LUNES 4 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 


* José Cueli *

Manolete, el ausente presente

Pasa el tiempo y sigue la figura torera de Manolete desfilando ante los ojos de los viejos aficionados como una cinta oscura e interminable. De cuando en cuando sus estocadas en lo alto, entrando despacio y por derecho, se destacan confusamente sobre el ruedo de las plazas de toros, invadidas de pegapases vulgares.

Manolete, de mítica presencia, se inclinaba poseído de hondo respeto a la vista de los toros, despertando el eco de su nombre que ha consagrado la tradición, debido a su prodigioso valor y al mando en la muleta, que embargaba a los cabales de una profunda emoción ya con la fantasía exaltada y la vibra sacudida por el entusiasmo.

Manolete, el genial torero de la regia dignidad, desafía a los años y aún inspira cantos a su mística torera de acento fúnebre. A la que daba el misterio y la poesía de la única certeza del hombre: la muerte. Muerto en vida que en los ruedos de las plazas de toros del mundo, en sangre roja dejó su impronta imborrable e irrepetible.

Al recorrer sus faenas en la mente, con el sello de fúnebre crespón que las definía, no logró descubrir el hilo mágico que las une en hermosa fantasía, aprisionada en su empaque cordobés concentrado, en la noche de "largos rezos toreros", encandilada por la hondura de su toreo a pesar de su heterodoxo toreo de perfil y muleta retrasada.

No sospechó ųo quizá síų Manolete al morir en los pitones de un miura llamado Islero, hace 53 años que, al hacerlo, había abierto una ventana a los sueños toreros cargados de muerte. Esa muerte torera que lleva por los caminos de lo imposible a vagar a ese otro mundo donde cambian de forma y fondo las cosas.

En la Plaza México, ni con los débiles perros amaestrados de Covarrubias, que desfilaron por el ruedo, la hicieron los novilleros šManolete el ausente sigue presente!