SABADO 2 DE SEPTIEMBRE DE 2000
* Ilán Semo *
La penúltima versión de la frontera
La historia de la apertura de la economía nacional se remonta a la segunda mitad de la década de los ochenta. En 1986, México ingresa al círculo de los países del Acuerdo General de Comercio y Aranceles y reduce radicalmente los controles y las tarifas que se ejercen durante medio siglo sobre los productos que ingresan al mercado local. Hacia 1994, cuando entra en vigor el Tratado de Libre Comercio, la economía mexicana ya había abierto sus fronteras al comercio y a las inversiones internacionales. Un balance pormenorizado de los saldos del tratado se halla en los dos volúmenes publicados este año por el Senado de la República bajo el título: Análisis de los efectos del TLCAN en la economía mexicana: una visión sectorial a cinco años de distancia, editados bajo la supervisión de José Luis Valdés-Ugalde.
El panorama es desolador. La producción ha aumentado y el número de empresas también. Pero la mayoría son maquiladoras que operan a la manera de islas o islotes: su relación con la economía es, a excepción de la baratísima fuerza de trabajo que emplean, nula o casi nula. Tan sólo 8 por ciento de los insumos elaborados que consumen estas empresas provienen de industrias locales. No pagan impuestos. No contribuyen al mejoramiento de su entorno. Se desentienden de las necesidades de aprovisionamiento de infraestructura. Boicotean a las organizaciones laborales. No cumplen con los reglamentos ecológicos. Corrompen a los políticos locales, y a otros no tan locales. Y cuando alguien reclama, amenazan con irse. Hay dos tipos de empresas maquiladoras. Las que se hallan altamente tecnologizadas y que contratan, en calidad de obreros, a ingenieros y especialistas egresados de las universidades mexicanas. Y las que emplean trabajo rudimentario, que han provocado auténticos flujos migratorios de varias zonas rurales del país.
Lejos de haber aportado al desarrollo de la planta productiva del país, el TLC parece haber causado un efecto de desindustrialización. Emplear a ingenieros y técnicos bajo la condición de obreros reporta una fuerza de trabajo calificada como no existe probablemente en muchos países del mundo, pero anula las posibilidades de establecer cadenas productivas nacionales que, al menos en los países asiáticos, fueron la clave del paso de la industria maquiladora a la industria de escala.
La otra zona de desastre después de una década y media de apertura es el sector financiero: bancos rigurosamente endebles, el Estado subvencionando sus deudas y escasez endémica de crédito para, precisamente, desarrollar cadenas nacionales de producción. La relación entre la implosión financiera y la desindustrialización es inevitable. Los mínimos dividendos de la apertura, lejos de ser destinados a una política industrial, acabaron subvencionando una banca obsoleta y proyectos faraónicos de infraestructura.
ƑCómo revertir el proceso? ƑDónde se halla el dilema: en los límites del TLC o en la atrofiada relación entre el Estado y la economía nacional? La respuesta natural supone pensar que se trata de ambos a la vez. Es una respuesta también correcta. El TLC debe ser revisado y la política financiera debe tener como cometido la política industrial.
La gira de Vicente Fox por Estados Unidos y Canadá versó sobre el primer tema. La idea de un mercomún del norte no es mala. Por cierto, es una plataforma que debería haber asumido una crítica del TLC que no quería quedar extraviada en los laberintos caducos del viejo nacionalismo revolucionario. Flujos migratorios libres y un banco de desarrollo podrían, en efecto, contener el proceso de deterioro nacional. Sin embargo, en una gira impreparada, casi diletante se podría decir, apareció más como una idea de orden mercadotécnico o propagandístico que como un programa político. Recuerda en cierta manera una de las ironías de Metternich: "En política internacional, cuando no quieras hablar de problemas, habla de ideas". El primer ministro canadiense y Clinton se encargaron de explicarla.
Finalmente, las relaciones entre los Estados se rigen, en primera instancia, por la proporción real de las fuerzas.
A saber, el único saldo concreto de la gira por EU y Canadá fue la esforzada notificación de cumplir los acuerdos contraídos por Ernesto Zedillo durante la crisis de 1995, y que la sociedad y el Congreso le impidieron cumplir: apertura de la petroquímica y privatización del sector eléctrico.
ƑEs todo lo que trajo la trasición en materia de política exterior hacia los vecinos del tratado?