VIERNES 1o. DE SEPTIEMBRE DE 2000
En Internet, el archivo hemerográfico del periodista Gregorio Selser
Tras los pasos del Tío Sam
Blanche Petrich * ƑQuién dice que el lenguaje cibernético no puede ser aprendido y dominado a los 77 años? No sé si Marta Ventura de Selser habrá escuchado eso alguna vez, pero desde las navidades pasadas cuenta con un luminoso aparato que ha instalado en su comedor. Y la pantalla, los discos compactos, el mouse y la página web se han sumado a sus tradicionales herramientas de trabajo: tijeras, fólders y plumones, ligas y los prácticos archiveros de cartón tamaño oficio: 175 de ellos prolijamente ordenados en tres habitaciones y un pasillo de su espacioso departamento.
Ahí se encuentra el registro hemerográfico especializado en la historia del intervencionismo de Estados Unidos en América Latina, desde los años cincuenta hasta 1991; el más riguroso: desde la nota más sintética hasta los reportajes más extensos, ordenados por tema, país y fecha, acerca de las invasiones y acciones injerencistas estadunidenses, golpes militares y luchas populares del subhemisferio, todo recortado, ordenado y membretado durante décadas por Marta como apoyo al trabajo periodístico de su marido, Gregorio Selser (1922-1991), a quien sus amigos recuerdan como uno de los papirófagos más voraces de su tiempo. Sintomáticamente, Nicaragua, Honduras y Panamá acaparan el mayor número de cajas.
Parte estelar de este archivo, patrimonio de la Fundación Latinoamericana Gregorio Selser, son los propios artículos del inagotable periodista argentino. La base de datos de este material registra 2 mil 060 trabajos publicados a partir de 1983 hasta el último día de su vida. Recientemente se anunció el lanzamiento de la página Internet de la flags -en el servidor de laneta- con la lista completa de este banco de datos. Vía electrónica, los interesados podrán comprar los artículos completos en la dirección [email protected]/flags, con la seguridad de que del otro lado de la línea estará, diligente, Marta Ventura.
Pero el proyecto ofrece además crecer, ya que elegir 1983 como punto de partida para capturar el catálogo completo de Selser en diskettes -más tarde en discos compactos- fue una decisión un tanto aleatoria, aclara la directora de la fundación. "Pensé empezar en una fecha no demasiado remota para incorporar en un catálogo los trabajos más vigentes, más frescos. Pero hemos continuado el archivo ahora hacia atrás. Pronto terminaremos de capturar la década de los ochenta, ya tenemos ordenada la de los setenta. Y yo ya voy aquí, mira".
Abre un fólder azul. En su portada, con trazo infantil, una carita de un hombre de lentes -el propio Gregorio- caricaturizado por su hija Gabriela, cuando era niña. Y en su interior, en apretadas líneas escritas a máquina en papel cebolla, artículos y críticas de cine, acompañadas por su respectivo recorte de periódico, publicados por distintos medios bonaerenses šen 1945!
Más aún, la cronología de las intervenciones estadunidenses registradas en fichas de trabajo se remonta a inicios de los años cuarenta. De este registro nunca escapó ni un pedacito de papel de las manos de Marta. Los archivos completos sobrevivieron los años, las vicisitudes de la vida, la abrupta huida de la familia durante la dictadura argentina, el exilio y las mudanzas. Aunque muchos recortes y escritos de aquellas épocas -años cincuenta y cuarenta, sobre todo- no tienen fechas, Marta lee, relee, relaciona y escudriña en su prodigiosa memoria. Y así ubica el año en que aquellas notas vieron la luz, hace medio siglo.
Claro, no todo ese material está digitalizado. "No es posible capturar todo esto. No creo que nadie lo pueda hacer. Aquí la solución es el microfilm. Pero para esto yo no tengo recursos".
Continuar esta obra rebasa la capacidad del trabajo casero de Marta Selser. Durante los últimos años, como un proyecto de cooperación impulsado por profesores de la UNAM, la UAM y la Universidad Obrera, decenas de estudiantes brindaron su servicio social ayudando a inventariar el archivo, restructurarlo y renovar los fólders "y las ligas, que son las que menos duran".
Este tesoro hemerográfico está a la venta. Hasta hace un par de años éste era un centro de consulta muy activo. Estudiantes interesados en Latinoamérica acudían al departamento de avenida Patriotismo y bajo la cálida hospitalidad de Marta consultaban gratuitamente el acervo. Al menos 20 tesis de licenciatura salieron de ahí. Ahora ya no llegan los estudiantes. "No sé qué pasa. Creo que la Internet los ha hecho más flojitos para investigar en hemerotecas". Un desperdicio. La moneda está en el aire. Sería una adquisición invaluable para cualquier centro de estudios e investigación de la región.
La lucha por la independencia
Para esta menuda y atenta mujer, éste ha sido un trabajo full time. Y algo más. "Es la continuación de la lucha de Gregorio. Una lucha por la democracia y la independencia de Latinoamérica, la lucha de un periodista que además fue, a su manera, un historiador".
-ƑNo sería más bien la lucha de dos periodistas, Marta y Gregorio?
-No, no. Yo soy dibujante. Estudié pintura y di clases de arte en escuelas primarias durante 30 años hasta que me jubilé, allá en Buenos Aires. Eso fue en 1977, justo el año del golpe militar. Yo no escribo. Además estaban las tres hijas, imagínate.
Lo que no impedía que entre pinceles, sartenes y escuelas Marta estuviera siempre pendiente de los noticieros radiofónicos, tomando notas para el marido, mientras él impartía clases de periodismo en las universidades de La Plata y Buenos Aires. Cuando aparecieron los casetes empezó a grabar. Y a mano, "porque nunca me gustó escribir a máquina", transcribía las noticias más importantes, además las entrevistas de Gregorio. Con una asistente así, Ƒcómo no ser hiperproductivo? Gregorio Selser escribió más de 40 libros, la mayoría en ediciones ya agotadas.
Sandino y Selser, pasión a primera vista
En 1954, cuando llegaban a Argentina las noticias de la intervención estadunidense para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, Selser metió manos y narices en viejos recortes de periódicos de los años veinte buscando cualquier pista sobre los sucesos centroamericanos. Y encontró trazos de un hombre que combatió a las tropas invasoras en una zona que se llamaba Las Segovias, en Nicaragua. Era un hombre que, siendo adolescente, había visto desfilar en su pueblo el cortejo de un patriota asesinado, Benjamín Zeledón. Augusto César Sandino lo sedujo y uno de los mayores éxitos de Selser, Sandino, general de hombres libres (1955), vio la luz antes que El guatemalazo, publicado en 1963.
Muchos años después -a mediados de los cincuenta-, el hijo de un embajador somocista en Argentina llevó clandestinamente el libro a su país y lo mimeografió. Una copia de aquellas llegó a manos de un joven estudiante, Carlos Fonseca Amador. Y de muchos otros jóvenes de su época, que se desvelaban buscando una vía para liberarse de la dictadura del son of a bitch de los estadunidenses, Anastasio Somoza. Por medio de ese viejo libro de letras pálidas conocieron a Sandino, su inspiración.
Gregorio Selser nunca fue a Nicaragua hasta el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en 1979. Aún se le recuerda, feliz y perplejo, invitado de honor y admirado, con los bolsillos de la guayabera llenos de papeles, en aquella Managua ya esfumada.
Su Sandino... tuvo múltiples destinos e innúmeras ediciones, muchas de ellas no sólo piratas, sino incluso fusiladas. En la época insurreccional nicaragüense Cuba editó más de 200 mil ejemplares. En la era sandinista Nicaragua nunca reditó el libro. En 1981 un grupo de feministas de Estados Unidos promovieron su edición en inglés, pero lo rebautizaron, "sin machismos", como Sandino, general de los libres.
Algunos libros, particularmente los que versaron sobre Argentina, fueron best sellers de su tiempo. Otros ocasionaron piras literarias, como aquel de Honduras, república alquilada, de 1983. A la venta en una librería céntrica en Tegucigalpa, despertó la ira de los militares, que irrumpieron en la tienda, la saquearon e hicieron una fogata con esos ejemplares. Cierta tarde, en una antigua librería de avenida Insurgentes, Gregorio, recién exiliado en esta ciudad, encontró su libro La CIA, de Dulles a Raborn, pifias y logros del contraespionaje a la venta con el nombre de otro "autor". Feliz compró veinte ejemplares. Quería regalárselos a sus nuevos amigos. Los derechos de autor nunca le importaron.
El libro sobre Benjamín Zeledón -nomás 800 cuartillas- está aún inédito. En Managua, el editor Aldo Díaz batalla porque finalmente vea la luz.
El exilio, la familia y los libros
En los setenta, Gregorio Selser tecleaba incesantes denuncias contra la casta militar argentina mientras Marta, además de hacer todo lo que hemos reseñado, corregía las galeras de los libros que escribía su marido. En esos años salieron a la luz El onganiato, la espada y el hisopo, y Argentina a precio de costo. En 1977 se les cruzó el golpe de Estado. De un amigo periodista les llegó la noticia. Selser figuraba en una lista negra. La agencia IPS lo envió a Panamá como corresponsal, pero la guerra sucia arreciaba. Dos de sus hijas ya iban a la universidad. A fines de año era inevitable pensar en exiliar a toda la familia. Marta y las chicas volaron a México antes de Navidad. Y el nombre de Selser volvió a los diarios, esta vez a El Día. A partir de 1987 escribió para La Jornada.
Pero los Selser habían dejado atrás, en su Buenos Aires querido, una biblioteca de 12 mil ejemplares. En 1979 gestionaban su traslado al Distrito Federal. Hoy está en Flacso. Durante sus 12 años en México, el papirófago amasó otra biblioteca; esta de 5 mil ejemplares. Ahora forma parte del acervo de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
La tarde ha pasado sin que la tormenta que se abate sobre Mixcoac se sienta en la acogedora sala de los Selser. Marta tiene algunos e-mails que responder y algunos detalles sobre la nueva página de flags que afinar.
Y a veces, mientras cocina para sus nietas Natalia y Bárbara, echa a andar la fábrica de ideas. Ahora su preocupación es cómo lograr que el archivo llegue a un buen destino, en un buen centro de estudios donde rinda todo su útil potencial. "Primero me propuse salvar el archivo y los artículos. Ahora hay que pensar en que esta obra tan importante para nuestro continente tenga un futuro. En eso estoy".
Un sábado cualquiera (22 de agosto de 1991) Gregorio Selser amaneció tan adolorido, tan cansado, que anunció débilmente: "Hoy no tengo ganas de trabajar. No voy a escribir". Su esposa sólo pensó en ese momento: "Primera vez en más de 50 años de conocerlo que este hombre no da un teclazo". Muy tarde el domingo, casi para amanecer lunes, el periodista se levantó silenciosamente de la cama, tragó un puño de sedantes, trepó a una silla, abrió la ventana de la cocina -el espacioso departamento de los Selser está en un cuarto piso- y saltó al vacío. No quería sufrir más los atroces dolores del cáncer óseo. No quería que su mujer y sus hijas tan amadas sufrieran más su enfermedad.
Al día siguiente Marta, su compañera de toda la vida, por primera vez no tuvo nuevos artículos de Gregorio para archivar. Pasados los meses de duelo -el dolor y la nostalgia nunca pasan, creo- volvió a las carpetas y las cajas. Ahí están, ahora, en Internet.