SABADO 2 DE SEPTIEMBRE DE 2000
* Rolando Cordera Campos *
La transparencia de la soledad
Después del último Informe de gobierno no vendrá la calma, ni habrá demasiado espacio ni tiempo para el regodeo con lo alcanzado. Ni el nuevo gobierno ha acertado a darse un perfil que dé seguridades, ni el éxito económico en materia de estabilización y ahora de crecimiento alto puede hacer olvidar lo mucho que costó y las bajas que quedaron en el camino.
La victoria del 2 de julio, que se pretende de todos pero que rinde frutos disparejos, como todo en la política, empieza a su vez su trayectoria inevitable hacia los rendimientos decrecientes. Dependerá en gran medida de los meros ganadores, que esos rendimientos no se vuelvan negativos.
Política y economía, de nuevo, empiezan a esbozar círculos poco virtuosos a pesar de las elecciones tranquilas, la alternancia tersa y la propiedad de que dieron muestra los actores principales del teatro político democrático.
La recuperación es un hecho pero su sustentabilidad no está asegurada. Los huecos tradicionales del crecimiento económico nacional no se han rellenado, ni puede decirse hoy que hayan quedado atrás algunas de las enormes fallas institucionales que acosan a las finanzas nacionales. Sin que pueda decirse que todo esto se pospuso, es claro que mucho sigue por delante y lastrará la agenda del nuevo gobierno.
En buena medida colgada del extraordinario boom americano, la economía supera los escollos inmediatos del financiamiento externo, pero para muchos observadores el ajuste está en un mañana poco lejano. Será o no cierto que hay una disonancia entre la política fiscal y la monetaria, (entre el bueno de Hacienda y el malo de Banxico), pero el peso del peso en vez de regocijarnos debería ponernos en estado de alerta, aunque se trate de una señal todavía muy tenue.
Por su parte, el hoyo fiscal no se vuelve remolino gracias al petróleo, que una vez más funciona como soporte de las grietas financieras internas y externas que en el pasado bloquearon el desarrollo. Sirve más bien como placebo que como bálsamo. El petróleo sube y baja sin misericordia ni clemencia, mientras que nuestras ventas externas y los impuestos no tienen asegurada una dinámica que los vuelva en verdad autónomos del ciclo o las inclemencias del crudo.
Hasta aquí los obligados asegunes a lo que, sin duda, es un logro indiscutible. Presentar una estabilidad creíble después de tantos descalabros, es una ficha dura del gobierno que sale y un punto de apoyo cierto para el que entra. Sin embargo, la composición del balance ofrecido debería volverse ya un motivo de reflexión para el diseño del futuro.
Con la contabilidad que se escoja, pronto queda claro que la salud fiscal depende, aparte del petróleo, de un sacrificio sostenido del gasto público, lo que significa un cúmulo de necesidades reales no satisfechas. No sólo es la cuestión social la que se deja en buena parte a su suerte, sino la infraestructura básica la que aparece deteriorada e insuficiente para sostener una expansión duradera y promisoria. No hay manera de soslayar este déficit mayor que pesa más que los equilibrios alcanzados, porque en él se resumen grandes faltantes que afectan directa y gravemente la calidad y la dinámica del desarrollo que se busca.
Hablar de austeridad a la luz del auge puede resultar de mal gusto, pero si combinamos expectativas y promesas con disponibilidades seguras es de eso de lo que hay que hablar y pronto. Más todavía si asumimos que lo que el presidente electo encontró en el norte fue egoísmo puro y duro, y renuencia a siquiera hablar de una cooperación que derive en el apoyo real para el socio más débil.
El México timorato puede haber llegado a su fin con el 2 de julio y la retórica del cambio, pero el país pobre y desigual sigue en el aquí y el ahora de la política y la economía, para lo que no hay sortilegios ni bienaventuranzas. Las comisiones multitudinarias y la grandilocuencia que festina la llegada de la buena era, no nos ponen por ellas mismas en el camino real que lleve a los círculos virtuosos donde el desarrollo se dé la mano con la democracia. Por decreto o por discurso, lo sabemos, tampoco se va muy lejos. Pero qué le vamos a hacer si aquí nos tocó: en la región más transparente de la soledad.