Ť DINERO

Ť Don Exterminio

Ť Samurais mexicanos

Ť Moraleja: no se rasure con cutter

Ť Enrique Galván Ochoa Ť

En los últimos años una protesta de mil voces se ha escuchado en el sector empresarial: la Secretaría de Comercio de Herminio Blanco ha diezmado a la industria nacional, entre otras cosas, por la imprudente apertura de las fronteras a la competencia de productos de muchas partes del mundo, malos y caros. A principios de esta semana les comentaba aquí el litigio que han iniciado dos compañías -Industrias CH y Siderúrgica de Guadalajara- para bloquear la importación de aceros especiales de Brasil, Corea y Estados Unidos. Tal política le ha valido al funcionario el apodo de Don Exterminio. Se abre ahora otro capítulo de cuestionamientos. En la última semana dos de sus colaboradores han perdido la vida en circunstancias extrañas: el subdelegado de Secofi en Tijuana, Guillermo Castellanos, fue asesinado a tiros, y antenoche supuestamente se suicidó el subsecretario de Normatividad, a cargo del Renave, Raúl Ramos Tercero. Ambos sucesos parecen distantes uno del otro, sin conexión, excepto que un hilo los enlaza: eran subalternos de Don Herminio.

Ceremonia del seppuku

La leyenda del samurai se remonta a los tiempos remotos del Japón. Es el nombre que se dio al guerrero, "al que sirve a su rey". Su presencia y su fama comenzaron a crecer con la dinastía Yamato, 400 años antes de la era cristiana. Su leyenda ha llegado a nuestros días como un personaje mítico capaz de cometer suicidio, si su honor, o el de su rey, resultaba irreparablemente mancillado. La autoinmolación del samurai tenía su propio nombre, seppuku, para distinguirlo del hara-kiri, el suicidio de los plebeyos. Solía tener como marco una ceremonia de dramatismo intenso. A veces el rey metía la pata y entonces el samurai tenía que pagar los platos rotos. Resulta una sorpresa encontrar entre los funcionarios priístas mexicanos una tendencia que parece heredada de la clase guerrera del Japón. Ya van cuatro seppukus en el actual sexenio:

1. Luis M. Moreno. Funcionario de Autotransportes del gobierno del prófugo ex regente Oscar Espinosa Villarreal. Se suicidó metiéndose varios tiros; quizá tenía mala puntería.

2. Mario Ruiz Massieu. Ex subprocurdor de Justicia. Se suicidó en un hotel de New Jersey, burlando la vigilancia del FBI y el control electrónico que traía en su muñeca.

3. Juan Manuel Izábal. Oficial Mayor de la PGR. Se dio un tiro en la boca y los lentes ni se le movieron.

4. Raúl Ramos Tercero. Subsecretario de Normatividad de Secofi a cargo del Renave. Su historia está en la primera página de La Jornada de hoy. Los japoneses se hundían la espada en el abdomen, él optó -según la versión oficial- por cortarse el cuello con un cutter.

Adviértase que escogió como lugar de la ceremonia del seppuku un paraje cercano al DF, pero en territorio del estado de México, donde su caso no podría ser investigado por la Procuraduría del gobierno capitalino.

Moraleja

El último seppuku nos deja una lección de valor práctico: no se rasure con cutter. Podría ser elevada a la categoría de Norma Oficial Mexicana por la Secofi.

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