MARTES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Temporada sin plan

Leonardo Páez * Francamente pobres los resultados artísticos y económicos obtenidos en lo que va de la temporada novilleril 2000 que se efectúa en la Plaza México.

El serial, primero y último que rima con el año pues para el 3000 quién sabe qué clase de sobrevivientes queden en el planeta, donde desde luego habrá desaparecido la tauromaquia, más que por exceso de civilización de la sociedad por escasez de neuronas en sus actores principales ųempresas, ganaderos y torerosų, refleja una vez más un generalizado nivel de incompetencia.

Si exceptuamos la decidida reacción de la delegación Benito Juárez en las semanas recientes, el resto de los protagonistas nomás no levanta del ínfimo nivel de desempeño mostrado hace años.

Incapaz de establecer una coordinación seria con las otras dos empresas que, con cierta regularidad, ofrecen novilladas en el país ųEspectáculos Taurinos de México y Telmexų, lo que permitiría ir seleccionando a los más destacados para presentarlos en la otrora plaza más importante, el empresario de la México persiste en ofrecer carteles poco menos que lamentables, a base de protegidos, desconocidos y algún muchacho con sello pero sin sitio.

Así, lo que debería ser el equivalente al pase, por méritos propios, a la universidad del toreo, se reduce a atropellado y fallido trámite de admisión para secundaria.

Empeñados en convertir al toro bravo en torito de la ilusión, propicio para el falso lucimiento de toreros sin técnica, expresión ni entrega, los ganaderos continúan enviando, por lo general, ejemplares aproximados a la edad y el trapío exigidos por el fastidioso reglamento taurino por lo menos desde hace 70 años, pero ya sin la bravura espectacular que en un momento dado caracterizó al toro criado en México.

Decididos a ofrecer un animal al gusto de apoderados y empresas maternalistas, que no lastime demasiado a los valientes que lo enfrenten, estos ganaderos, ofendidos recientemente porque los nuevos veterinarios de la delegación descubrieron la falta de edad y manipulación de las astas en varios encierros, no han hecho sino burlarse del bien intencionado pero deficiente Registro Obligatorio de Edades que consigna el Art. 28 del reglamento vigente y, partidarios de la simulación más que del compromiso, llegan incluso a registrar la fecha de concepción del becerro, no la de su nacimiento, con lo que añaden, en el papel, hasta nueve meses más de edad a sus animales.

Exigen respeto cuando ellos no lo tienen para con las reses que crían y venden, y en lugar de enmendar sus vicios y dejar de plegarse a las frivolidades de los empresarios, se rasgan las vestiduras porque ahora la ropa sucia se lava en público.

Con tamaños criterios seudotaurinos es natural que los novilleros que llegan a la México carezcan de técnica y rebosen falsas esperanzas, atenidos a las 50 o más remedos de novilladas que dicen haber toreado en plazas de los estados y aun del extranjero. Y es natural, también, que la asistencia semanal a la plazota no alcance el 10 por ciento de su capacidad. Cada vez somos menos los que pagamos a cambio de nada.