JUEVES 7 DE SEPTIEMBRE DE 2000

* Astillero *

* Julio Hernández López *

Hay una dosis de pasmo que, desde el pasado 2 de julio, mantiene inmóvil y confusa a la corriente ideológica que llamaríamos de izquierda. Pareciera que esa corriente no logra asimilar plenamente el ascenso al poder de la derecha empresarial encabezada por Vicente Fox y la reactivación estruendosa de posturas clericales y conservadoras extremas que ese triunfo electoral ha motivado.

La V de la victoria que durante largas décadas fue distintivo de las luchas de la izquierda, parece haber sido expropiada ya por la derecha foxista. Apenas hace unos días, por ejemplo, volvió a aparecer ese signo en el tambaleante intento del Consejo General de Huelga de la UNAM de volver a la lucha, en esta ocasión con la toma del auditorio Che Guevara. Y en el terreno electoral, que con tanto entusiasmo fue mostrado en pasadas épocas como muestra del crecimiento de esa izquierda, el PRD va en picada (eso sin tomar en cuenta el impacto del escándalo de Félix Salgado Macedonio). Otro ejemplo de ese decaimiento lo da la figura del único perredista que se mantendrá en escenarios reales de poder, Andrés Manuel López Obrador, que ha decrecido entre el silencio estratégico autoimpuesto, los pleitos cerrados con Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles, y una serie de anuncios y declaraciones que han hecho disminuir el alto e impresionante grado de aceptación que del tabasqueño había antes del famoso 2 de julio.

Pero es posible que donde se vea con mayor dramatismo esa pérdida Ƒmomentánea? del sentido de la orientación política, y esa falta de identidad política, sea en el asunto de los militares mexicanos detenidos por narcotráfico pero que, además, torturaron y asesinaron a luchadores sociales y políticos en décadas pasadas.

Nunca antes se había tenido la posibilidad real de buscar castigo para esos militares que participaron en la guerra sucia contra la guerrilla y también contra los movimientos sociales de izquierda. Los acuerdos Fox-Zedillo, con los que se prepara el acompasamiento de la política mexicana a la estadunidense, han llevado al encarcelamiento de Arturo Acosta Chaparro y Humberto Quirós Hermosillo por asuntos de narcotráfico, pues el futuro gobierno necesita manos libres para nombrar al próximo secretario de la Defensa Nacional, y a una elite castrense desacreditada y perseguida para así abrir paso de mejor manera a las estrategias y las instrucciones del vecino país en la nueva fase de la guerra contra el narcotráfico iniciada con el Plan Colombia.

Consignados por asuntos de drogas por así convenir al futuro régimen, los tales generales han vuelto a traer al escenario los recuerdos imborrables de los crímenes cometidos en el pasado contra militantes de izquierda. Sin embargo, pocas son las voces de esta franja ideológica y política que parecieran tener confianza en sí mismas como para presionar en busca de justicia. Desde luego, persiste la voz histórica y heroica de las madres encabezadas por doña Rosario Ibarra. Y algunos centros de derechos humanos han enumerado los crímenes cometidos por esos Cavallos nativos. Y Martí Batres, en San Lázaro, ha exigido sanción contra esos culpables, y ha llamado a hacer que el titular de la Sedena comparezca ante diputados para hablar sobre el asunto. Hasta el propio procurador federal, Jorge Madrazo (que no forma parte de ninguna corriente de izquierda, sino del carpicismo, explicación casi innecesaria de esta geométrica columna), ha debido reconocer entre dientes que estará "atento" a las indagaciones que el fuero militar haga respecto de esas acusaciones de violaciones a derechos humanos.

Pero no parece haber un gran ánimo de esa izquierda derrotada electoralmente, golpeada moralmente, de levantarse para exigir castigo contra los torturadores y asesinos, yendo así más allá de sus indecisiones e indefiniciones, de sus minucias tribales, de sus pleitos por privilegios y prebendas o por cuotas electorales y posiciones de supuesto poder.

Esa V, ya no se ve.

Un nuevo mártir católico

Enésimo escándalo de Onésimo, el obispo al que sólo le falta andar en Harley Davidson, pero que también Cepeda, sin eme entre e y p. Sucede que Su Excelencia anda sacado de onda porque sus pares le retiraron, el 20 de junio, la especie de fuero con la que tan campechano se la pasaba declare y declare fuera de los confesionarios.

El silenciamiento del dicharachero prelado (con ere) que a veces más parecía vocero de Francisco Labastida que de sus hermanos obispos, se dio por acuerdo del Consejo Permanente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). Léanse los caritativos y fraternales términos con los que se le comunicó a Onésimo el veto a su profusión verbal: "Considerando especialmente delicado el momento político que vive México en estos días previos a la jornada electoral del próximo 2 de julio, pedimos que toda declaración para manifestar la opinión del Episcopado Mexicano en torno a este asunto sea emitida exclusivamente por el Sr. Obispo Secretario General y vocero oficial de la CEM".

Y así fue como el servidor de Cristo (que se la pasa en banquetes políticos, campos de golf y grillas mundanas, seguramente porque allí mucho se peca) calló y cayó. El 2 de agosto, sin embargo, envió carta a sus compañeros de rango eclesiástico, y al propio nuncio apostólico, para lamentar que nadie hubiese protestado contra esa medida de censura.

Ni Club de Roma ni capellán del PRI

En esa carta, el obispo Cepeda niega las acusaciones ampliamente hechas en su contra (el industrial Manuel Suárez lo había denunciado, a fines de mayo, ante el Vaticano, de hacer campaña en favor del PRI). "Intuyo que el veto impuesto es en razón de la campaña que grupos al interior y exterior de la Iglesia han emprendido en contra de mi persona, lo cual no corresponde a la realidad, pues ni soy miembro del Club de Roma, ni estoy en contraposición al Club de Ginebra, ni soy capellán del PRI...", asegura, y señala que "a algunos miembros del Consejo Permanente les han impactado mucho las falsedades que se dicen de un servidor". Ya nomás falta que lo acusen de consumir pozole y mezcal.

Bush sí lee The New York Times

Si no hay justicia para quienes se dedican a los asuntos divinos, menos para los pecadores angustiados por temas terrenos.

H allí que apenas andábamos emocionándonos todos los periodistas mexicanos con la idea de aprender a las carreras el suficiente inglés que nos permitiera leer en su fuente original los editoriales de The New York Times, cuando se ha atravesado el tal George W. Bush (šSí, el mismo que según los editoriales de Jorge Castañeda acompañó a Fox hasta la escalerilla de su avión, y que en demostración del "gigantismo texano" rodeó al mexicano de guaruras, patrullas, motocicletas y limusinas! šOh, grandes distinciones éstas que mostraron sin duda que la visita del guanajuatense a Estados Unidos fue todo un éxito!).

Decíamos, antes del anterior arrebato, que apenas fue posible contenerlo entre paréntesis, que Bush, el gobernador de Texas, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, dijo en un descuido de sinceridad, pues no sabía que estaba funcionando un micrófono en un acto público, que todo un periodista del sacralizado diario era un "asshole de grandes ligas". Asshole, según agencias internacionales, puede traducirse de buena manera como "imbécil", "culero", "ojeis" u "ojete". La verdad, causa desánimo, en la lucha contra el Ƒwhat? congénito, tal clasificación hecha por Bush de un reportero de aquel reputado medio (šChin! Que no vayan a malentender el citado término, "reputado", los periodistas gringos que con toda seguridad leen en español La Jornada para escribir sus notas sobre México šSan Jorge, San Adolfo, ilumínenlos!). De cualquier manera, seguiremos estudiando para leer en directo los trabajos de cualquier "asshole de grandes ligas": Pollito, chicken; gallina, hen.

Astillas: ƑCuánto tiempo tardaremos en saber de nuevas andadas, o rodadas, del ayer sancionado legislador guerrerense?

Fax: 5 45 04 73 Correo electrónico:

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