DOMINGO 3 DE SEPTIEMBRE DE 2000
* Carlos Bonfil *
El viento nos llevará
A pesar de su notable trayectoria y su influencia sobre directores más jóvenes, el director iraní Abbas Kiarostami es poco conocido en México. La suerte de haber visto El sabor de la cereza (1997), y hoy, El viento nos llevará (1999), se debe sobre todo al impacto reciente del realizador en los festivales internacionales, y de ningún modo a un rescate racional y sistemático de su filmografía. Esto ha tenido, como primera inconveniencia, conocer muy parcialmente un trabajo que se entiende y aprecia mucho mejor al considerársele en su conjunto, como una sucesión de obsesiones temáticas y de posturas estéticas. ƑCómo entender su reputación de máximo heredero del neorrealismo si no llega a nuestras pantallas su llamada trilogía de Koker?: ƑDónde está la casa de mi amigo? (1987), La vida continúa (1992), y A través de los olivos (1994), soberbio recorrido por el paisaje iraní, donde un pretexto muy sencillo deviene rápidamente crónica sentimental y documento histórico: el terremoto que devastó Irán en 1991 visto antes y después por el ci- neasta y los niños que participan en sus relatos de ficción.
Cineasta, periodista, protagonista, Kiarostami captura la realidad, se niega a imponerle modificación alguna, ni siquiera la reflexión o el análisis. Es el documento vivo, un cine-verdad animado por la emoción que se desprende de actores no profesionales en situaciones en las que lo cotidiano adquiere, por la maestría del director que lo captura, perfiles extraordinarios. El realizador llega, por ejemplo, a un poblado casi olvidado, narra ahí el episodio banal de un cuaderno de tareas que un niño extravía y que busca desesperado en la casa de su amigo en un pueblo cercano. Este es el asunto elemental de la cinta de ficción de 1987; cinco años después el mismo director regresa al mismo pueblo y filma la vida de los niños que participaron en la película anterior, hoy sobrevivientes del terremoto de 1991. Juntos investigan el paradero de otros personajes extraviados. La vida continúa. El espectador deja entonces de preguntarse, Ƒde qué hablan las cintas de Kiarostami? Ƒcuál es su mensaje político, sus implicaciones sociales? Las anécdotas elegidas desarman, con su sencillez, todo esfuerzo analítico. Queda la belleza de las imágenes, la poesía de los gestos, y un naturalismo liberado de intenciones socio-antropológicas muy declaradas o de los lastres del melodrama. El cine de Kiarostami no se parece a ningún otro, aunque algunas cintas iraníes, como El globo blanco (1995), de Jafar Panahi, llevan ya su huella. Este cine sólo se ha exhibido por televisión (Canal 11), sin que hasta hoy ello haya propiciado una retrospectiva del director en el circuito fílmico cultural.
El viento nos llevará es, por su lado, una exploración más por otro territorio extraño, el poblado de Siah Dareh, en Kurdistán, hasta el que llegan desde Teherán, y sin propósitos muy claros, un ingeniero y dos acompañantes. Declaran, algo en broma, buscar "un tesoro", encuentran en su lugar una mujer a punto de morir y personas algo hoscas que los miran con desconfianza. El tono es muy distinto al de El sabor de la cereza. En lugar del pesimismo existencial que dominaba en la actitud del protagonista, aquí se presenta la sensualidad de los oficios y faenas de los habitantes, con una imagen clave, estupenda: la joven, cuyo rostro jamás vemos, que en las penumbras de un refugio subterráneo, ordeña a una vaca para ofrecer la leche al ingeniero, acompañando el gesto amoroso con la recitación de unos versos, "un día u otro el viento nos llevará, como una hoja muerta", de la poetisa feminista Forough Farrokhzad, fallecida a los 32 años.
El tema de la muerte domina aquí, como en el resto de la filmografía del cineasta, aunque pocas veces se le ha presentado en contraste con una luminosidad semejante. La cámara recorre al crepúsculo campos de trigo azotados por el viento; en la perspectiva, un árbol adquiere la estatura de algún símbolo del cine de Tarkovsky. La luz es un protagonista más, como también lo son las voces y los rumores del pueblo. O la actividad de la naturaleza. Un escarabajo mueve empecinadamente un guijarro, y el gesto, contemplado pacientemente, se vuelve grandioso; una tortuga queda inmóvil con su caparazón contra el suelo árido, como un cascarón olvidado; poco después se incorpora y prosigue su itinerario; el ingeniero se rasura frente al espejo improvisado que es el lente de la cámara, y el cine asume su vocación original de registrar la cotidianidad, y magnificarla. Dice el cineasta: "No creo en un cine que ofrecería al espectador una sola versión de la realidad. Prefiero ofrecer varias interpretaciones posibles y dejarle al espectador la libertad de escoger". Esta definición ideal de la creación y de la crítica, es sólo una pista más para la comprensión cabal de esta película estupenda.
El viento nos llevará se exhibe esta semana en la Cineteca Nacional.