VIERNES 1o. DE SEPTIEMBRE DE 2000
* El hombre de la Mancha, obra suntuosa con estruendosas ovaciones
Susana Zabaleta, presuntuosa fuera del escenario; ajetreo tras bambalinas
Jorge Caballero * El sonido instalado en los camerinos avisa a los actores de la obra musical El hombre de la Mancha: ''Por favor, cinco minutos. Actores, técnicos y músicos, por favor tomen sus posiciones". El ajetreo se intensifica. Toda la compañía corre por los pasillos. Una actriz pide que la ayuden a subirse el cierre de su vestido ampón. Algunos se persignan ante la Guadalupana. Apresuran su calentamiento y contorsionan sus bien estilizados cuerpos. Se abrazan. Se desean suerte.
La orquesta de 15 músicos limpia y afina los instrumentos: guitarras españolas, cornos, clarinetes, trompetas, contrabajo y oboe. Revisan las partituras.
Comienza otra función de esta puesta que se estrenó en abril, basada en la novela cumbre de la literatura española El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. Con traducción al libreto original de Dale Wasserman de Enrique Delgado Fresán, coreografía de Ema Pulido y dirección de Rafael Sánchez Navarro, el espectáculo cuenta con más de 200 cambios de vestuario, 20 escenografías, 30 artistas, una orquesta en vivo y 45 técnicos.
* * *
En la sala destinada al recreo, Susana Zabaleta, quien representa a Dulcinea, llega a tomar un respiro después de su primera intervención. La rodean ocho actores: José Luis Rodríguez, Gabriel de Cervantes, César Riveros, Rodrigo de la Rosa, Julio Beckles, Carlos Pascual y Bernardo Espinoza, quienes interpretan a moros, arrieros, presos y monjes. Todos aprovechan para tomar bebidas y fumar.
Zabaleta se toma uno de sus senos. Lo muestra a sus compañeros. "Qué harían con unas de éstas", pregunta.
ųšUna rusa! ųes una de las tantas respuestas. Risotadas.
Pedro García revisa los recortes de las notas que dan cuenta de la obra y le comenta a la actriz: ''Vienen puras fotos tuyas. šMira cómo dice! En esta plana 'Susana Zaba...' y en la otra '...leta en bikini'''. La actriz principal hace un rombo con sus dedos índices y medios, otrora símbolo de la toalla femenina. ''Estoy protegida''. Ella es el centro de la plática.
Carlos Pascual le comenta a Zaba: "Te vi en la calle, pero como estabas hablando sola ya ni te saludé''. Zaba contesta: ''Me gusta hablar sola. Casi todos los actores lo hacen, šme encanta!".
En el camerino de Zabaleta hay un graffito (''tolerar es ofender; lo que queremos es respeto''), dos pares de botas, cinco fotos de su bebé, una back pack con el rótulo ''TITAN AE'', un celular y maquillaje, mucho maquillaje.
En el escenario, el staff hace su trabajo: quitan y ponen las 21 escenografías, entre ellas la del castillo de 14 metros de largo por ocho de ancho y los tres molinos de viento con aspas giratorias. La floor manager hace indicaciones a los tramoyistas y espeta a los actores cuando terminan el número musical Ruiseñor: "šQué les pasa! šSe oyen muy bajos!". Los técnicos se hacen señas en los extremos equidistantes del escenario.
Acaba el primer acto. Algunos actores caminan con desgano. Platican de sus caracterizaciones. "šHorrible!", recrimina alguien. Los pasillos se vuelven a llenar. El teatro está a tres cuartas partes de su capacidad. "La entrada está bien; como ya es jueves la gente comienza a venir". El público se ve satisfecho con el despliegue de las majestuosas escenografías y la actuación.
En el intermedio, los actores siguen revisando las notas de los periódicos. Una actriz se queja con una compañera de oficio mientras da caladas a su cigarro light: "ƑHice bien o mal? No sabe tratar a las mujeres. Pero, šay!, mejor termino con él Ƒno?''. Al ver que los actores prácticamente están desparramados en los sillones, Carlos Pascual dice a sus compañeros: ''Luego por qué dicen que salimos flojos, si estamos echados tragando''.
Comienza el segundo acto.
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A la sala de reposo todos entran dando pasos de baile o recitando algún diálogo. ''No se ha de nombrar la cuerda en la casa del ahorcado''. Los paramédicos observan el monitor y secundan El sueño imposible. La chica que se quejaba del novio insiste en hablar por teléfono, no encuentra respuesta y cuelga el auricular bruscamente.
En el escenario se escucha a Sancho Panza y Dulcinea cantar el tema musical Caballero de la triste figura. El público, arrobado, cuando en escena aparecen los actores enfundados en sus trajes de moros para interpretar una danza morisca; sólo dos o tres caras de adolescentes reflejan tedio. Pero el clímax llega a la muerte de El Quijote, toda la compañía en el escenario repite Sueño imposible. La gente rompe con una gran ovación.
La función concluye. La chica que se quejaba del novio baja e inmediatamente vuelve al teléfono. La escena se repite. Todos vuelven a su camerino. Los trabajadores acomodan vestuario, limpian, guardan los micrófonos, se ponen su ropa habitual; algunos se vuelven a persignar delante de la efigie de la Guadalupana.
En el lobby, la Zaba firma autógrafos a los atrevidos del público. Todos los demás actores pasan desapercibidos. El adagio de Gus Van San: ''El que no sale en la televisión no es nadie".