que el Renave proyectaba facturar; las irregularidades en la concesión; la dirección de la empresa ejercida por un posible criminal; el insólito suicidio por degollamiento; las largas horas en las que la muerte de Ramos Tercero se ocultó a la opinión pública, y las discrepancias entre las procuradurías mexiquense, que certificó el sucidio, y federal, que optó por mantener abierta la posibilidad de un asesinato.
Es obligado investigar a fondo estas sospechas y determinar si el fallecimiento de Raúl Ramos Tercero fue la culminación de una crisis personal o un intento criminal por desviar la atención de un trasfondo del frustrado registro vehicular, acaso más turbio del que ya se conoce. En tanto no se ofrezcan conclusiones inequívocas y contundentes a la opinión pública, para ésta la muerte del subsecretario de Comercio es ya un gran escándalo que se agrega al del Renave.
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