VIERNES 1o. DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

* Jorge Camil *

Changarros

Dicen algunos medios que la campaña de Vicente Fox fue financiada por los poderosos industriales de Monterrey y algunos del Valle de México. De ser así, los mexicanos tendríamos una deuda con esos nobles (aunque no desinteresados) señores, además de con el propio Fox, claro está, por habernos dado la primera alternancia democrática desde los tiempos de Francisco I. Madero. Sin embargo, Fox, de acuerdo con sus promesas de campaña (refrendadas recientemente como presidente electo), no estará obligado a devolver favores ni a gobernar para grupos o camarillas. Eso es un alivio. Porque los "gobiernos revolucionarios", desde que se aliaron con el sector empresarial durante el sexenio de Miguel Alemán, se dedicaron a gobernar con base en estímulos fiscales, medidas proteccionistas, subsidios, permisos de importación, créditos blandos y programas de fabricación nacional diseñados cuidadosamente en beneficio del sector industrial con el pretexto de estimular la generación de empleos. De esa extraña manera (gobernando para los ricos con la ingenua esperanza de que éstos asumieran voluntariamente las ingentes tareas que competen al Estado), el antiguo partido oficial pretendió cumplir indirectamente con el grave compromiso de justicia social asumido por la Revolución. Peor aún, a partir de la gestión de Miguel de la Madrid, cuando el gobierno eliminó finalmente la erre de las siglas del partido oficial, las administraciones neoliberales adoptaron una política económica aún más estrecha (aunque consistente con el irremediable fracaso de la reconversión industrial): se dedicaron a gobernar para el sector financiero. Las tasas de interés, la inflación, la deuda externa, el tipo de cambio y la atropellada privatización de la banca sustituyeron entonces a los temas relacionados con las actividades de fomento. Después, la estrepitosa caída del sistema financiero habría de atrapar a la economía en el paradójico círculo vicioso de industriales dedicados a la especulación financiera y banqueros improvisados incapaces de promover el desarrollo industrial. La miseria se paseó campantemente de la mano de los millonarios de Forbes y la generación de empleos prometida por los gobiernos de la Revolución se volvió generación de pobreza.

Por eso entusiasma escuchar a Fox hablar de los millones de changarros prometidos, financiados por el novedoso concepto de la "banca social". Si cumple su promesa, podría lograr el milagro de romper el nudo gordiano que actualmente une en forma indisoluble los intereses del gran capital con el gobierno. Porque la proliferación de changarros estimularía la producción de empleos, no por quienes históricamente han visto ese objetivo desde la perspectiva egoísta de la rentabilidad económica, sino por aquellos para quienes el empleo continúa siendo un asunto de vida o muerte. Y aunque el presidente electo prometió transformar "a los excluidos del sistema" en hombres y mujeres emprendedores, libres e independientes, es preciso evitar que las cúpulas empresariales "se cobren el favor", sustituyendo al Estado corporativo (hoy gobernado por la tecnología entronizada en el poder) por un Estado empresarial en el que los "favorecidos del sistema" se sientan con derecho a participar en las decisiones del Estado (sobre el tema, ver la serie de Carlos Fazio en La Jornada 26/8/00 y el artículo de Gabriel Zaid en Reforma 27/8/00).

Es necesario intentar nuevas formas, nuevos modelos de desarrollo, para evitar que la suerte de los mexicanos continúe atada a la imprudencia de los banqueros o a la proverbial falta de competitividad de los industriales. No es aceptable que esos errores, coyunturas económicas y necesidades sectoriales continúen siendo promovidos como objetivos sociales prioritarios avalados por el gobierno federal.

En 1970 Jean Jacques Servan-Schreiber, el siempre lúcido periodista francés, advirtió que la tiranía del "crecimiento económico" obligaría eventualmente a los modernos gobernantes a abdicar sus funciones políticas para atender supuestas prioridades económicas. "Si el poder político se convierte en el servidor de las grandes empresas (se pregunta el autor de Ciel et terre), Ƒquién se ocupará de los hombres?" (Pregunte el lector a cualquier priísta de hueso colorado si el cambio de rumbo de Miguel de la Madrid, la apertura económica a ultranza requerida por el TLC y el Fobaproa justifican la pérdida de la Presidencia de la República).