* VENTANAS
* Eduardo Galeano *
Las ideas
A sus años, doña Chila Monti ya estaba en la frontera entre la tierra y el cielo, más cerca del arpa que de la guitarra; pero el hijo, Horacio, se pegó un susto cuando la vio. Le giraban los ojos, y tenía el corazón en un sofoco y las manos tembleques. Con el poco aire que le quedaba, doña Chila pudo musitar:
--Me robaron.
Horacio quiso saber qué pasó, cómo fue, y ella alcanzó a señalar la ventana y volvió al bailoteo de los ojos, el ahogo del pecho y la tembladera de las manos.
De poco o nada sirvió un té de tilo, que él le fue dando de a sorbitos; pero cuando Horacio preguntó qué cosas le habían robado, fue arte de magia: ella recuperó al instante la visión, la respiración y el pulso. Y el habla:
--ƑCosas? Vos bien sabés que aquí no hay nada. ƑQué cosas se iban a llevar? Yo no tengo cosas. Me iré con lo puesto, cuando Dios me llame.
Y con ojos indignados se detuvo a contemplar su batón y sus pantuflas, como si fueran todo su patrimonio.
Después, terminó de poner los puntos sobre las íes:
--Cosas, no. Los ladrones me robaron las ideas.
Horacio pensó que al mundo le había pasado lo mismo.