DOMINGO 3 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 


* Angeles González Gamio *

Tema inacabable

El antiguo convento de San Francisco el Grande, que ocupó cuatro grandes manzanas del ahora llamado Centro Histórico, estuvo integrado por decenas de dependencias, de muchas de las cuales ya hemos hablado. Hoy vamos a recordar la primera de las 11 soberbias capillas que llegó a tener, cada una de ellas un templo en sí mismo y la mayoría de gran lujo. Sin embargo, la que hoy nos ocupa no guardaba esa característica, ya que se trata de la que fundó el noble y notable fray Pedro de Gante para evangelizar a los indios y enseñarles oficios. La dedicó al santo carpintero padre de Jesús, por lo que se le conoció como San José de los Naturales.

Las crónicas de la época hablan de que tenía siete naves, enteramente abiertas, para que los indios congregados en el atrio pudieran fijar su atención en las ceremonias religiosas. Todavía no existía el templo principal ni el resto de las dependencias, por lo que pueden haber habido multitudes en el inmenso espacio atrial. Cuentan las crónicas que lo único que había en ese sitio era una cruz, que se hizo con el tronco del pino más alto que se encontró en Chapultepec y que el diablo se colgó a ella cuando la iban a elevar, lo que lo hacía imposible, hasta que un religioso se dio cuenta y le espeto con furia: "Apártate, maldito, pues a pesar tuyo ha de ser levantada la Cruz de Jesucristo y enarbolado el estandarte de la fe", con lo que el demonio huyó, lográndose de inmediato erigir el símbolo cristiano, que se veía desde lejanas distancias.

Esta capilla tuvo una importancia histórica enorme, por hallarse ligada a los primeros actos evangelizadores de los franciscanos en el Nuevo Mundo; no hay que olvidar que fue la primera orden que arribó y desde los primeros momentos impartieron los sacramentos y servicios religiosos. Primeramente en el palacio de Axayacatl, que había pertenecido al padre del emperador Moctezuma (hoy Monte de Piedad), sitio en donde el soberano azteca alojó a los españoles. Tras la conquista, Hernán Cortés se adjudicó el inmueble, convirtiéndolo en su residencia, que tenía fama por sus enormes dimensiones. Allí se celebraron las primeras misas, antes de que se edificara la primitiva Catedral, que ocupaba una parte del predio que abarca la actual y miraba al poniente.

La peculiar capilla de San José de los Naturales, fue sustituida en 1769 por una de menor tamaño y mayor elegancia, dedicada a "Los Siervos de María", con los mismos reglamentos de una famosa congregación española. Fue conocida como de los Servitas; su consagración se llevó a cabo con solemnes oficios divinos y procesiones por toda la ciudad. Estuvo decorada con retablos espléndidos, esculturas y pinturas de los mejores artistas. Entre éstas destacaba el árbol genealógico de los servitas.

Esta hermosa capilla, tras la exclaustración, fue destruida como prácticamente el resto de las edificaciones franciscanas. A su vera se abrió la calle de Gante y en donde estuvo la capilla se edificó el edificio que se conoce como Pasaje Iturbide, por tener un amplio pasaje que comunica Gante con la calle de Bolívar. Recientemente remodelado, ofrece ahora múltiples atractivos. Sobreviven las tiendas de antigüedades Mariscal, o más bien deberíamos decir bazar, con un encantador abigarramiento de mercancías de toda índole: relojes, porcelanas, tapetes, pinturas, joyería, jarrones, lámparas.

De reciente instalación, son varias librerías especializadas: la de libros viejos de los Jesuses Medina, herederos de la dinastía de libreros de la calle de Donceles; la especializada en esoterismo, naturismo, saibaba, yoga, talismanes y demás, se encuentra "hombro a hombro" con Global Book, que vende libros técnicos y científicos; para público en general, junto a ellas está la American Book Store, que es añeja en el lugar.

Allí no acaba el atractivo: hay un sastre, una tienda de monedas antiguas, una relojería de Citizen, que permite ver tras sus amplios ventanales los trabajos que se le hacen a las diminutas maquinarias. Y aún hay más: en el extremo de Bolívar, está la camisería de gran prosapia, del mismo nombre; allí los abuelos compraban ligas para los calcetines, leontinas, mancuernas, ropa interior larga, guayaberas, botonería para el traje de etiqueta, fuese frac, jacket o smoking, pañuelos de seda para el bolsillo del saco, y de algodón para el bolsillo y šaún tienen todo ello!

En estilo art-decó, el amplio pasaje guarda distinción con su techo de vidrios translúcidos, el piso de mármol y granito y en el extremo de la calle de Bolívar, una rotonda de donde parte la elegante escalera de granito negro azabache. En medio de la rotonda, se levanta la esbelta escultura Parsmundi, de Marina Lascaris.

Como tenía que ser, el sitio tiene también lugares para la pausa gastronómica. Sobre Gante esta el café El Passaje, que abrieron unos jóvenes deseosos de promover el excelente café de Chiapas, que ofrecen para llevar a casa o para tomar allí. Con mesas a la calle, tienen un buen surtido de revistas para hojear y croissants, baguettes, empanadas y pastelería. El café de moka helado, con su crema chantillí y trocitos diminutos de chocolate, šriquísimo!

 

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