JUEVES 7 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Participación: Ƒhorizontal o vertical?
* Sergio Zermeño *
Andrés Manuel López Obrador ha manifestado una idea noble para gobernar nuestra ciudad; ha dicho en repetidas ocasiones: "por el bien de todos, primero los pobres". Ese planteamiento es absolutamente legítimo dadas las condiciones extremadamente desiguales que hoy caracterizan a esta ciudad. Quizás no habiten aquí los compatriotas más pobres, pero sí los más golpeados por la destrucción y el desorden de su entorno, por la competencia salvaje de todos contra todos, lo que algunos llaman, no sin sorna, "el infelizaje", y Durkheim denominó la anomia (la enfermedad social).
Para lograr tal fin, López Obrador se propone destinar una parte significativa del presupuesto de la ciudad (500 mil pesos para cada uno de los mil 300 comités vecinales). En apoyo de esta idea se encuentra el argumento de que sólo 20 centavos de cada peso del presupuesto gubernamental bajan hasta el nivel de las necesidades básicas de la ciudadanía. Por lo tanto, y para reunir las sumas que esto exige, será necesario recortar salarios en los niveles de dirección y otros gastos suntuarios. Eso está bien si no es llevado a una exageración que empuje a ciertos funcionarios a rebalancear sus ingresos por caminos ilegítimos. Los responsables de este proyecto no ignoran que los mil 300 comités vecinales fueron elegidos a mediados de 1999 por sólo 7 por ciento de los votantes potenciales y que por lo mismo se trata de órganos muy endebles, que en 80 por ciento habían desaparecido hacia mediados del presente año y que los pocos que aún subsistían se encontraban mermados y divididos. Así que al escuchar que habría dinero, muchos comités se reagruparon bajo un gran oportunismo en la mayoría de los casos y con grandes fricciones entre sus miembros como uno puede adivinar, al extremo que el propio Andrés Manuel tuvo que advertirles la semana pasada que de continuar los pleitos ya no los recibiría. Incluso con estas tremendas limitaciones, la idea de reagrupar a los ciudadanos y darles medios para enfrentar directamente sus problemas es una buena idea, qué duda cabe, pues todos sabemos lo fácil que es hablar de la participación ciudadana y lo trabajoso que es dar los pasos para lograrla. Ahora bien, en el plano de las ideas constructivas, queremos recordar que en los ejemplos exitosos de participación ciudadana (Montevideo, Porto Alegre, el Mediterráneo europeo...), siempre fueron tenidas en cuenta al menos dos precauciones:
1) Es indispensable descentralizar los recursos y las decisiones (generando así autonomía), pero sin pulverizar a la sociedad. En efecto, con miles de comités se corre el riesgo de que las demandas sean extremadamente cercanas a los intereses particularistas de este o aquel grupo, generando caciquillos que se vuelven tan déspotas como indeseables (imaginémoslos encargándose de la política del barrio), reproduciendo hasta la náusea las mismas listas de demandas en cada comité. Existe también el peligro de que esos átomos se relacionen con el líder (en este caso el jefe de Gobierno) sin mediación alguna y siempre en términos de súplica y dádiva (surge inmediatamente la imagen de Salinas recibiendo cada lunes, en Los Pinos, a cientos de comités de Solidaridad, y la del verticalismo cubano de los Comités de Defensa de la Revolución). Estas dudas son pertinentes, sobre todo si se piensa nombrar en cada comité a un representante de gobierno.
2) La segunda precaución que se deriva de lo anterior es la que hace referencia a la construcción de los espacios intermedios entre los vértices de la administración y los comités dispersos. Por la experiencia de los últimos tres años en el DF, sabemos que atender a cada uno de los comités de las 200 ó 300 unidades vecinales es imposible en tiempo y recursos para una delegación. Por eso es indispensable reagrupar a esos comités subregional y subdelegacionalmente. De esa manera, y como se hace en otras grandes ciudades, 10 ó 20 comités discuten entre ellos y jerarquizan sus demandas, eliminando muchas de ellas. En un momento posterior presentan ese nuevo listado a las autoridades administrativas y alcanzan entonces acuerdos para llevar adelante las obras de acuerdo con un calendario. Esa descentralización subdelegacional no aumenta costos burocráticos y sí le da suficiente fortaleza a la ciudadanía para negociar con la autoridad y no depender de ella por el aislamiento de cada unidad vecinal.
La verdad es que hasta antes de que López Obrador hablara de ellos, los comités, a causa de su debilidad, habían sido rebasados por otras formas asociativas más consistentes (asociaciones civiles, ambientalistas, culturales, educativas, profesionales...), formando consejos ciudadanos mixtos preocupados por la seguridad, la protección ambiental, la red hidráulica, etcétera. Esta última modalidad es más horizontal, expresa mejor a la ciudadanía, mientras que los comités construidos al vapor pueden contribuir a la reproducción de lidercillos, y de ahí a las pandillas de pandillas políticas.
Hoy que la ciudad comienza a dividirse en un poniente panista más horizontal y rico, y en un oriente perredista en las delegaciones más pobres, abramos la discusión, consultemos a los ciudadanos sobre la participación ciudadana... y a todos los involucrados. *