VIERNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť ECONOMIA MORAL

ƑMenos pobreza sin alza salarial?

Julio Boltvinik

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del libre mercado: el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

Una pregunta crucial

Los cálculos de pobreza que pueden hacerse a partir de los datos publicados de la ENIGH98 (la base de datos sigue inaccesible para los mortales comunes y corrientes), parecen mostrar una baja de la pobreza. Usando la línea de pobreza de la Cepal (para hacer mis propios cálculos) la baja observada resultó de 5 puntos porcentuales, de 63 por ciento a 58 por ciento de la población, entre 1996 y 1998. Esta es una baja muy pequeña si se la compara con el alza ocurrida en los dos años precedentes, cuando pasó de 46 a 63 por ciento (véase Economía Moral del 25/08/00: "Milagro de la Cepal"). De esta manera, entre 1994 y 1998 los movimientos son sumamente desfavorables para el gobierno de Zedillo. Sin embargo, la pregunta sobre las causas de la (aparente) baja ocurrida entre 1996 y 1998 es muy importante. Es necesario preguntarse si hay algún factor en el funcionamiento actual de la economía que permita que la pobreza baje y si ese factor es sostenible en el mediano plazo. Si ambas respuestas fuesen positivas, la disminución de la pobreza se podría lograr en el próximo sexenio sólo manteniendo ese factor funcionando. Naturalmente, una respuesta plena la podré dar cuando cuente con la base de datos de la ENIGH98. Sin embargo, por su importancia, vale la pena explorar una respuesta provisional.

Evidencia contradictoria

Como lo señalamos en "Milagro de la Cepal", hubo un fuerte deterioro de los salarios reales durante el gobierno de Zedillo (GZ). Sin embargo, casi la totalidad de la pérdida ocurre entre 1994 y 1996. ƑQué pasó a partir de 1996 en materia salarial? El cuadro 1 muestra la evolución, año por año, de los salarios reales de diversas categorías durante el GZ. Como se aprecia, no hay grandes cambios en los salarios reales entre estos dos años. Algunos, como los salarios manufactureros, los de las maquiladoras y del comercio al menudeo, suben ligeramente, incrementos porcentuales de 1.4, 4.7 y 1 por ciento; mientras otros más importantes numéricamente bajan: en 4.3 por ciento los mínimos, en 1.6 por ciento los de la construcción, en menos de uno por ciento los de cotización al IMSS. Es decir, parece haber un empate. Sin embargo, la remuneración media de asalariados de cuentas nacionales, después de haber bajado 10 pesos por día entre 1994 y 1996 (una baja de 20 por ciento) tiene un repunte de 3 pesos entre 1996 y 1998 (un repunte de 7.5 por ciento). Esto significaría que los salarios que aumentaron pesaron más en el movimiento global que los que disminuyeron. Sin embargo, el concepto de remuneraciones medias de cuentas nacionales ha gozado de muy poco prestigio entre los estudiosos del mercado de trabajo. Esta desconfianza se agravó cuando se introdujeron cambios en las cuentas nacionales a partir de 1994. De todas maneras las cifras apuntan al efecto composición de los salarios medios. Para expresarlo con un ejemplo hipotético, si sólo hubiese dos tipos de salarios, los agrícolas y los industriales, donde los segundos son más elevados que los primeros, y ninguno cambiase en términos reales en un periodo determinado, es posible que la media salarial subiese si la composición del empleo cambiase a favor del empleo industrial. Es probable que este efecto haya estado presente, en pequeña escala, durante el periodo 1996-1998. La comprobación de ello requiere un análisis de la evolución de las remuneraciones por rama de actividad que rebasa la colaboración de hoy. Lo que habrá que dilucidar es si se trata de un efecto composición positivo que, en la parte de recuperación del ciclo económico, representa el lado opuesto al efecto composición negativo que se produjo durante la crisis, en cuyo caso no se trata de un factor sostenible a mediano o largo plazo, o si se trata de una modernización de la estructura del empleo que sí sería sostenible.

La fórmula tripartita

La pobreza por ingresos se suele medir comparando el ingreso per cápita de cada hogar con la línea de pobreza expresada también en términos per cápita. El ingreso per cápita de un hogar que sólo obtenga ingresos por el trabajo de sus miembros, depende de tres variables: 1) el número de personas ocupadas (O); 2) el ingreso medio de cada uno de ellos (YO); y 3) el número total de miembros en el hogar (N). De los dos primeros factores depende el ingreso total del hogar (el numerador), mientras que el tercero es el denominador1. En el punto anterior exploramos el movimiento en el tiempo de los salarios, que son la parte más importante, aunque no la única, de los ingresos medios de los ocupados.

La gráfica muestra la evolución del ingreso captado por las ENIGHs de 1994, 1996 y 1998 por hogar, por persona y por perceptor, distinguiendo en este último caso los perceptores ocupados y los perceptores totales. Los perceptores son las personas que recibieron un ingreso corriente monetario de cualquier tipo. Incluyen, por tanto, personas que como algunas amas de casa no trabajan (en el sentido limitado, economicista del término) y que reciben una remesa de algún familiar. Incluye a los jubilados y a los que reciben una renta de alguna propiedad. Resulta peculiar que entre 1996 y 1998, según la ENIGH, el ingreso por hogar haya aumentado muy poco, de 74 a 76 por ciento del nivel alcanzado en 1994. Una recuperación muy pequeña, casi irrelevante. Sin embargo, la pobreza la medimos, como señalamos antes, por el ingreso por persona, que tuvo una recuperación mucho más significativa, de 77 a 86 por ciento del nivel de 1994. Detrás de este movimiento dispar está el hecho que el tamaño promedio de los hogares (nuestra n) disminuyó significativamente entre 1996 y 1998, según la ENIGH, pasando de 4.53 en 1996 a 4.3 en 1998, una baja de 5.3 por ciento. En ausencia de cualquier otro cambio, esta baja en el tamaño del hogar habría producido un aumento equivalente en el ingreso por persona en el hogar y, por tanto, haber disminuido la pobreza, aunque en un porcentaje incierto. Cabe preguntarse, por tanto, dos cosas. Primero, qué tan sólido es este dato de la ENIGH. Y segundo, qué tan correcto es usar el ingreso por persona como la variable clave para identificar la pobreza de ingresos.

Pero antes de ello, véase que los ingresos de los perceptores ocupados (nuestra YO) habrían aumentado en el periodo bajo estudio de 72 a 75 por ciento del nivel que tuvieron en 1994. Una recuperación leve que parecería reflejar lo antes comentado sobre salarios. Nótese, sin embargo, que si incluimos a todos los perceptores, su ingreso medio casi no se mueve.

Los datos históricos de las ENIGH muestran una tendencia a la disminución del tamaño medio del hogar muy rápida en los años noventa: desde 4.72 hasta 4.30 entre 1992 y 1998. Esta tendencia es muy similar a la que estima Conapo en sus proyecciones de los hogares, mismas que se presentan en el cuadro 2. Sin embargo, la tendencia de Conapo, que llega en el año 2000 a sólo 4.13 personas por hogar y 4.20 personas por vivienda, no coincide con los resultados preliminares del XII Censo de Población y Vivienda 2000, que arrojan un promedio de ocupantes por vivienda de 4.42, lo que según la relación entre hogares y viviendas implícita en la relación utilizada por Conapo, daría una media de 4.34 personas por hogar en el año 2000, superior a la de la ENIGH en 1998. La diferencia entre ambas estimaciones en el año 2000, la de Conapo y la del Censo es de 5.1 por ciento, diferencia capaz de generar una sobreestimación del ingreso por persona y una subestimación de la pobreza significativos. Concluimos, pues, que la evolución en el tamaño del hogar calculada por ENIGH (que o bien sigue de cerca de Conapo o ambos se apoyan en la misma fuente) requiere someterse a un análisis minucioso y no es totalmente confiable2.

El indicador ingreso per cápita

Independientemente del hecho que las tendencias a la baja en el tamaño del hogar, tal como las estiman Conapo y la ENIGH pueden estar sobreestimadas, es evidente que los hogares se están haciendo más pequeños. La medición de la pobreza a través del ingreso per cápita supone, sin embargo, que el costo de satisfacción de las necesidades de un hogar de cinco personas es cinco veces más grande que el de una persona. Cuando una persona que vivía sola empieza a compartir su vivienda con otra, es evidente que no todos los gastos se duplican. La renta, el predial, el agua, quedarán igual y la electricidad, el gas y el teléfono variarán muy poco. En los hogares se presentan economías de escala. Es obvio que hay un error en el uso del ingreso per cápita que, sin embargo, no es fácil de corregir. En los países sajones han ideado diversos procedimientos para llevar a cabo esta corrección. Uno es tomar a las siguientes personas después de la primera como adiciones menores a la unidad, por ejemplo, dos tercios o la mitad y obtener un número de personas corregido para fines de calcular la línea de pobreza de ese hogar. Parece llegada la hora de realizar esto en México de manera sistemática. De otra manera, al disminuir el tamaño de los hogares, subestimaremos el costo de la vida de los hogares muy pequeños cuyo peso en el total estará disminuyendo. Subestimaremos con ello la pobreza y podemos caer en la ilusión de que ésta baja.

 

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1 La ecuación es la siguiente, donde Yc es el ingreso medio de los ocupados en el hogar, O el número de ocupados, y n el número total de miembros: Yc = (OŤ Yo) / n .

2 Las encuestas son una técnica de muestreo en la cual, para ciertos propósitos, se requiere tener una buena idea del universo. Este universo, por lo que hace a las viviendas particulares, es lo que constituye el marco muestral de las encuestas. Este marco se construye en cada censo de población y va envejeciendo a medida que pasan los años. Los nuevos censos vienen a corregir las distorsiones. De esta manera, es muy probable que en materia de tamaño de los hogares y ocupantes por vivienda, el dato censal sea el correcto.