DOMINGO 3 DE SEPTIEMBRE DE 2000

La reforma que no viene

 

* Néstor de Buen *

No falta un día sin que alguien, generalmente un periodista o un comentarista de radio o de televisión, me pregunte acerca de la reforma de la Ley Federal del Trabajo. El tema se ha puesto de moda. Y también, con la misma frecuencia, me llegan invitaciones para participar en conferencias, seminarios o reuniones políticas para tratar del mismo tema. En México y fuera de México, lo que no deja de ser curioso.

Mi secretaria, Ernestina, empieza a tener problemas con el ajuste de las fechas y, en algunos casos, con la determinación de los correspondientes honorarios, ya que últimamente me he puesto pesado porque si no, en lugar de atender al despacho, viviría de conferencia en conferencia y eso, si no toma uno ciertas precauciones, suele ser un mal negocio.

Daría la impresión de que reformar la LFT es el tema del momento. Es claro que muchos piensan que si Carlos de Buen y yo preparamos, a petición del PAN, un borrador de reformas que fue después presentado como iniciativa en el Senado, gracias a Gabriel Jiménez Remus y Juan de Dios Castro, también es cierto que la mayoría priísta lo congeló y no pasó ni siquiera a comisiones. Y, a su vez, el anteproyecto, por llamarlo de alguna manera, preparado por el PRD, con la intervención de Graciela Bensusán, Arturo Alcalde, Oscar Alzaga, Rosa Albina Garavito y algunos más, ni siquiera aterrizó en la Cámara de Diputados por alguna decisión no muy entendible del PRD, pero ha sido ampliamente conocido como también lo es, a su manera, el proyecto, ya en quinta edición, de Código de procedimientos laborales preparado al calor corporativo de la nueva cultura laboral.

Es claro también que los muchachos del Congreso del Trabajo andan nerviositos porque piensan, y a lo mejor no les falta razón, que si el proyecto del PAN aterriza en proyecto de Vicente Fox, el corporativismo podría pasar por un mal momento. De ahí los deseos de generar cuatismos que van mucho más allá de cualquier propósito de hacer huelgas generales que antaño se manifestaban.

Y yo me pregunto ųy me pregunto siempre muchas cosasų si realmente existe la posibilidad de que en un plazo breve o, simplemente, durante la presidencia de Vicente Fox se pueda presentar con probabilidades de convertirse en ley alguno de los proyectos.

No pensemos en seis años sino en tres, que sería la duración de la Legislatura que entra a la Cámara de Diputados. Con el equilibrio notable pero insuficiente entre el PRI y el PAN y los votos bisagra del PRD con sus aliados del Partido del Trabajo, la única posibilidad de que un proyecto prosperara tendría que apoyarse en alianzas que hoy parecen más que difíciles.

No es lógico pensar que el proyecto de Código procesal de la nueva cultura laboral pueda tener apoyos panistas o perredistas. Más fácil sería que después de un intenso trabajo de coordinación de proyectos, el PAN y el PRD pudieran lanzar una iniciativa común. Fácilmente reunirían mayorías suficientes en ambas cámaras y las reformas constitucionales previstas (por ejemplo, acabar con el apartado B del 123) no parece que pudieran encontrar demasiadas resistencias, sobre todo a partir de que la Suprema Corte de Justicia le ha dado unos palos memorables a la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado.

Pero las relaciones entre el PAN y el PRD atraviesan por un mal momento. Hay broncas más o menos frecuentes por otras muchas razones que, por lo menos, serían obstáculos para la coordinación laboral. Y en esos términos y con la muy posible oposición de los foxistas, que no panistas, a la iniciativa que descansa en el Senado (lo que no incluye necesariamente a Vicente Fox, en quien encuentro un sentido social notable), la posibilidad de encuentros cordiales me parece bastante difícil de alcanzar.

La preocupación por la renovación de la LFT es más que justificada. Es indispensable mejorar las condiciones de trabajo, encontrar cierta flexibilidad en algunas normas que hoy son particularmente rígidas, buscar mecanismos que propicien el empleo, lo que a veces se pelea con la estabilidad en el empleo y, sobre todo, acabar con el corporativismo (registros, tomas de nota, control de las huelgas y de los convenios colectivos) y cambiar a las sacrosantas juntas de conciliación y arbitraje por jueces de lo social o laborales.

Pero esos objetivos, totalmente justificados, tropiezan hoy con tendencias notables a reducir al mínimo los derechos laborales. Son, finalmente, las reglas de la modernización económica.

Entre tanto, ya me empiezo a saber de memoria la conferencia sobre la reforma de la ley. *