LUNES 4 DE SEPTIEMBRE DE 2000
* No hubo bravura y tampoco emoción en la séptima novillada
Desaprovechan otros tres noveles mansada de Covarrubias
* Benavides y Mata, sin idea ni expresión * El Arriero, otra oreja generosa por detalles
Lumbrera Chico * Cuando el arte de conversar de toros sustituye, por mucho, al arte de la lidia, quiere decir que el primero se volvió más emocionante que el segundo, y que si no fuera por algunos conversadores inteligentes en el tendido, las plazas de toros estarían vacías.
Por lo menos en temporada de novilladas a la Plaza México hace años que se va conversar, incluso sobre el desesperante desempeño de quienes están en el ruedo, que ya podrán decir que traen 50 o más novilladas toreadas, que han cortado decenas de orejas o que han estado a punto de perder la vida tras una cornada que, a la hora de la hora, nomás no justifican ni su inclusión ni sus estadísticas ni lo que la empresa cobra por festejo.
Ayer, si no me encuentro con los bellos ojos azules de Gloria Rizzo, con su leyenda y con su ingenio, habría desperdiciado otra tarde de domingo más, en la que el tedio se soporta desparramando la vista y consumiendo alegrías, pepitorias y una que otra chela.
"El problema de estos muchachos ųcomentó Gloria por ahí del quinto novilloų es que no han aprendido a sentir, y si no saben sentir, menos pueden aspirar a trasmitir sentimientos delante del toro". Más claro ni el agua.
A la salida, un aficionado ingenuo me preguntó: "ƑPor qué usted y Páez destilan tanta hiel en La Jornada? A la fiesta hay que ayudarla, no atacarla". Conmovido por su candor constructivo le respondí: "ƑSabe por qué destilamos tanta hiel, sabe por qué?". "No", contestó intrigado. "Porque algunos tenemos que contrarrestar las toneladas de miel que a diario dedican a la empresa los críticos que sí saben cómo apuntalar la decadente fiesta de toros en México. Por eso". Y me di la media vuelta.
Dos Jorges y un Arriero
Por segunda ocasión en la temporada más chica 2000 actuó Jorge Benavides, que modestamente se apoda Cúchares, sin otro merecimiento que saber estar a merced del toro. Ante el novillote que abrió plaza y que en la pizarra de toriles ostentaba la friolera de cuatro años tres meses de edad, Benavides sólo supo quedarse quieto, pero sin vender su aguante ni imprimirle ningún rasgo a su trasteo. Trompicado en un derechazo resultó con la taleguilla rota. Escuchó un aviso. Con su segundo, un precioso castaño con presencia que empujó en una vara, Cúchares, al intentar una chicuelina, cayó en la cara del novillo, realizando acostado una larga y haciéndose espectacular quite, por lo que fue ovacionado. Luego instrumentó como 50 muletazos sin que ninguno fuera realmente coreado por la escasa concurrencia. Nada que hacer en esta profesión.
Por su parte, el lagunero Jorge Mata no pudo enfrentarse a su primero, que con espíritu olímpico no sólo saltó al callejón, sino que salvó cinco puertas que le fueron abiertas por los monosabios en su loca huida. Ante las protestas del público cuando el animal iba a ser picado, el juez ordenó su devolución. Con el primer reserva, de Guanamé, también manso pero de clara embestida, Mata no atinó a templar en los consabidos derechazos y mató al tercer viaje. Con el que cerró plaza, lo que más aplaudió la gente fue el brindis a su paisano el matador en retiro Arturo Gilio, que acompañado de su bella esposa Liliana agradeció la ovación.
Ricardo González El Arriero repitió color en su segunda tarde, luego de que en la pasada obtuviera una oreja por meritorio volapié. Esta vez logró ajustarse un poco más con el cuasi inválido de Covarrubias e Hijos (?), al que acompañó más que mandó en su lenta embestida. Dejó otra estocada en lo alto y la mayoritaria petición lo hizo recibir su segundo apéndice. Lo van a hacer triunfador de tan furris temporada, pero necesita torear y asimilar mucho todavía. En su segundo un despistado espontáneo se puso de hinojos frente a la puerta de toriles šantes de que saliera el burel!, por lo que El Chino, torilero con más de medio siglo de experiencia, presto impidió que el novillo saltara a la arena. Luego ejecutó tres gaoneras lucidas, si bien a veces con la mano de la salida arriba y hartos derechazos y naturales, hasta escuchar gritos de štoro! Dejó una estocada contraria, se dio una vuelta y hasta le tocaron una Diana. Al final un partidario lo sacó a hombros, en la salida más antiapoteósica que se recuerde.