SABADO 2 DE SEPTIEMBRE DE 2000
* Luis González Souza *
Informe ciudadano
Ayer sufrimos lo que debería ser el último informe presidencialista. Sufrimos el último desinforme, usado cada año por los presidentes del régimen priísta para esconder sus fallas y ensalzar, cuando no inventar, sus triunfos. Usado, pues, para reciclar al presidencialismo junto con todas sus excecrencias: desde el verticalismo hasta los cacicazgos, desde los caudillismos hasta el corporativismo.
Antes del derrumbe priísta iniciado este 2 de julio, el ritual de los informes presidenciales ya había experimentado algunos cambios positivos, pero sólo formales. En los últimos años los representantes de los partidos en el Congreso comenzaron a dar sus propios informes, antes del Superinforme y sin la presencia del megainformante. Ya en plena acción ante los congresistas, la sagrada palabra del presidente comenzó a abollarse por las interpelaciones. Y la vergonzante ceremonia del besamanos ya no finaliza el rito.
En lo esencial, sin embargo, el deforme-desinforme presidencial no ha variado. Todavía ayer, el sexto y último Informe de Zedillo volvió a secretar el mal del autoritarismo informativo: sólo informes de lo que el señor presidente decide, y sólo en la forma que él también decide. Obviamente, volvieron a predominar los autoelogios y las autoexoneraciones. Harto previsible, volvimos a escuchar linduras propias de cualquier país, pero no del nuestro.
Tal vez ese autoritarismo informativo es el padre de todos los autoritarismos. O al menos es el primer grillete que impide el desarrollo de una cultura democrática, a su vez decisiva para que el cambio electoral del 2 de julio sea un cambio progresista y duradero.
Si el mundo vive en la "era de la información", México vive la disyuntiva de informar bien o sucumbir. Si la información no se democratiza, la democracia no podrá avanzar en otros ámbitos. De poco servirán las alternancias y las elecciones si la realidad del país sigue encubriéndose desde la cima misma del poder. Lo primero que exige un gobierno democrático es información convincente sobre la forma en que se atienden las demandas y propuestas de la mayoría.
Aquí también la sociedad debe tener la primera palabra. Antes del próximo informe presidencial (ya sin mayúsculas), convendría que todos los sectores de la sociedad elaboraran su propio informe, es decir, su propia visión de cómo marchan las cosas en el país y de qué debe hacerse para mejorarlas.
Por lo menos ese informe ciudadano podría centrarse en una rigurosa comparación entre las promesas anuales del gobierno y sus resultados. Estos últimos también serían comparados con los compromisos firmados expresamente por las autoridades con tal o cual sector de la sociedad, ahí donde la ciudadanía ha logrado avanzar en el esclarecimiento de su mandato. Es el caso de núcleos como el de Poder Ciudadano, que incluso antes de las elecciones del 2 de julio arrancó la firma del próximo presidente Fox en torno a un buen número de demandas importantes para todo el país.
Y desde luego es el caso de las demandas indígenas plasmadas desde 1996 en los acuerdos de San Andrés, lo mismo que las resultantes de la consulta nacional del 21 de marzo de 1999. Estas últimas, como debe recordarse y nunca olvidarse, se traducen en otros tantos pilares de cualquier proyecto nacional visionario: una nación pluriétnica y multicultural --como por cierto ya lo mandata la Constitución-- que incorpore a los pueblos indios con toda su riqueza e identidad; un verdadero estado de derecho que comience por cumplir acuerdos como los de San Andrés; una cultura de diálogo y negociación sana para la solución de los conflictos, por completo ajena a militarismos y militarizaciones como la que sufre Chiapas. Y, en fin, una democracia verdadera donde todas las autoridades aprendan a "mandar obedeciendo".
Cuentas claras sobre esos y otros mandatos de la sociedad deberá ser el primer capítulo del próximo informe presidencial, ya a cargo del nuevo presidente Fox. De otro modo la Presidencia y el régimen todo seguirán viejos, y la sociedad tendrá que provocar un nuevo 2 de julio.